martes, 5 de enero de 2021

DE OTRO POZO 04 Enero 2021 los_bridgeton.jpg “Bridgerton” * Por Gisela Colombo El mismo día de Navidad la popular plataforma de streaming estrenó una serie llamada “Bridgerton”, que anuncia varias temporadas. En rigor, debieran ser 9, si cada una registrara los hechos que se narran en la saga que le da origen. Julia Quinn, autora estadounidense, publicó la primera novela en 2000 y desde entonces no dejó de producir a partir del árbol milenario que constituye la familia Bridgerton. La primera, “El duque y yo” es la que ya se ha rodado con producción de Netflix y Shonda Rhimes. La historia ocurre en época de la Regencia, en Inglaterra. Su argumento gira en torno del duque SimonBasset, educado con refinamiento pero con una censura paterna que mella su vulnerabilidad. Un padre abandónico y, algo mucho peor, agresivo hasta la descalificación y el desprecio, va minando la seguridad de un niño cuyo síntoma principal es la tartamudez. bridge3.jpg Ese pequeño se convierte en el hombre que conocemos en el primero de los ocho episodios que componen la primera temporada, como “el duque”. Y aunque los eventos de su infancia parezcan haber sido polvo borrado por el tiempo, sus efectos estarán en el nudo temático de la obra que la serie dramatizó en la pantalla. Ese niño desvalido creció y juramentó ante el lecho agonizante de su padre que jamás le daría nietos. La preocupación del antiguo duque por perpetuar la dinastía se había tornado obsesión y ahora estaba destinada a quedar trunca. Por ello el meollo del asunto será la negativa de SimonBasset (Regé Jean Page)a convertirse en padre, amén del amor que se profesan mutuamente él y Daphne,la mayor de los Bridgerton, (Phoebe Dynevor). En principio, la dama es presentada en sociedad y recibe los elogios de la reina, pero eso no le granjea los pretendientes que debiera. Con el propósito de conseguirlos trama un engaño con el duque, quien a su vez huye de las madres celestinas que lo acosan en la recién inaugurada temporada de bailes. Ese fraude pronto se convierte en la excusa perfecta para pasar mucho tiempo juntos, trabar una amistad, y después notar que ha nacido el romance. Un distanciamiento temporal debilita el vínculo. La protagonista recibe una propuesta ideal, la de un príncipe alemán, que ninguna de las casaderas rechazaría. Eso desata los celos del duque, quien se deja llevar por los impulsos y pone en evidencia ante testigos indiscretos su afición por Daphne Bridgerton. Y un exceso de pasión que “deshonraría” públicamente a la dama, si se conociera. Lo que vendrá tendrá duelos, dispensas y un matrimonio basado en la mentira de que el hombre no puede tener hijos, cuando en realidad sólo ha prometido no tenerlos para castigar a su padre fallecido. Los realizadores proponen esta tira como un “drama romántico”, categoría a la que no parece responder. Una comedia romántica quizá sea más atinado. Una voz en off es la encargada de narrar la historia y su tono es inconfundiblemente hilarante, definitivamente irónico. Esa voz es la que introduce el misterio porque veremos que la identidad oculta de una escritora que comenta los chismes de la clase acomodada de la Inglaterra del Siglo XVIII, no se dilucida hasta el final de la temporada. Así se hace visible que no sólo obsesiona a las familias el objetivo de casar muy bien a sus hijas (en vista de que la mujer no heredaba) sino también domina el temor al escándalo público. Por algún motivo, la mitad de los protagonistas son interpretados por actores mestizos, asunto que no se refiere jamás pero hace pensar en el “cupo racial” que algunos países imponen al cine y la televisión, como una medida caduca de registrar una convivencia que se da con mayor fluidez y naturalidad en la realidad, hace décadas. bridge.jpg La tira es entretenida, pero tiene varios flancos débiles. La indeseada modernidad de diversos asuntos que bien podrían haberse cuidado para hacer más creíble el relato, irrumpe sin remedio. El exceso de escenas sexuales entre esposo y esposa, y su explicitud erótica, cansan si no repelen. El resto, los detalles de escenografía, vestuario, musicalización, son atractivos y las actuaciones, correctas. En fin, una propuesta regular que, en ocasiones por sus mismos defectos, promete ponerse de moda.