martes, 5 de enero de 2021

Viejo Mar. Una simetría especialmente indeseable sobre un cuento de Cortázar

Una simetría especialmente indeseable Incluido en La otra orilla, su libro de cuentos, Cortázar propone un texto llamado “De la simetría interplanetaria”. Abre este relato con una cita disparatada del “Pato Donald” ‘This is very disgusting’. A partir de entonces todo conserva un tono desacralizante e irónico, que le quita dramatismo a una verdad desalentadora que se revelará hacia el final. El libro agrupa cuatro relatos bajo el título “Prolegómenos a la Astronomía”, que lejos de retratar una travesía por el espacio exterior, es una especie de visita al mapa astral (o como se le llame a la cartografía del cielo que vio nacer a un individuo o una sociedad). No recorre espacios sino regiones del ser cultural. En “De la Simetría Interplanetaria”, con tremenda maestría, el autor despliega una cavilación sobre la naturaleza de las religiones y del hombre a partir del destino trágico de sus benefactores. El cuanto el texto comienza despliega el narrador una descripción del mundo paralelo de “Faros”, un planeta al que viajó según el argumento de Ciencia Ficción. Los habitantes, seres racionales, tienen una fisonomía extraña, como si se tratara de insectos gigantes. Cuenta, después, que luego de tres semanas de estar allí, en 956, la capital de Faros, ha comprobado que los farenses “son sujetos cultos, amantes de las puestas de sol y de los problemas de ingenio.” Respecto a su religión, se entera de que son monoteístas. Pudo haberse quedado con eso, pero observa la visita de un tal “Illi”, que actualiza el tema religioso. “Más y más me pareció que aquel farense podía ser Jesús. ‘¡Qué tremenda tarea!’, pensé. ‘Y monótona, además. Lo que falta saber es si los seres reaccionan igualmente en todos lados. ¿Lo crucificarían en Marte, en Júpiter, en Plutón...?’ “Pensé: "¿Y si éste fuera también Jesús? No es novedad la hipótesis de que bien podría el Hijo de Dios pasearse por los planetas convirtiendo a los universales. ¿Por qué iba a dedicarse con exclusividad a la tierra? Ya no estamos en la era geocéntrica; concedámosle el derecho a cumplir su dura misión en todas partes." Mediante esta fantasía, el autor plantea una irónica necesidad de adaptar la religión a las exigencias de un universo heliocéntrico. Un modo de “aggiornar” el concepto de Verdad trascendente… Si la ciencia concluyó en que el centro del universo ya no es la Tierra, entonces es preciso preguntarse si no habría otros planetas igualmente redimibles por medio del sacrificio de un Salvador. “Hombre de la Tierra, sentí nacerme una vergüenza retrospectiva. El Calvario era un estigma coterráneo, pero también una definición. Probablemente habíamos sido los únicos capaces de una villanía semejante ¡Clavar en un madero al hijo de Dios...!” El narrador parece concluir en que eso es lo más lógico y da por sentado que Faros no es el único mundo aparte de la Tierra, donde un salvador acude en auxilio de las criaturas. Pero se detiene frente a la pregunta de si sólo nuestro mundo es capaz de una atrocidad como la de clavar a un Dios a una cruz. Lo que sucede con los “discípulos” de Illi durante la prédica y el banquete es que cada vez se muestran más devotos, y dan señales de cariño creciente. El protagonista aumenta su pudor humano incluso más. Pero entonces, sobreviene el cambio abrupto: “De pronto, me pareció que Illi levantaba todas las patas a la vez (y las patas de un farense son diecisiete). […] Se crispó en el aire y cayó de golpe sobre la punta de la pirámide (la mesa). Instantáneamente quedó negro y callado; pregunté, y me dijeron que estaba muerto. Parece que le habían puesto veneno en la comida.” La simetría entre planetas revela la naturaleza imperfecta y hasta maligna de lo creado. Ya no la tierra, sino el Universo, no tienen arreglo. Lo único que podrá cambiar es la sutileza con que se despacha la vida de quien propone algo excesivamente radical a comunidades adormecidas, indolentes e incorregibles. Una maravilla que no alcanza la página de longitud. No hay excusas válidas para no leerlo.