miércoles, 21 de septiembre de 2016

Adaptación de "Mucho ruido y pocas nueces" de Shakespeare

Adaptación  “Mucho ruido y pocas nueces”  2014
Acto I
Escena I. Vuelta de la guerra.
(Están Leonato, Hero, Beatriz. Entra el mensajero)
Mensajero: ¡Ha acabado la guerra, señores! Fui enviado por el Príncipe Don Pedro de Aragón para que usted, Señor  Leonato, le ofrezca alojamiento. Piensa quedarse un tiempo… Vienen con gloria. Cero pérdidas y muchos deseos de celebrar.
Beatriz: ¿Habrán muerto muchos hombres? Me pregunto si el ridículo aquel de la lengua incansable estará aún vivo…
Mensajero: ¿Quién? ¿El de la lengua qué?
Hero: Jaja, ella se refiere a Benedicto de Padua. (Suelta una carcajada)
Beatriz: Ese mismo. ¿Quién más puede ser?
(Leonato mira a Hero como esperando explicación)
Hero: Es que ella y Benedicto tienen una batalla verbal que nunca termina de librarse. Ya dura años esta riña y cada vez se torna más graciosa. Juntos son una comedia de las más graciosas.  Los demás disfrutamos mucho el espectáculo de sus peleas.
Mensajero: Yo no sé de esas guerras, pero en las batallas por su patria, llega a ser genial Don Benedicto. Y siempre regresa alegre y anima a los demás. Es el espíritu de nuestro ejército…
Beatriz: Con que la batalla no le quita la sonrisa… verá ahora lo que puede ser esta explosión! (se señala a sí misma) A ver si mis argumentos no congelan la risa de ese tonto engreído… Ya me divierto pensándolo…
Escena II. Bienvenida y acuerdo de Claudio y Pedro. Espionaje para Don Juan.
Entran Pedro, Benedicto, Claudio, Don Juan, Bonacchio y Conrado.
Leonato: Bienvenido, Señor Príncipe, es un honor recibirlo. Don Pedro, abro las puertas de mi villa para usted y sus capitanes. Nos complace mucho verlo llegar con gloria…
Pedro: ¡Qué alegría volver a verte, querido Leonato! ¡Y regresar a esta tierra… a Mesina, Mesina…!
Leonato: Quisiera presentarte a mi hija, Señor.
Pedro: ¿Tu hija? ¿La niña? ¿Tan crecida?.... ¡Cómo se nos fuga el tiempo guerreando!  (Se adelanta Hero) ¡Ya nada tiene de niña…
Claudio: (con la mayor seriedad) Nada…
Leonato: Sí, es mi hija… (Haciendo gesto de duda) Bah, así lo juró mi mujer…
Benedicto: Ah, mujeres y mentira son como trasero y calzón. Sr Leonato, le diría que tendrá que obtener otras pruebas para decir que se su hija. (Carcajada de él y risas de los demás, incluido Leonato) A ver, a ver, déjeme ver el parecido… ¿su nariz?… No, ¿su pelo? (Aparte) Ya no queda con qué comparar…
(Risas)
Beatriz: Ah, con que ha vuelto esa lengua olímpica… Lo que no brilla en la arena, brilla en su lengua… Y siempre ejercitándose con las mujeres…
Benedicto: Otros las ejercitan CON (resalta la palabra con) ellas y a ustedes se las ve contentas en esas gimnasias. (Aparte) ¡Tristes halagos, Asquerosos besos! (Hace que la mira de pronto) Pero si es la buena Beatriz… ¿vives todavía, señorita “Desprecio”?
Beatriz: Vivo, y ahora con tu visita, crezco también… ¿qué puede alimentar más el desprecio que tu presencia?
Benedicto: Las mujeres no opinan lo mismo… las tengo a todas aturdidas…
Beatriz: Seguramente aturdidas no en el corazón, sino en los oídos (Aparte) ¡Nunca se calla!
Benedicto: Aturdidas de amor, enamoradas, pero ¿puedes creer que ninguna me gusta?
(Beatriz resopla con furia)
Leonato: Vamos, señores, todo está dispuesto para la humilde bienvenida…
Benedicto: (A Beatriz, todavía furiosa) A mí ya me la ha dado su dulce sobrina… (guiña un ojo al público)
(Salen todos hacia el interior y quedan Claudio y el Príncipe)
Pedro: ¿Qué te sucede, amigo, que frunces el seño? ¿Qué te preocupa?
Claudio: Ella… (silencio) Ella me preocupa. Hero. ¿Has visto, como yo, lo bella que es? Me quita el aliento su presencia. No puedo dejar de mirarla. Y la veo sonrojarse y bajar la vista!!!  Esa pureza me desarma.
Pedro: Guerrero desarmado… A esta batalla le llaman amor… ¿Podrá ser, Claudio enamorado?
Claudio: Completamente. Pensé que la memoria me engañaba cuando la recordaba, pero ahora que la he visto sé que no le había agregado ni un encanto. Es incluso más bella que en mi recuerdo. Y tan inocente… Tendré que conquistarla si no quiero morir de pena.
Pedro: Lo harás. Yo mismo me ocuparé de hablarle.  Voy a convencerla y ofrecerle todos los honores de una Boda Real. Sé que aceptará. Estoy seguro. Esta misma noche le diré…
(Sale Bonacchio de su escondite) Entra Don Juan.
Bonacchio:  Ah, mi señor, qué oportuno eres. Llegas cuando acabo de oír un diálogo jugoso…
Don Juan: (Con gesto de desinterés) Sabes que a menos que sea sangría, nada me resulta jugoso... Dilo ya, ¿qué oíste?
Bonacchio: Algo que te ayudaría a destruir al preferido de tu hermano, el Príncipe.
Don Juan: ¿A Claudio? Ah, sí, deseos de destruirlo no me faltan. El me desplazó del sitio preferencial que Pedro me reservaba…  ¡A mí, que soy su hermano!  Algún día se lo haré pagar…
Bonacchio:  Pues ¡ese día llegó! El tonto de Claudio está intentando cortejar a Hero, la hija de Leonato. Tu hermano, el Príncipe en persona, mediará ante ella para que lo acepte…
Don Juan: (Sonríe torvo, se frota las manos) Esto sí se parece a una sangría…















Acto II
Escena I. Baile de máscaras.
(Se ve un baile de enmascarados, varios actores en escena, música festiva)
Bonacchio: (A Margarita) Ven aquí, mi potrilla, a ver si recuerdas los revolcones de otros tiempos… (Ella escapa, él la detiene la cintura le besa el cuello y salen de escena)
(Antes de la salida de la pareja anterior, Benedicto, enmascarado, se acerca disimuladamente a Beatriz, que no lleva máscara)
Benedicto: ¿Se divierte esta joven doncella?
Beatriz: ¿Joven? ¿Doncella? (Aparte) ¿A mí me habla? (Fuerte) Por lo visto no sólo su rostro tiene máscara… esa lengua mentirosa me recuerda a alguien…
Benedicto: (Titubeando) ¿A… A alguien?
Beatriz: Sí, a un idiota que se anima a mi duelo verbal sin suficientes armas. Benedicto, se hace llamar… ¿Lo conoce?
Benedicto: (De pronto finge la voz, una voz finita…) ¿Benedicto? No, no. No lo conozco… aunque su prestigio resuena por estas tierras…
Beatriz: ¿Prestigio? No, usted estará hablando de otro… el bribón al que me refiero no tiene más prestigio que el de una rana. Es un simple bufón del Príncipe. Lo tienen allí para entretener con su “bla bla bla bla bla” a los capitanes que sí brillan en batalla. (Ella voltea, lo mira a la cara un segundo, hace una reverencia y sale)
Benedicto: (con voz penosa, para sí mismo) ¿Un bufón? ¿Para entretener?
(Entra Claudio)
Claudio: Salud, Benedicto, amigo mío…
Benedicto: (Descubierto, cambia el tono a enojado) No, esta mula bocona no se saldrá con la suya. Esta batalla recién comienza…  (Sale chocando con Don Juan, Bonacchio y Conrado)
(Por el otro extremo entran Hero y el Príncipe del bracete)
Pedro: Sí, mi querida, el acuerdo será feliz para todos… (La hace girar como en baile y al final la toma de la cintura y bailan).
(Bonacchio y Don Juan murmuran a espaldas de Claudio, luego suben la voz)
Bonacchio: La conquistó, finalmente… El príncipe está comprometido!!!!!
(Claudio adopta un rictus de dolor)
Don Juan: Es cierto, ella lo ha aceptado…  Mira cómo bailan… Yo oí cuando le confesaba a su padre que la quería para sí. Que había tenido que sofocar los deseos de otros capitanes que también la pretenden. Pero ahora ya es de él…
(Se acercan Pedro y Hero, al grupo de hombres. Don Juan baja la vista y se corre a un extremo.)
Pedro: Querido Claudio, hombre tan cercano a mi corazón…
Claudio: Tan cercano que se lo ha tragado…
Pedro: ¿A qué te refieres, amigo?
Claudio: Tu corazón se aproximó tanto al mío, que parece que me lo ha arrancado…
Pedro: No entiendo. ¿Qué te pasa, Claudio? ¡Estás enfurecido!
Claudio: Nada que no pueda borrar otro compromiso…  (Intenta salir, Pedro lo detiene)
Pedro: Señor Leonato, venga usted a contarle a mi amigo el tesoro que piensa darle…
Leonato: Sí, Señor Claudio, la mano de mi hija le ha sido concedida. El Príncipe la pidió en su nombre…
(Claudio sonríe sorprendido a Pedro. Luego, con una sonrisa plácida, mira fijo a Hero. Ella lo mira con las manos entrelazadas sobre el pecho y la cabeza de lado)
Claudio: ¡No puedo creerlo! Gracias, Dios mío. Y a ti, Señor Príncipe… te debo cada instante de felicidad desde este minuto hasta mi muerte… (Toma de la mano a Hero, la acerca y la besa)
Don Juan resopla y sale meneando su capa.
(Quedan Pedro, Claudio y Hero de la mano, y Leonato.)

Escena II. Celestinos para B. y B.
Pedro: Ah, cómo me gustan las bodas… ¿No es cierto, Claudio?
Claudio: (mirando a Leonato) Es cierto. Armar bodas es su entretenimiento en tiempos de paz…
Leonato: Pues entonces debiera lograr lo más improbable… un casamiento para mi sobrina Beatriz… Ella es tan ingeniosa que ningún hombre podría aburrirse aunque viviera con ella tres siglos. Es bella y alegre, en fin, tiene tantas virtudes… Me apena que sea tan reacia a los hombres…
Claudio: ¿Reacia? ¿No será indiferente? ¿No tendrá vocación monástica?
Leonato: Nada de eso, el silencio no es para ella. Canta, baila y ríe a los gritos… Y los hombres (se muestra pensativo) Mmmm, no, no le son indiferentes. Especialmente algunos… Al contrario, parece estar siempre dispuesta a pelearlos.
Pedro: Ah, empieza a gustarme el asunto… Usted sabe (guiñándole un ojo a Claudio) que entre el odio y el amor hay un solo paso…
Leonato: Sí, es cierto… Pero, ¿en qué está pensando, Don Pedro?
Pedro: Le contestaré con una pregunta… ¿a quién se refiere cuando piensa en un hombre que no le es particularmente indiferente? ¿Con quién le gusta reñir a la bella Beatriz?
Claudio y Hero (al mismo tiempo): con Benedicto.
Pedro: Ja!!! Lo sabía… los he visto mirarse con fiereza…  Si somos hábiles, tendremos doble boda, amigos…  Éste es el plan (los tres se acercan y gesticulan como si se contaran un secreto, mientras suena alta la música y cierra el telón)
















Acto III
Escena I. Engaño a Benedicto.
Escenografía: una fuente en el centro, y plantas alrededor.  
(Llega Benedicto y se sienta junto a la fuente con un libro abierto. Dos segundos después, entran Claudio, Leonato y Don Pedro.  Se paran a espaldas de Benedicto)
Benedicto: (Aparte) Seguro vendrán oyendo los poemas de amor que ahora se le ocurren al tonto de Claudio… ¿Cómo un hombre rudo en la batalla, feroz, valiente y agresivo, puede volverse esa babosa llena de palabras cursis y pegajosas… ¡Que Dios me salve de toda la estupidez del amor, los enamorados, y sus corazoncitos trazados en tiza! Puaj, miel inmunda…
(Los recién entrados hablan alto, fingiendo no notar su presencia)
Leonato: Les digo que me lo ha contado mi hija, no puede ser mentira… Ella es su confidente.  Desde hace cuatro años no se separa de ella jamás. Si Hero dice que está enamorada, lo está, lo puedo asegurar…
(Benedicto para la oreja… )
Don Pedro: Bueno, es lo esperable para una dama de su edad…
Leonato: No, señor, Beatriz es distinta…
(Benedicto abre grandes los ojos y sonríe burlón)
Claudio:  ¿Pero será posible? ¿De quién, entonces?
Leonato: Bueno, aquí viene el asunto… Por eso se lo confío a usted, Señor Príncipe… No se trata de un joven de nuestra ciudad. Es alguien que llegó recientemente, aunque había estado aquí varias veces.
Don Pedro: Por esas señas podría ser yo, jajaja. Pero seguro tendrá en mente alguien más joven...
Claudio: ¿Será alguno de tus capitanes, Señor?
Don Pedro: Acaso, Leonato,  ¿podrá ser uno de ellos?
Leonato: Me temo que sí, Señor. Usted conoce muy bien al hombre que le quita el sueño a mi sobrina Beatriz… Aunque parezca insólito, ella ama en secreto al señor Benedicto de Padua.
(Benedicto se atolondra y se cae de la silla, se oye un estruendo)
Don Pedro: (Haciendo un guiño a Leonato) ¿Qué fue eso? ¿Acaso un pájaro?
(Benedicto se atolondra más y comienza a hacer un chillido de pájaro)
Claudio: Prosigue, es sólo un ganso…
Leonato: Lo dicho: Beatriz está enamorada de Benedicto, pero su orgullo no le permitirá jamás reconocerlo. No se lo hará saber y será siempre infeliz… ¿Qué puedo hacer yo? Es penoso saberlo deber callar…
Don Pedro: Sí, qué pena. No deja de ser muy triste ver marchitar una flor tan radiante… Es bella, es noble, es graciosa e inteligente… No sé si mi buen Benedicto merece una joya semejante…
(Benedicto gesticula su furia y sorpresa)
Claudio: Pero no seremos nosotros quienes rompamos su secreto.
Don Pedro: No, claro, de ninguna manera… (salen)
(Se escuchan voces femeninas, Benedicto levanta su libro y se va raudo)
Escena II. Engaño a Beatriz
(Entran Margarita, Beatriz, Hero y Úrsula)
Beatriz: Debes tomar el sol y respirar el aire de los jardines. Eso nos pone más bellas. Ahora tienes a quien dirigirle todos tus cuidados y encantos…
Hero: Tienes razón. Pero mira qué mal tengo mi cabello…
Beatriz: Margarita, trae el cepillo de Hero y el espejo de plata…
Hero: No, mi cepillo ha perdido las cerdas… Ya no sirve más que para las crines de las yeguas… Préstame el tuyo, amiga mía.
Beatriz: Amiga, Prima, pero como una hermana. ¡Claro que te lo presto…! (a Margarita) Vé, trae el mío… (Sale Margarita)
Hero: ¿Eres feliz con mi compromiso?
Beatriz: Claro que sí, Hero querida. Me alegra tanto que contraigas matrimonio… Y con un capitán de Don Pedro de Aragón!
Hero: Tú misma podrías hacerlo si quisieras…
(Llega Margarita y le hace una seña a Hero)
Beatriz: ¿Qué quieres decir con eso?
Margarita: Señora, no encuentro lo que me ha enviado a buscar… ¿Podría decirme dónde está su cepillo?
Beatriz: (Mira un segundo a Hero, como pidiendo respuesta.) Déjalo, Margarita, yo misma iré… (Sale)
Hero: (A Úrsula y Margarita) Síganme la corriente. Finjan que no la ven cuando se acerque. Tengo un gran plan. Confíen en mí, que pronto casaremos a esta liebre escurridiza que elude a los hombres desde hace tiempo. Será feliz cuando se deje atrapar! Aquí viene…
(Fuerte) Les digo que es cierto. Me lo ha dicho mi amor, que está conmocionado con la noticia. Si lo supiera Beatriz… (Entra, pero retrocede y se queda escuchando)
Margarita: Dílo…
Hero: Que está enamorado de ella…
Margarita: ¿Tu amado enamorado de ella?
Úrsula: Pero no, torpe… no él, sino Benedicto de Padua…
(Beatriz cambia el gesto de preocupación por una enorme sonrisa)
Hero: Eso mismo. Imagínense el orgulloso Benedicto, enemigo de la raza femenina, enamorado perdidamente de mi prima Beatriz! Dice Claudio que se consume de noche pensando en ella y de día buscando un encuentro casual…
Beatriz: (Aparte) Dios mío… ¿cómo puedo estar sintiendo una alegría semejante? Esto no es normal… si yo lo detesto… ¿Por qué me alegraría que me ame? ¿Es que me estuve engañando y, como él, sólo me consumo pensando que nunca lo tendré? Ah, Dios mío, qué feliz estoy! Sale bailando…
Escena III. Trama de Don Juan.
Don Juan, Conrado, Bonacchio.
Don Juan: (A Bonacchio) Dime qué has pensado…
Conrado: ¿Éste piensa?
Bonacchio: ¡Cállate, inútil! (A Don Juan) Se me ocurrió un plan que desbaratará la boda en un segundo. Mesina le declarará la guerra al Príncipe si las cosas salen como debieran…
Don Juan: ¡Explícate ya!
Bonacchio: Esta noche iré a visitar a Margarita. Sabes que es ardiente conmigo, y siempre me recibe muy bien… Pues le propondré uno de nuestros juegos: le pediré que tome prestada la capelina de su ama, Hero.
Don Juan: ¡Ah, ya te adivino! ¡Qué malo eres: me superas! ¿Sugieres que yo lleve hasta allí a Claudio y halle a su linda Hero revolcándose contigo? (Suelta una carcajada) ¡Qué divertido será que vea a esa perra lujuriosa de Margarita y crea que es Hero! Ya lo gozo de solo pensarlo…
Bonacchio: Tú sólo debes traer a Claudio y yo los esperaré con ella aquí mismo.
(Don Juan sale caminando con Conrado)
Conrado: Estamos de suerte…. Mira (señala con el dedo) aquí viene…
Don Juan: (A Claudio) Amigo Claudio, eres tristemente oportuno. No imaginarías lo que acabamos de ver…
Claudio: ¿Algo grave?
Don Juan: Depende cómo lo veas. ¿Te casarás mañana? Pues sería más grave si te hubieras casado ayer.
Claudio: No entiendo, ¿qué tiene que ver mi boda con esto?
Don Juan: Tómalo como una bendición. Información fundamental antes de tu gran decisión. Tú sabrás qué hacer con ella…
Claudio: Dilo ya.
Don Juan: No diré nada, tú mismo lo verás con tus ojos. Acompáñame unos pasos.
(Caminan de nuevo hasta el escenario. Que está casi en penumbra. Se ve la pareja, ella de espaldas, besándose)
Don Juan: ¿Ahora entiendes? Tu linda Hero se entrega al sucio de Bonacchio antes de vestir el traje de la pureza para dejarse tomar por ti, en el altar. ¿Puedes creerlo?
(Claudio se muestra sorprendido y furioso.)
Claudio: (gritando) ¡¡¡¡¡No!!!!!
Don Juan: ¡Silencio! (Le tapa la boca y se lo lleva.)
(Apagón)




Acto IV
Escena I. Boda frustrada.
(Se presenta Claudio, con Benedicto, Don Pedro y Don Juan,  en medio de las mujeres, en el momento en que le prueban el tocado a la novia. Está Leonato, su hermano, las sirvientas y Beatriz)
Claudio: Señor Leonato, puede quemar esa basura de encajes porque no la usará antes de que se ponga rancia y amarilla.
Leonato: ¿Cómo dijo Señor?
Claudio: Vengo a avisarle que usted pretendía venderme un cisne blanquísimo y yo en cambio veo que es un cuervo oscuro como la noche…
Leonato: Pero, ¿a quién se refiere?, Hijo…
Claudio: ¡Ah, eso sí que no! ¿Hijo suyo? Jamás… (Tomando a Hero del brazo y agitándola) Yo con esta montaña de vicios no me caso ni muerto…
(Hero con expresión de terror lo mira fijo. Él la mira a los ojos)
Claudio: (gritando) ¿Y todavía te atreves a mirarme a los ojos, perra lujuriosa?
Hero: (rompe en llanto, cae desplomada, como sentándose sobre el vestido. Se tapa la cara y llora desconsolada)
(Las mujeres la consuelan, menos Beatriz que permanece como alerta examinando a quien habla.)
Leonato: ¡Explíquenos su insulto ya mismo, caballero!
Claudio: Que se lo explique su hija que se compromete con un hombre que la adora sinceramente y le hace creer que es inocente, para revolcarse una noche antes y quién sabe cuántas más, con otro hombre… Yo ya he dicho lo que debía. (Sale)
Don Pedro: Sepa que la boda ha sido cancelada, Señor Leonato, por motivos obvios…
(Salen Don Pedro y Don Juan. Consuelan a Hero Úrsula y Beatriz. Margarita permanece atrás con una expresión de espanto y se toca nerviosamente el delantal) Leonato camina de un lado al otro sin paz. )
Antonio: Cálmate, hermano, todo esto debe ser un malentendido…
Leonato: ¿Malentendido? No lo creo, Don Pedro no vendría a cancelar la boda si no hubiera una razón de peso.  (Rapto de violencia, intenta agarrar de los pelos a la niña, lo frenan Antonio e interpone el brazo Úrsula) ¿Qué has hecho, criatura endemoniada? ¿Cuánto tiempo me has tenido engañado sobre tu virginidad y virtud? ¡Como una ramera, entregada a un soldaducho cualquiera!
(Hero no contesta, sólo llora)
Leonato parece agitarse de más.
Antonio: Ven aquí, hermano, esto va a dañarte la salud si no te calmas. Vamos a que respires profundo y luego volverás a hablar con tu hija…
Leonato: ¿Hablar? Que ni lo sueñe.  No hablaré nunca más con esa basura…
Úrsula: Lléveselo, Antonio, ya mismo, que la niña se nos irá en llanto…                                                      
(Beatriz besa a Hero. Benedicto espera a su lado)
Beatriz: Úrsula, llévela… prepárele un baño y que no hable. Yo misma subiré en unos minutos.
(Salen todos excepto Beatriz que no nota a Benedicto detrás. Saca un rosario del escote) Benedicto hace caras)
Escena II. Trato entre B y B para salvar la honra de Hero.
Benedicto: (Aparte) ¡Qué buen lugar le reserva a Dios!
 (Beatriz se hinca a rezar, mientras solloza).
Benedicto se inclina tras ella como abrazándola, aún sin tocarla)
Beatriz: (da un salto y se pone en pose de lucha) ¿Qué hace loco demente? ¿Cómo se atreve?
Benedicto: Perdón, perdón, señorita Beatriz… no se escandalice, sólo quería consolarla, no, no, mentira, quería sacarle una avispa apestosa que tenía justo en su… en su… (hace gesto con su mano sobre su mismo pecho), su… hombro.
Beatriz: No necesito que me consuele… No soy yo, sino la pobre Hero. ¿Usted ha visto lo que hizo su amigo Claudio? ¿Sería capaz usted de barbaridad semejante? ¿De amar a alguien…
Benedicto: Sí, sí, de eso sí
Beatriz: y luego decirle ramera delante de todos los sirvientes?
Benedicto: No, no, eso no.
Beatriz: De enamorar a una mujer hasta el límite de que no piense jamás en otra cosa que en usted…
Benedicto: Sí, sí, espero que sí
Beatriz: Y luego humillarla a las puertas mismas de la Iglesia…
Benedicto: No, no, eso no…
Beatriz: De acusarla de lujuriosa ante su padre, cuando ella lo ama y lo desea sólo a usted con todo su corazón…
Benedicto: ¿Me ama?
Beatriz: (como despertando de un sueño) ¿Que si lo amo? Em, em, ¿me daría un instante para pensarlo? (Se va hacia atrás del escenario como pensativa. Vuelve) ¿Usted me ha preguntado que si lo amo?
Benedicto: eh, no exactamente, pero sería un alivio que lo contestara…
Beatriz: ¿Por qué sería un alivio, Señor?
Benedicto: Bueno, porque… porque…  (Aparte) No sé si me salgan las palabras… creo que me quedaré mudo, que nada se me ocurrirá para decirle…
Porque desde que la he visto hace unos cuatro, cinco, seis años y tres o siete u ocho meses y catorce o quince o dieciséis días no he hecho más que aborrecerla y odiarla y repudiarla y dibujarla para torturarla con mis lapicitos de crayón traídos de la batalla de Lepanto allá por el 85, 86, tal vez 87, en una caja monona de madera clara, con unos ribetes al estilo hindú…
Beatriz: ¡Al grano!
Benedicto: Ah, sí, sí, decía que desde que la vi, deseé su muerte más que ninguna otra cosa, o tal vez el corte de su lengua, el guisado y el banquete de la misma lengua por parte de unos indios del sur del Nuevo continente, o tal vez hecha al vapor en la China septentrional…
Beatriz: ¡Agonizo, me muero, no llegará a decirme lo que quiere!
Benedicto: Ah, sí, bueno, pues que la odié mucho al punto de no dejar nunca de pensar en usted, en como abre grande esos ojos cuando dice algo inteligente, en cómo bambolea las faldas cuando enojada por una bromita sale enfurecida, en la arruguita que se le hace en la nariz cuando me dice “Asno” o lo mucho que brillan sus ojos a la luz del sol, o en fin, lo tremendamente feliz que me ha hecho saber que usted me a…
Beatriz: ¿Que yo qué?
Benedicto: Que usted me a…. borrece…
Beatriz: Ah (se cruza de brazos y respira hondo como si se lamentara de que no dijo lo esperado)
(Ambos se quedan en silencio y mirándose)
Benedicto: Volvió la avispa!
Beatriz: ¿Dónde? ¿Dónde? (Baja la vista para mirarse el escote y el vestido y él se acerca y la toma de la cintura)
Benedicto: No puedo callarlo más
Beatriz: Menos mal que callaba…
Benedicto: Hablo en serio. No puedo ya ignorar que la amo. Y que siempre aborrecí, no a usted, sino a la idea de que nunca me querría. ¿Acepta mi amor, bella Beatriz?
Beatriz: (con tono caprichoso) No pienso responde… con palabras. (De sorpresa lo besa en la boca. Se abrazan y permanecen dos segundos) Bueno, bueno, ya está bien (lo quita de encima) Dejemos los corazoncitos para otro momento… Debemos vengar a Hero… Usted me ha dicho que me ama. Si me ama, matará complacido a su amigo Claudio…
Benedicto: Eh?  No, ¿está loca?
Beatriz: Hace un segundo le encantaba mi locura…
Benedicto: Bueno, pero no ésta locura… Déjeme pensar… (silencio) ¡Lo tengo! Mataremos a su prima.
Beatriz: ¿Y yo soy la loca? Corra que lo voy a moler a palazos, atrevido…
Benedicto: No, entienda bien. No la mataremos realmente, echaremos a rodar el rumor de que murió de pena por el rechazo de Claudio…
Beatriz: Pero, ¿y eso con qué objetivo?
Benedicto: Aquí está mi brillantez, querida… Verá lo genial de mi inteligencia…
Beatriz: Buá…
Benedicto: Imagínese... en primer lugar, no hay nada que haga reflexionar más que la misma muerte… El sólo pensarla muerta hará que Claudio lamente su reacción…
Beatriz: Es cierto eso.  Quizá hasta creyéndola culpable se arrepienta del arrebato con que la rechazó…
Benedicto: Es un hombre de bien, le aseguro que así será…
Beatriz: Pero de eso a que vuelva a amarla… ¿cómo haremos?

Escena III. Dogberry descubre el engaño.
Entran  Vergez  y  Dogberry con armas. Están sentados en las gradas Conrado, Borachio y un tercero. Los tres bebiendo.
Conrado: Eres tan buen actor, malvado Borachio!
Borachio: (ríe a carcajadas) No creas, no he fingido mucho… Margarita me gusta mucho y ya muchas veces se me ha entregado. Yo no actuaba, mostraba mi real placer. Todo el engaño surtió efecto gracias a la falta de luz y a la capelina…
Tercero: ¿Capelina?
Conrado: Sí, Margarita llevaba puesta la capelina de Hero al momento del encuentro con este borrachín…
Borachio: Es cierto, ella lo tomó prestado…
Conrado: Lo robó, dilo con todas las letras
Borachio: No, no es cierto. Ella es inocente, de buen corazón. No robaría jamás…
Conrado: Pero lo llevaba puesto…
Borachio: Sí, es cierto. Ella sólo quiso complacer un capricho mío… Le pedí que se vistiera como una dama de alcurnia. Que vistiera como su ama. Pero se negó a tomar el vestido.
Tercero:  ¿Cómo lo logró, entonces?
Borachio: Bueno, ella concedió tomar sólo la capelina prestada. Su ama Hero dormía mientras ella se me entregaba.
Vergez: ¿Oíste eso, Dogberry? ¿Entendí mal o aquí hubo un engaño?
Dogberry: Oiste igualito a mí. O sonó así o tenemos oídos con idéntica creatividad, jaja… Gemelos! (Alzando la mano para golpearla contra la de Vergez) Choque!
Vergez: ¿Tendrá que ver esto con la muerte de la niña Hero?
Dogberry: Ah, espero no tener cerebro gemelo. Eres una mula, o no, la mula es mamífero… tal vez su cerebro sea de tamaño, pensemos en otra cosa: un ¿sapo? MMMM… No, sapo no, tiene la inteligencia de ser anfibio, no! Tú eres más torpe… una mosca? MMMm, No, no, demasiado rápida para tu cerebrito… Serás un…
Vergez:  Basta… seré un trébol, te parece?
Dogberry:  ¿Trebol? Jaja, sí, un trébol! Ése me gusta… ¿Y dónde están tus tres brazos?
Vergez: ¿Tres brazos? A ver, déjame ver… aquí tienes uno (alza uno), mmm, aquí tienes dos(alza el otro) A ver… (se mira un pie y lo alza) No, no. (se mira otro y lo alza) Tampoco…. (silencio) ah, ya sé, y se alza el pantalón como espiando dentro…
Dogberry: Ya basta! Lo sé, eres un burro y punto. (Vergez sonríe pícaro) ¿Pero cómo hemos llegado aquí?
Vergez: caminando…
Dogberry: No, burro, a esta discusión… (Se muestra pensativo) ah, ya sé… éstos (señala a Conrado, Borachio y el tercero)
Vergez: Cierto, cierto… ¿Será que éstos han engañado a Claudio, haciéndole creer que Hero se entregaba a Borachio?
Dogberry: Brillante, Vergez!!!!! Acabas de dejar tu cerebrito de mula, burro, mosca, sapo…Ahora eres un…
Vergez: ¿Un “tú”? ¿Un Dogberry?
Dogberry:  ¡Ponele!
Vergez: Entonces, ¿un Dogberry qué haría? Llevaría presos a estos embusteros, ¿verdad?
Dogberry: ¡Verdad! A la carga!!!!!
(Apuntan con sus bayonetas a los tres borrachos y a los gritos se los llevan…)

Escena IV. Condena de Claudio.
(Irrumpe Benedicto y toma del cuello a Claudio)
Don Pedro: ¿Qué sucede, Benedicto? Quita tus manos de ahí… lo estás ahorcando!!!!
Benedicto: ¡Eso quiero! Maldito, ¿a quién crees que sirven con esta infamia?
Claudio: ¿De qué hablas, amigo?
Benedicto: (A Claudio) Pagarás por lo que has hecho… ¡Pobre Hero! Yo mismo me ocuparé de vengarla. Mereces que te mate aquí mismo….
Don Pedro: Alto ahí! Me debes obediencia… te ordeno que sueltes a mi capitán. ¿Qué locura es ésta?
Benedicto: (Lo suelta, Claudio tose) Cuídate de mí, maldito… Y, usted, su Alteza, también tiene culpa en esto.  Los tres han cometido un crimen con esta familia… Don Juan, como buen traidor, ya se habrá fugado…
Don Pedro: ¿Fugado? ¿Estás seguro?
Benedicto: Pregunte a sus guardias… lo han visto huir por los túneles de Mesina… No lo olviden, si no soy yo, el buen Dios le dará su merecido a él y a ustedes, sus cómplices…
(Sale Benedicto. Entran Vergez y Dogberry)
Dogberry: Señor, Su Alteza (hace reverencia)
Don Pedro: Dogberry, qué te trae por aquí? ¿Has visto a mi hermano Don Juan?
Dogberry: Sí, lo he visto… Luchaba en la batalla con mucha destreza…
Don Pedro: No, no, torpe, me refiero a si lo has visto últimamente…
Dogberry: ¿Últimamente? Suele caminar detrás de usted, no creo que marche último…
Don Pedro: Contesta tú, Vergez…
Vergez: ¿Se refiere a si acabamos de verlo?
Don Pedro: Sí, claro…
Vergez: No lo hemos visto. Pero sí vimos a sus secuaces…
Claudio: ¿Secuaces? ¿De Don Juan?
Dogberry: Así es… El juez les hizo escupir todo… Los malos de Borachio y Conrado confesaron su maldad. Todo ha sido un engaño de su hermano, Alteza…  No entendimos para qué aún, pero al parecer Margarita, el aya de Hero, tomó prestada su capelina y se entregó a Borachio vestida de Hero…
Claudio: ¡¡¡Dios mío!!!! ¡Qué he hecho!
Don Pedro: ¿Estás seguro de lo que dices, Dogberry?
Dogberry: Aquí el burro de mi amigo puede corroborar lo que digo…

(Entran Leonato y Antonio con gesto de desolación.)
Don Pedro: (A Dogberry) Déjanos, vayan a custodiar a esos traidores
(Salen Dogberry y Vergez, haciendo reverencias y morisquetas)
Leonato: Su Alteza…
Don Pedro: Señor… ¿vendrá usted a disculparse con mi amigo por haberle prometido una paloma y haberle dado una hiena?
Antonio: ¡Maldito, no sabe lo que dice! (A Leonato) Cálmate, hermano…
Don Pedro: ¿No sé lo que digo? Explíquese, anciano…
Leonato: (A Antonio) Déjame a mí. Se trata de mi hija.
Antonio: También de la mía…
Claudio: ¡Hablen, señores, de una vez!
Leonato: ¿Está seguro que quiere saber? Después de lo que diré su conciencia, Sr. Claudio, no descansará jamás. Mi noticia es una tragedia. Y usted la ha provocado.
Antonio: Si no lo dices, yo lo haré…
Leonato: No, no… Señores, ustedes han cortejado a mi hija… han mentido, han difamado…
Antonio: Yo se los diré sin tapujos: Hero ha muerto. La pena de su difamación la sumió en un desvanecimiento del que jamás despertó… Ustedes, señores, son sus verdugos…
(Claudio se da vuelta, se cubre la cara y llora)
Don Pedro: ¿Es una broma? (se toma la cabeza) No puede ser cierto…
Leonato: Pues lo es… han matado a mi hija... Mi única hija…
Antonio: Te lo he dicho, hermano, mis hijas serán las tuyas, no te preocupes… (A Don Pedro) ¿cómo piensa consolar a este hombre, Alteza?
Leonato: Nada que éste pueda hacer me la regresará, hermano…
Claudio: (voltea y se destapa la cara intempestivamente) Nada de eso, señor, usted hallará la forma de castigarme. Sométame a la condena que usted quiera. Mi culpa pondrá la cabeza bajo el yugo que usted quiera imponerle.
Leonato: (finge estar pensativo) ¿Una condena?
Antonio: Sí, eso es, pagarán por lo que han hecho, hermano. Y yo ya sé cuál será la pena… (A Claudio) Tengo una hija, señor, de corazón tierno, aunque defectuosa. Su rostro no puede compararse con la belleza de Hero. Ella no ha logrado aun pretendientes, pero desea ser esposa y madre. Usted cumplirá la pena por la muerte de Hero, tomándola como esposa.
Don Pedro: Señor, el matrimonio es para toda la vida… debe mediar el amor entre ellos.
Claudio: Amigo, acepto mi sacrificio… No hay nada más que hablar. Haré todo mi esfuerzo y terminaré amándola…
Antonio: Entonces esta misma noche se celebrará la boda, tal como habría sido… Y mañana usted será el esposo de mi hija a la que respetará, cuidará y amará como si fuera su prima…
Claudio: (Desolado) Así será

Acto V
Escena I. Crece el amor entre B. y B.
(Cerrado el telón. Benedicto en la escalinata.)
Benedicto, sentado en la escalinata
Benedicto: Un poema, eso es lo que debo hacer… tengo que ablandar ese corazón que es alternativamente como un volcán y como piedra helada…
“Beatriz, bella rosa…
¿Rosa? No, no podría ser una rosa… , a decir verdad, más que una rosa es la espina… o más, todas las espinas, tal vez el tallo…
¿Miento? ¿O digo la verdad en mi poema?
Es que ese tallo repleto de espinas tiene una dulzura especial, la dulzura de un fruto cuya piel sólo las garras de un valiente pueden atravesar…. Pero dentro… Dentro sospecho que es una tierna criatura… ¿y si usara la imagen del caracol, con su caparazón ruda y su bichito tan frágil…?
Mi amado caracol… ¿Le gustará que la compare con un caracol? O quizá una tortuga… también dura en la corteza y blanda en el centro…
Beatriz, bella tortuga…
Mejor miento: Beatriz, bella rosa…
(Se abre el telón. Beatriz con un espejo de mano, detrás, escondidas entre los muebles Margarita y Úrsula)
Beatriz: Ay, Benedicto… quisiera mi corazón no amarte, pero qué puedo hacer para refrenar esta pasión que te tiene en el centro de todo… Cuánto desearía ser más y más bella, (se peina) que mi cabello fuera más bonito, que mis ojos brillaran más para que notaras, sin que mis labios orgullosos lo dijeran, cuánto te amo... Pero cuando pienso en lo testarudo que eres, me arrepiento de todos mis deseos. ¡Qué hombre irritable! ¡Pero qué buen porte, qué fuerte, qué valiente…
(Se ríen las espías. Beatriz las oye y se para de inmediato. Justo irrumpe Benedicto)
Beatriz: Señor Benedicto, (esconde el espejo) ¿qué hace usted aquí? ¿A qué debo su visita?
Benedicto: A mis deseos… (se detiene) Quiero decir, a mis deseos de contarle lo que ha sucedido…
Beatriz: ¿Novedades?
Benedicto: El plan parece ir sobre ruedas… En este punto, Claudio ya conoce la huida de Don Juan.  Y yo he defendido con mi espada a la señorita Hero. Y a usted, por medio de ella.
Beatriz: ¿Lo mató?
Benedicto: No, no he llegado a tanto.
Beatriz: ¿Lo hirió?
Benedicto: Bueno, depende de lo que usted entienda por herir…
Beatriz: ¿Sangró?
Benedicto: (titubeando) Sangrar, sangrar, así como sangrar….No. Digamos que sangró su alma con mis palabras.
Beatriz: Ah, bueno… (hace gesto de desprecio) ¿Y  qué pasó después?
Benedicto: Pues, nada, he sabido que los guardias hicieron confesar a Borachio. Todo fue un engaño, como usted decía… (Aparte) Ah, cómo te voy a besar…
Beatriz: ¿Qué ha dicho?
Benedicto: ¡Que es usted una mujer veraz!
Beatriz: ¿Se hará la boda, entonces?
Benedicto: Su tío lo dirá. Si Claudio acepta, mañana Hero y él serán marido y mujer… (Aparte) ¡Que sea una boda doble!
Beatriz: ¿Cómo ha dicho?
Benedicto: ¡Será un matrimonio noble! (con nerviosismo) Él es un conde, ella hija de Leonato…
Beatriz: Seguramente (Aparte)¿Qué pasa con mis oídos? Empiezo a escuchar mal... (Sale cabizbaja)
Benedicto: (ya solo) No oyes, mal, mi tortuguita… cuánto quisiera decírtelo.  Tiempo al tiempo…

(Intervalo bailado. Los utileros ingresan bailando y preparan la escena de la boda. Música renacentista, bailarinas con vestuario bailan delante una coreografía)
Escena II. Final
(Todos los actores en escena, excepto Don Juan)
Leonato: ¿Y bien? Es tiempo de su ofrenda.
Claudio: (Con un bouquet de flores) En honor de la bella Hero a quien dirigiré mis oraciones hasta el día de mi muerte. (Se arrodilla. Música plañidera). Por ti ofrezco mis sacrificios. Sólo a ti irán destinados todos mis esfuerzos, amada mía. Quizá desde el cielo, ángel mío, puedas perdonar mi maldad. Siempre te amaré… (Sube la música)
Antonio: Muy bien. Ahora honrará sus compromisos, Señor.  (A Úrsula) Es tiempo de que venga la doncella que hoy será desposada. Tráigala.
(Entran Beatriz y de su brazo, cubierto el rostro, Hero)
Don Pedro: (A Benedicto) ¿Tan defectuoso será su rostro para ocultarlo en este momento?
Benedicto: Lo es, Su Alteza, lo es.
(El sacerdote se pone en medio y toma la mano de Claudio y de Hero y las une, Claudio muestra cierta conmoción)
Sacerdote:  Este es el acto de celebración de una unión perpetua ante Dios. Esta pareja se enlazará en el Sacramento para no separarse jamás.  ¿Está de acuerdo, Sr. Claudio?
Claudio: Sí. Acepto.
Sacerdote: Usted, señorita, acepta unirse en matrimonio con este hombre?
Hero: Sí. Acepto.
Sacerdote: Pues entonces los declaro unidos en matrimonio . Sr. Claudio, puede besar a la Señorita Hero…
Claudio: (confundido) ¿A la Señorita Hero?
(Hero levanta su velo y descubre el rostro. Claudio cae de rodillas y le toma las manos)
Claudio: ¿Eres tú, ángel mío? ¿O es una ilusión de mi mente dolorida?
Hero: Soy yo. (Y lo impulsa a levantarse. Ya arriba) Todavía no me has besado…
(Claudio la besa y la abraza fuerte y así se queda. Explota el entorno en gritos y alegría. Sube la música festiva tres o cuatro segundos.)
Don Pedro: Alto ahí, que no debiéramos dejar ir al Sacerdote, antes de concluir lo que vino a hacer. Señor Benedicto. (Benedicto, sorprendido, se toca el pecho como preguntando ¿yo? Y avanza.) Señorita Beatriz (Se oyen gritos sugestivos. Ella avanza y se pone al lado de Benedicto.). ¿Y bien? ¿van a confesarse amor mutuo ante el Sacerdote?
Beatriz: ¿Cómo dijo? Nunca he sido mentirosa…
Benedicto: ¿Amor? ¿Yo, amor por ella? Su Alteza desvaría…
(Avanzan Leonato y Úrsula y Margarita)
Úrsula: Dí lo que escuchamos todas las tardes desde hace tiempo, Margarita.
Margarita: (Fingiendo sostener un espejo ante su rostro) ¡Qué bueno sería tener un rostro bello para que Benedicto me amara!
(Risas de todos los presentes)
Margarita: ¡Que mi cabello brillara y encandilara sus hermosos ojos azules!
(Suben las risas. Beatriz baja la vista, riéndose)
Don Pedro: ¿Leonato?
Leonato: Bueno, con mi querido hermano hemos hallado un par de cartas de puño y letra de Benedicto.
Don Pedro: ¿Están seguros de que son de él?
Leonato: Segurísimos.
Don Pedro: ¿Qué dicen?
Leonato: Sólo un fragmento bastará, ya verá… “Oh, bella rosa Beatriz, tallo de todas las espinas, pero dulce tallo que tienes mi corazón a los saltos. Ámame, tortuga mía, como yo lo hago!”
(Risotadas más altas. Aparece el Sacerdote detrás de ellos. Se ubica en el centro.)
Sacerdote: No hace falta más testimonio, Su Alteza… (A B y B) Los declaro Marido y mujer.
(Sube la música. Tira de papelitos. Y baile. Cierra el telón.)

























































































































 Adaptación  “Mucho ruido y pocas nueces”  2014
Acto I
Escena I. Vuelta de la guerra.
(Están Leonato, Hero, Beatriz. Entra el mensajero)
Mensajero: ¡Ha acabado la guerra, señores! Fui enviado por el Príncipe Don Pedro de Aragón para que usted, Señor  Leonato, le ofrezca alojamiento. Piensa quedarse un tiempo… Vienen con gloria. Cero pérdidas y muchos deseos de celebrar.
Beatriz: ¿Habrán muerto muchos hombres? Me pregunto si el ridículo aquel de la lengua incansable estará aún vivo…
Mensajero: ¿Quién? ¿El de la lengua qué?
Hero: Jaja, ella se refiere a Benedicto de Padua. (Suelta una carcajada)
Beatriz: Ese mismo. ¿Quién más puede ser?
(Leonato mira a Hero como esperando explicación)
Hero: Es que ella y Benedicto tienen una batalla verbal que nunca termina de librarse. Ya dura años esta riña y cada vez se torna más graciosa. Juntos son una comedia de las más graciosas.  Los demás disfrutamos mucho el espectáculo de sus peleas.
Mensajero: Yo no sé de esas guerras, pero en las batallas por su patria, llega a ser genial Don Benedicto. Y siempre regresa alegre y anima a los demás. Es el espíritu de nuestro ejército…
Beatriz: Con que la batalla no le quita la sonrisa… verá ahora lo que puede ser esta explosión! (se señala a sí misma) A ver si mis argumentos no congelan la risa de ese tonto engreído… Ya me divierto pensándolo…
Escena II. Bienvenida y acuerdo de Claudio y Pedro. Espionaje para Don Juan.
Entran Pedro, Benedicto, Claudio, Don Juan, Bonacchio y Conrado.
Leonato: Bienvenido, Señor Príncipe, es un honor recibirlo. Don Pedro, abro las puertas de mi villa para usted y sus capitanes. Nos complace mucho verlo llegar con gloria…
Pedro: ¡Qué alegría volver a verte, querido Leonato! ¡Y regresar a esta tierra… a Mesina, Mesina…!
Leonato: Quisiera presentarte a mi hija, Señor.
Pedro: ¿Tu hija? ¿La niña? ¿Tan crecida?.... ¡Cómo se nos fuga el tiempo guerreando!  (Se adelanta Hero) ¡Ya nada tiene de niña…
Claudio: (con la mayor seriedad) Nada…
Leonato: Sí, es mi hija… (Haciendo gesto de duda) Bah, así lo juró mi mujer…
Benedicto: Ah, mujeres y mentira son como trasero y calzón. Sr Leonato, le diría que tendrá que obtener otras pruebas para decir que se su hija. (Carcajada de él y risas de los demás, incluido Leonato) A ver, a ver, déjeme ver el parecido… ¿su nariz?… No, ¿su pelo? (Aparte) Ya no queda con qué comparar…
(Risas)
Beatriz: Ah, con que ha vuelto esa lengua olímpica… Lo que no brilla en la arena, brilla en su lengua… Y siempre ejercitándose con las mujeres…
Benedicto: Otros las ejercitan CON (resalta la palabra con) ellas y a ustedes se las ve contentas en esas gimnasias. (Aparte) ¡Tristes halagos, Asquerosos besos! (Hace que la mira de pronto) Pero si es la buena Beatriz… ¿vives todavía, señorita “Desprecio”?
Beatriz: Vivo, y ahora con tu visita, crezco también… ¿qué puede alimentar más el desprecio que tu presencia?
Benedicto: Las mujeres no opinan lo mismo… las tengo a todas aturdidas…
Beatriz: Seguramente aturdidas no en el corazón, sino en los oídos (Aparte) ¡Nunca se calla!
Benedicto: Aturdidas de amor, enamoradas, pero ¿puedes creer que ninguna me gusta?
(Beatriz resopla con furia)
Leonato: Vamos, señores, todo está dispuesto para la humilde bienvenida…
Benedicto: (A Beatriz, todavía furiosa) A mí ya me la ha dado su dulce sobrina… (guiña un ojo al público)
(Salen todos hacia el interior y quedan Claudio y el Príncipe)
Pedro: ¿Qué te sucede, amigo, que frunces el seño? ¿Qué te preocupa?
Claudio: Ella… (silencio) Ella me preocupa. Hero. ¿Has visto, como yo, lo bella que es? Me quita el aliento su presencia. No puedo dejar de mirarla. Y la veo sonrojarse y bajar la vista!!!  Esa pureza me desarma.
Pedro: Guerrero desarmado… A esta batalla le llaman amor… ¿Podrá ser, Claudio enamorado?
Claudio: Completamente. Pensé que la memoria me engañaba cuando la recordaba, pero ahora que la he visto sé que no le había agregado ni un encanto. Es incluso más bella que en mi recuerdo. Y tan inocente… Tendré que conquistarla si no quiero morir de pena.
Pedro: Lo harás. Yo mismo me ocuparé de hablarle.  Voy a convencerla y ofrecerle todos los honores de una Boda Real. Sé que aceptará. Estoy seguro. Esta misma noche le diré…
(Sale Bonacchio de su escondite) Entra Don Juan.
Bonacchio:  Ah, mi señor, qué oportuno eres. Llegas cuando acabo de oír un diálogo jugoso…
Don Juan: (Con gesto de desinterés) Sabes que a menos que sea sangría, nada me resulta jugoso... Dilo ya, ¿qué oíste?
Bonacchio: Algo que te ayudaría a destruir al preferido de tu hermano, el Príncipe.
Don Juan: ¿A Claudio? Ah, sí, deseos de destruirlo no me faltan. El me desplazó del sitio preferencial que Pedro me reservaba…  ¡A mí, que soy su hermano!  Algún día se lo haré pagar…
Bonacchio:  Pues ¡ese día llegó! El tonto de Claudio está intentando cortejar a Hero, la hija de Leonato. Tu hermano, el Príncipe en persona, mediará ante ella para que lo acepte…
Don Juan: (Sonríe torvo, se frota las manos) Esto sí se parece a una sangría…















Acto II
Escena I. Baile de máscaras.
(Se ve un baile de enmascarados, varios actores en escena, música festiva)
Bonacchio: (A Margarita) Ven aquí, mi potrilla, a ver si recuerdas los revolcones de otros tiempos… (Ella escapa, él la detiene la cintura le besa el cuello y salen de escena)
(Antes de la salida de la pareja anterior, Benedicto, enmascarado, se acerca disimuladamente a Beatriz, que no lleva máscara)
Benedicto: ¿Se divierte esta joven doncella?
Beatriz: ¿Joven? ¿Doncella? (Aparte) ¿A mí me habla? (Fuerte) Por lo visto no sólo su rostro tiene máscara… esa lengua mentirosa me recuerda a alguien…
Benedicto: (Titubeando) ¿A… A alguien?
Beatriz: Sí, a un idiota que se anima a mi duelo verbal sin suficientes armas. Benedicto, se hace llamar… ¿Lo conoce?
Benedicto: (De pronto finge la voz, una voz finita…) ¿Benedicto? No, no. No lo conozco… aunque su prestigio resuena por estas tierras…
Beatriz: ¿Prestigio? No, usted estará hablando de otro… el bribón al que me refiero no tiene más prestigio que el de una rana. Es un simple bufón del Príncipe. Lo tienen allí para entretener con su “bla bla bla bla bla” a los capitanes que sí brillan en batalla. (Ella voltea, lo mira a la cara un segundo, hace una reverencia y sale)
Benedicto: (con voz penosa, para sí mismo) ¿Un bufón? ¿Para entretener?
(Entra Claudio)
Claudio: Salud, Benedicto, amigo mío…
Benedicto: (Descubierto, cambia el tono a enojado) No, esta mula bocona no se saldrá con la suya. Esta batalla recién comienza…  (Sale chocando con Don Juan, Bonacchio y Conrado)
(Por el otro extremo entran Hero y el Príncipe del bracete)
Pedro: Sí, mi querida, el acuerdo será feliz para todos… (La hace girar como en baile y al final la toma de la cintura y bailan).
(Bonacchio y Don Juan murmuran a espaldas de Claudio, luego suben la voz)
Bonacchio: La conquistó, finalmente… El príncipe está comprometido!!!!!
(Claudio adopta un rictus de dolor)
Don Juan: Es cierto, ella lo ha aceptado…  Mira cómo bailan… Yo oí cuando le confesaba a su padre que la quería para sí. Que había tenido que sofocar los deseos de otros capitanes que también la pretenden. Pero ahora ya es de él…
(Se acercan Pedro y Hero, al grupo de hombres. Don Juan baja la vista y se corre a un extremo.)
Pedro: Querido Claudio, hombre tan cercano a mi corazón…
Claudio: Tan cercano que se lo ha tragado…
Pedro: ¿A qué te refieres, amigo?
Claudio: Tu corazón se aproximó tanto al mío, que parece que me lo ha arrancado…
Pedro: No entiendo. ¿Qué te pasa, Claudio? ¡Estás enfurecido!
Claudio: Nada que no pueda borrar otro compromiso…  (Intenta salir, Pedro lo detiene)
Pedro: Señor Leonato, venga usted a contarle a mi amigo el tesoro que piensa darle…
Leonato: Sí, Señor Claudio, la mano de mi hija le ha sido concedida. El Príncipe la pidió en su nombre…
(Claudio sonríe sorprendido a Pedro. Luego, con una sonrisa plácida, mira fijo a Hero. Ella lo mira con las manos entrelazadas sobre el pecho y la cabeza de lado)
Claudio: ¡No puedo creerlo! Gracias, Dios mío. Y a ti, Señor Príncipe… te debo cada instante de felicidad desde este minuto hasta mi muerte… (Toma de la mano a Hero, la acerca y la besa)
Don Juan resopla y sale meneando su capa.
(Quedan Pedro, Claudio y Hero de la mano, y Leonato.)

Escena II. Celestinos para B. y B.
Pedro: Ah, cómo me gustan las bodas… ¿No es cierto, Claudio?
Claudio: (mirando a Leonato) Es cierto. Armar bodas es su entretenimiento en tiempos de paz…
Leonato: Pues entonces debiera lograr lo más improbable… un casamiento para mi sobrina Beatriz… Ella es tan ingeniosa que ningún hombre podría aburrirse aunque viviera con ella tres siglos. Es bella y alegre, en fin, tiene tantas virtudes… Me apena que sea tan reacia a los hombres…
Claudio: ¿Reacia? ¿No será indiferente? ¿No tendrá vocación monástica?
Leonato: Nada de eso, el silencio no es para ella. Canta, baila y ríe a los gritos… Y los hombres (se muestra pensativo) Mmmm, no, no le son indiferentes. Especialmente algunos… Al contrario, parece estar siempre dispuesta a pelearlos.
Pedro: Ah, empieza a gustarme el asunto… Usted sabe (guiñándole un ojo a Claudio) que entre el odio y el amor hay un solo paso…
Leonato: Sí, es cierto… Pero, ¿en qué está pensando, Don Pedro?
Pedro: Le contestaré con una pregunta… ¿a quién se refiere cuando piensa en un hombre que no le es particularmente indiferente? ¿Con quién le gusta reñir a la bella Beatriz?
Claudio y Hero (al mismo tiempo): con Benedicto.
Pedro: Ja!!! Lo sabía… los he visto mirarse con fiereza…  Si somos hábiles, tendremos doble boda, amigos…  Éste es el plan (los tres se acercan y gesticulan como si se contaran un secreto, mientras suena alta la música y cierra el telón)
















Acto III
Escena I. Engaño a Benedicto.
Escenografía: una fuente en el centro, y plantas alrededor.  
(Llega Benedicto y se sienta junto a la fuente con un libro abierto. Dos segundos después, entran Claudio, Leonato y Don Pedro.  Se paran a espaldas de Benedicto)
Benedicto: (Aparte) Seguro vendrán oyendo los poemas de amor que ahora se le ocurren al tonto de Claudio… ¿Cómo un hombre rudo en la batalla, feroz, valiente y agresivo, puede volverse esa babosa llena de palabras cursis y pegajosas… ¡Que Dios me salve de toda la estupidez del amor, los enamorados, y sus corazoncitos trazados en tiza! Puaj, miel inmunda…
(Los recién entrados hablan alto, fingiendo no notar su presencia)
Leonato: Les digo que me lo ha contado mi hija, no puede ser mentira… Ella es su confidente.  Desde hace cuatro años no se separa de ella jamás. Si Hero dice que está enamorada, lo está, lo puedo asegurar…
(Benedicto para la oreja… )
Don Pedro: Bueno, es lo esperable para una dama de su edad…
Leonato: No, señor, Beatriz es distinta…
(Benedicto abre grandes los ojos y sonríe burlón)
Claudio:  ¿Pero será posible? ¿De quién, entonces?
Leonato: Bueno, aquí viene el asunto… Por eso se lo confío a usted, Señor Príncipe… No se trata de un joven de nuestra ciudad. Es alguien que llegó recientemente, aunque había estado aquí varias veces.
Don Pedro: Por esas señas podría ser yo, jajaja. Pero seguro tendrá en mente alguien más joven...
Claudio: ¿Será alguno de tus capitanes, Señor?
Don Pedro: Acaso, Leonato,  ¿podrá ser uno de ellos?
Leonato: Me temo que sí, Señor. Usted conoce muy bien al hombre que le quita el sueño a mi sobrina Beatriz… Aunque parezca insólito, ella ama en secreto al señor Benedicto de Padua.
(Benedicto se atolondra y se cae de la silla, se oye un estruendo)
Don Pedro: (Haciendo un guiño a Leonato) ¿Qué fue eso? ¿Acaso un pájaro?
(Benedicto se atolondra más y comienza a hacer un chillido de pájaro)
Claudio: Prosigue, es sólo un ganso…
Leonato: Lo dicho: Beatriz está enamorada de Benedicto, pero su orgullo no le permitirá jamás reconocerlo. No se lo hará saber y será siempre infeliz… ¿Qué puedo hacer yo? Es penoso saberlo deber callar…
Don Pedro: Sí, qué pena. No deja de ser muy triste ver marchitar una flor tan radiante… Es bella, es noble, es graciosa e inteligente… No sé si mi buen Benedicto merece una joya semejante…
(Benedicto gesticula su furia y sorpresa)
Claudio: Pero no seremos nosotros quienes rompamos su secreto.
Don Pedro: No, claro, de ninguna manera… (salen)
(Se escuchan voces femeninas, Benedicto levanta su libro y se va raudo)
Escena II. Engaño a Beatriz
(Entran Margarita, Beatriz, Hero y Úrsula)
Beatriz: Debes tomar el sol y respirar el aire de los jardines. Eso nos pone más bellas. Ahora tienes a quien dirigirle todos tus cuidados y encantos…
Hero: Tienes razón. Pero mira qué mal tengo mi cabello…
Beatriz: Margarita, trae el cepillo de Hero y el espejo de plata…
Hero: No, mi cepillo ha perdido las cerdas… Ya no sirve más que para las crines de las yeguas… Préstame el tuyo, amiga mía.
Beatriz: Amiga, Prima, pero como una hermana. ¡Claro que te lo presto…! (a Margarita) Vé, trae el mío… (Sale Margarita)
Hero: ¿Eres feliz con mi compromiso?
Beatriz: Claro que sí, Hero querida. Me alegra tanto que contraigas matrimonio… Y con un capitán de Don Pedro de Aragón!
Hero: Tú misma podrías hacerlo si quisieras…
(Llega Margarita y le hace una seña a Hero)
Beatriz: ¿Qué quieres decir con eso?
Margarita: Señora, no encuentro lo que me ha enviado a buscar… ¿Podría decirme dónde está su cepillo?
Beatriz: (Mira un segundo a Hero, como pidiendo respuesta.) Déjalo, Margarita, yo misma iré… (Sale)
Hero: (A Úrsula y Margarita) Síganme la corriente. Finjan que no la ven cuando se acerque. Tengo un gran plan. Confíen en mí, que pronto casaremos a esta liebre escurridiza que elude a los hombres desde hace tiempo. Será feliz cuando se deje atrapar! Aquí viene…
(Fuerte) Les digo que es cierto. Me lo ha dicho mi amor, que está conmocionado con la noticia. Si lo supiera Beatriz… (Entra, pero retrocede y se queda escuchando)
Margarita: Dílo…
Hero: Que está enamorado de ella…
Margarita: ¿Tu amado enamorado de ella?
Úrsula: Pero no, torpe… no él, sino Benedicto de Padua…
(Beatriz cambia el gesto de preocupación por una enorme sonrisa)
Hero: Eso mismo. Imagínense el orgulloso Benedicto, enemigo de la raza femenina, enamorado perdidamente de mi prima Beatriz! Dice Claudio que se consume de noche pensando en ella y de día buscando un encuentro casual…
Beatriz: (Aparte) Dios mío… ¿cómo puedo estar sintiendo una alegría semejante? Esto no es normal… si yo lo detesto… ¿Por qué me alegraría que me ame? ¿Es que me estuve engañando y, como él, sólo me consumo pensando que nunca lo tendré? Ah, Dios mío, qué feliz estoy! Sale bailando…
Escena III. Trama de Don Juan.
Don Juan, Conrado, Bonacchio.
Don Juan: (A Bonacchio) Dime qué has pensado…
Conrado: ¿Éste piensa?
Bonacchio: ¡Cállate, inútil! (A Don Juan) Se me ocurrió un plan que desbaratará la boda en un segundo. Mesina le declarará la guerra al Príncipe si las cosas salen como debieran…
Don Juan: ¡Explícate ya!
Bonacchio: Esta noche iré a visitar a Margarita. Sabes que es ardiente conmigo, y siempre me recibe muy bien… Pues le propondré uno de nuestros juegos: le pediré que tome prestada la capelina de su ama, Hero.
Don Juan: ¡Ah, ya te adivino! ¡Qué malo eres: me superas! ¿Sugieres que yo lleve hasta allí a Claudio y halle a su linda Hero revolcándose contigo? (Suelta una carcajada) ¡Qué divertido será que vea a esa perra lujuriosa de Margarita y crea que es Hero! Ya lo gozo de solo pensarlo…
Bonacchio: Tú sólo debes traer a Claudio y yo los esperaré con ella aquí mismo.
(Don Juan sale caminando con Conrado)
Conrado: Estamos de suerte…. Mira (señala con el dedo) aquí viene…
Don Juan: (A Claudio) Amigo Claudio, eres tristemente oportuno. No imaginarías lo que acabamos de ver…
Claudio: ¿Algo grave?
Don Juan: Depende cómo lo veas. ¿Te casarás mañana? Pues sería más grave si te hubieras casado ayer.
Claudio: No entiendo, ¿qué tiene que ver mi boda con esto?
Don Juan: Tómalo como una bendición. Información fundamental antes de tu gran decisión. Tú sabrás qué hacer con ella…
Claudio: Dilo ya.
Don Juan: No diré nada, tú mismo lo verás con tus ojos. Acompáñame unos pasos.
(Caminan de nuevo hasta el escenario. Que está casi en penumbra. Se ve la pareja, ella de espaldas, besándose)
Don Juan: ¿Ahora entiendes? Tu linda Hero se entrega al sucio de Bonacchio antes de vestir el traje de la pureza para dejarse tomar por ti, en el altar. ¿Puedes creerlo?
(Claudio se muestra sorprendido y furioso.)
Claudio: (gritando) ¡¡¡¡¡No!!!!!
Don Juan: ¡Silencio! (Le tapa la boca y se lo lleva.)
(Apagón)




Acto IV
Escena I. Boda frustrada.
(Se presenta Claudio, con Benedicto, Don Pedro y Don Juan,  en medio de las mujeres, en el momento en que le prueban el tocado a la novia. Está Leonato, su hermano, las sirvientas y Beatriz)
Claudio: Señor Leonato, puede quemar esa basura de encajes porque no la usará antes de que se ponga rancia y amarilla.
Leonato: ¿Cómo dijo Señor?
Claudio: Vengo a avisarle que usted pretendía venderme un cisne blanquísimo y yo en cambio veo que es un cuervo oscuro como la noche…
Leonato: Pero, ¿a quién se refiere?, Hijo…
Claudio: ¡Ah, eso sí que no! ¿Hijo suyo? Jamás… (Tomando a Hero del brazo y agitándola) Yo con esta montaña de vicios no me caso ni muerto…
(Hero con expresión de terror lo mira fijo. Él la mira a los ojos)
Claudio: (gritando) ¿Y todavía te atreves a mirarme a los ojos, perra lujuriosa?
Hero: (rompe en llanto, cae desplomada, como sentándose sobre el vestido. Se tapa la cara y llora desconsolada)
(Las mujeres la consuelan, menos Beatriz que permanece como alerta examinando a quien habla.)
Leonato: ¡Explíquenos su insulto ya mismo, caballero!
Claudio: Que se lo explique su hija que se compromete con un hombre que la adora sinceramente y le hace creer que es inocente, para revolcarse una noche antes y quién sabe cuántas más, con otro hombre… Yo ya he dicho lo que debía. (Sale)
Don Pedro: Sepa que la boda ha sido cancelada, Señor Leonato, por motivos obvios…
(Salen Don Pedro y Don Juan. Consuelan a Hero Úrsula y Beatriz. Margarita permanece atrás con una expresión de espanto y se toca nerviosamente el delantal) Leonato camina de un lado al otro sin paz. )
Antonio: Cálmate, hermano, todo esto debe ser un malentendido…
Leonato: ¿Malentendido? No lo creo, Don Pedro no vendría a cancelar la boda si no hubiera una razón de peso.  (Rapto de violencia, intenta agarrar de los pelos a la niña, lo frenan Antonio e interpone el brazo Úrsula) ¿Qué has hecho, criatura endemoniada? ¿Cuánto tiempo me has tenido engañado sobre tu virginidad y virtud? ¡Como una ramera, entregada a un soldaducho cualquiera!
(Hero no contesta, sólo llora)
Leonato parece agitarse de más.
Antonio: Ven aquí, hermano, esto va a dañarte la salud si no te calmas. Vamos a que respires profundo y luego volverás a hablar con tu hija…
Leonato: ¿Hablar? Que ni lo sueñe.  No hablaré nunca más con esa basura…
Úrsula: Lléveselo, Antonio, ya mismo, que la niña se nos irá en llanto…                                                      
(Beatriz besa a Hero. Benedicto espera a su lado)
Beatriz: Úrsula, llévela… prepárele un baño y que no hable. Yo misma subiré en unos minutos.
(Salen todos excepto Beatriz que no nota a Benedicto detrás. Saca un rosario del escote) Benedicto hace caras)
Escena II. Trato entre B y B para salvar la honra de Hero.
Benedicto: (Aparte) ¡Qué buen lugar le reserva a Dios!
 (Beatriz se hinca a rezar, mientras solloza).
Benedicto se inclina tras ella como abrazándola, aún sin tocarla)
Beatriz: (da un salto y se pone en pose de lucha) ¿Qué hace loco demente? ¿Cómo se atreve?
Benedicto: Perdón, perdón, señorita Beatriz… no se escandalice, sólo quería consolarla, no, no, mentira, quería sacarle una avispa apestosa que tenía justo en su… en su… (hace gesto con su mano sobre su mismo pecho), su… hombro.
Beatriz: No necesito que me consuele… No soy yo, sino la pobre Hero. ¿Usted ha visto lo que hizo su amigo Claudio? ¿Sería capaz usted de barbaridad semejante? ¿De amar a alguien…
Benedicto: Sí, sí, de eso sí
Beatriz: y luego decirle ramera delante de todos los sirvientes?
Benedicto: No, no, eso no.
Beatriz: De enamorar a una mujer hasta el límite de que no piense jamás en otra cosa que en usted…
Benedicto: Sí, sí, espero que sí
Beatriz: Y luego humillarla a las puertas mismas de la Iglesia…
Benedicto: No, no, eso no…
Beatriz: De acusarla de lujuriosa ante su padre, cuando ella lo ama y lo desea sólo a usted con todo su corazón…
Benedicto: ¿Me ama?
Beatriz: (como despertando de un sueño) ¿Que si lo amo? Em, em, ¿me daría un instante para pensarlo? (Se va hacia atrás del escenario como pensativa. Vuelve) ¿Usted me ha preguntado que si lo amo?
Benedicto: eh, no exactamente, pero sería un alivio que lo contestara…
Beatriz: ¿Por qué sería un alivio, Señor?
Benedicto: Bueno, porque… porque…  (Aparte) No sé si me salgan las palabras… creo que me quedaré mudo, que nada se me ocurrirá para decirle…
Porque desde que la he visto hace unos cuatro, cinco, seis años y tres o siete u ocho meses y catorce o quince o dieciséis días no he hecho más que aborrecerla y odiarla y repudiarla y dibujarla para torturarla con mis lapicitos de crayón traídos de la batalla de Lepanto allá por el 85, 86, tal vez 87, en una caja monona de madera clara, con unos ribetes al estilo hindú…
Beatriz: ¡Al grano!
Benedicto: Ah, sí, sí, decía que desde que la vi, deseé su muerte más que ninguna otra cosa, o tal vez el corte de su lengua, el guisado y el banquete de la misma lengua por parte de unos indios del sur del Nuevo continente, o tal vez hecha al vapor en la China septentrional…
Beatriz: ¡Agonizo, me muero, no llegará a decirme lo que quiere!
Benedicto: Ah, sí, bueno, pues que la odié mucho al punto de no dejar nunca de pensar en usted, en como abre grande esos ojos cuando dice algo inteligente, en cómo bambolea las faldas cuando enojada por una bromita sale enfurecida, en la arruguita que se le hace en la nariz cuando me dice “Asno” o lo mucho que brillan sus ojos a la luz del sol, o en fin, lo tremendamente feliz que me ha hecho saber que usted me a…
Beatriz: ¿Que yo qué?
Benedicto: Que usted me a…. borrece…
Beatriz: Ah (se cruza de brazos y respira hondo como si se lamentara de que no dijo lo esperado)
(Ambos se quedan en silencio y mirándose)
Benedicto: Volvió la avispa!
Beatriz: ¿Dónde? ¿Dónde? (Baja la vista para mirarse el escote y el vestido y él se acerca y la toma de la cintura)
Benedicto: No puedo callarlo más
Beatriz: Menos mal que callaba…
Benedicto: Hablo en serio. No puedo ya ignorar que la amo. Y que siempre aborrecí, no a usted, sino a la idea de que nunca me querría. ¿Acepta mi amor, bella Beatriz?
Beatriz: (con tono caprichoso) No pienso responde… con palabras. (De sorpresa lo besa en la boca. Se abrazan y permanecen dos segundos) Bueno, bueno, ya está bien (lo quita de encima) Dejemos los corazoncitos para otro momento… Debemos vengar a Hero… Usted me ha dicho que me ama. Si me ama, matará complacido a su amigo Claudio…
Benedicto: Eh?  No, ¿está loca?
Beatriz: Hace un segundo le encantaba mi locura…
Benedicto: Bueno, pero no ésta locura… Déjeme pensar… (silencio) ¡Lo tengo! Mataremos a su prima.
Beatriz: ¿Y yo soy la loca? Corra que lo voy a moler a palazos, atrevido…
Benedicto: No, entienda bien. No la mataremos realmente, echaremos a rodar el rumor de que murió de pena por el rechazo de Claudio…
Beatriz: Pero, ¿y eso con qué objetivo?
Benedicto: Aquí está mi brillantez, querida… Verá lo genial de mi inteligencia…
Beatriz: Buá…
Benedicto: Imagínese... en primer lugar, no hay nada que haga reflexionar más que la misma muerte… El sólo pensarla muerta hará que Claudio lamente su reacción…
Beatriz: Es cierto eso.  Quizá hasta creyéndola culpable se arrepienta del arrebato con que la rechazó…
Benedicto: Es un hombre de bien, le aseguro que así será…
Beatriz: Pero de eso a que vuelva a amarla… ¿cómo haremos?

Escena III. Dogberry descubre el engaño.
Entran  Vergez  y  Dogberry con armas. Están sentados en las gradas Conrado, Borachio y un tercero. Los tres bebiendo.
Conrado: Eres tan buen actor, malvado Borachio!
Borachio: (ríe a carcajadas) No creas, no he fingido mucho… Margarita me gusta mucho y ya muchas veces se me ha entregado. Yo no actuaba, mostraba mi real placer. Todo el engaño surtió efecto gracias a la falta de luz y a la capelina…
Tercero: ¿Capelina?
Conrado: Sí, Margarita llevaba puesta la capelina de Hero al momento del encuentro con este borrachín…
Borachio: Es cierto, ella lo tomó prestado…
Conrado: Lo robó, dilo con todas las letras
Borachio: No, no es cierto. Ella es inocente, de buen corazón. No robaría jamás…
Conrado: Pero lo llevaba puesto…
Borachio: Sí, es cierto. Ella sólo quiso complacer un capricho mío… Le pedí que se vistiera como una dama de alcurnia. Que vistiera como su ama. Pero se negó a tomar el vestido.
Tercero:  ¿Cómo lo logró, entonces?
Borachio: Bueno, ella concedió tomar sólo la capelina prestada. Su ama Hero dormía mientras ella se me entregaba.
Vergez: ¿Oíste eso, Dogberry? ¿Entendí mal o aquí hubo un engaño?
Dogberry: Oiste igualito a mí. O sonó así o tenemos oídos con idéntica creatividad, jaja… Gemelos! (Alzando la mano para golpearla contra la de Vergez) Choque!
Vergez: ¿Tendrá que ver esto con la muerte de la niña Hero?
Dogberry: Ah, espero no tener cerebro gemelo. Eres una mula, o no, la mula es mamífero… tal vez su cerebro sea de tamaño, pensemos en otra cosa: un ¿sapo? MMMM… No, sapo no, tiene la inteligencia de ser anfibio, no! Tú eres más torpe… una mosca? MMMm, No, no, demasiado rápida para tu cerebrito… Serás un…
Vergez:  Basta… seré un trébol, te parece?
Dogberry:  ¿Trebol? Jaja, sí, un trébol! Ése me gusta… ¿Y dónde están tus tres brazos?
Vergez: ¿Tres brazos? A ver, déjame ver… aquí tienes uno (alza uno), mmm, aquí tienes dos(alza el otro) A ver… (se mira un pie y lo alza) No, no. (se mira otro y lo alza) Tampoco…. (silencio) ah, ya sé, y se alza el pantalón como espiando dentro…
Dogberry: Ya basta! Lo sé, eres un burro y punto. (Vergez sonríe pícaro) ¿Pero cómo hemos llegado aquí?
Vergez: caminando…
Dogberry: No, burro, a esta discusión… (Se muestra pensativo) ah, ya sé… éstos (señala a Conrado, Borachio y el tercero)
Vergez: Cierto, cierto… ¿Será que éstos han engañado a Claudio, haciéndole creer que Hero se entregaba a Borachio?
Dogberry: Brillante, Vergez!!!!! Acabas de dejar tu cerebrito de mula, burro, mosca, sapo…Ahora eres un…
Vergez: ¿Un “tú”? ¿Un Dogberry?
Dogberry:  ¡Ponele!
Vergez: Entonces, ¿un Dogberry qué haría? Llevaría presos a estos embusteros, ¿verdad?
Dogberry: ¡Verdad! A la carga!!!!!
(Apuntan con sus bayonetas a los tres borrachos y a los gritos se los llevan…)

Escena IV. Condena de Claudio.
(Irrumpe Benedicto y toma del cuello a Claudio)
Don Pedro: ¿Qué sucede, Benedicto? Quita tus manos de ahí… lo estás ahorcando!!!!
Benedicto: ¡Eso quiero! Maldito, ¿a quién crees que sirven con esta infamia?
Claudio: ¿De qué hablas, amigo?
Benedicto: (A Claudio) Pagarás por lo que has hecho… ¡Pobre Hero! Yo mismo me ocuparé de vengarla. Mereces que te mate aquí mismo….
Don Pedro: Alto ahí! Me debes obediencia… te ordeno que sueltes a mi capitán. ¿Qué locura es ésta?
Benedicto: (Lo suelta, Claudio tose) Cuídate de mí, maldito… Y, usted, su Alteza, también tiene culpa en esto.  Los tres han cometido un crimen con esta familia… Don Juan, como buen traidor, ya se habrá fugado…
Don Pedro: ¿Fugado? ¿Estás seguro?
Benedicto: Pregunte a sus guardias… lo han visto huir por los túneles de Mesina… No lo olviden, si no soy yo, el buen Dios le dará su merecido a él y a ustedes, sus cómplices…
(Sale Benedicto. Entran Vergez y Dogberry)
Dogberry: Señor, Su Alteza (hace reverencia)
Don Pedro: Dogberry, qué te trae por aquí? ¿Has visto a mi hermano Don Juan?
Dogberry: Sí, lo he visto… Luchaba en la batalla con mucha destreza…
Don Pedro: No, no, torpe, me refiero a si lo has visto últimamente…
Dogberry: ¿Últimamente? Suele caminar detrás de usted, no creo que marche último…
Don Pedro: Contesta tú, Vergez…
Vergez: ¿Se refiere a si acabamos de verlo?
Don Pedro: Sí, claro…
Vergez: No lo hemos visto. Pero sí vimos a sus secuaces…
Claudio: ¿Secuaces? ¿De Don Juan?
Dogberry: Así es… El juez les hizo escupir todo… Los malos de Borachio y Conrado confesaron su maldad. Todo ha sido un engaño de su hermano, Alteza…  No entendimos para qué aún, pero al parecer Margarita, el aya de Hero, tomó prestada su capelina y se entregó a Borachio vestida de Hero…
Claudio: ¡¡¡Dios mío!!!! ¡Qué he hecho!
Don Pedro: ¿Estás seguro de lo que dices, Dogberry?
Dogberry: Aquí el burro de mi amigo puede corroborar lo que digo…

(Entran Leonato y Antonio con gesto de desolación.)
Don Pedro: (A Dogberry) Déjanos, vayan a custodiar a esos traidores
(Salen Dogberry y Vergez, haciendo reverencias y morisquetas)
Leonato: Su Alteza…
Don Pedro: Señor… ¿vendrá usted a disculparse con mi amigo por haberle prometido una paloma y haberle dado una hiena?
Antonio: ¡Maldito, no sabe lo que dice! (A Leonato) Cálmate, hermano…
Don Pedro: ¿No sé lo que digo? Explíquese, anciano…
Leonato: (A Antonio) Déjame a mí. Se trata de mi hija.
Antonio: También de la mía…
Claudio: ¡Hablen, señores, de una vez!
Leonato: ¿Está seguro que quiere saber? Después de lo que diré su conciencia, Sr. Claudio, no descansará jamás. Mi noticia es una tragedia. Y usted la ha provocado.
Antonio: Si no lo dices, yo lo haré…
Leonato: No, no… Señores, ustedes han cortejado a mi hija… han mentido, han difamado…
Antonio: Yo se los diré sin tapujos: Hero ha muerto. La pena de su difamación la sumió en un desvanecimiento del que jamás despertó… Ustedes, señores, son sus verdugos…
(Claudio se da vuelta, se cubre la cara y llora)
Don Pedro: ¿Es una broma? (se toma la cabeza) No puede ser cierto…
Leonato: Pues lo es… han matado a mi hija... Mi única hija…
Antonio: Te lo he dicho, hermano, mis hijas serán las tuyas, no te preocupes… (A Don Pedro) ¿cómo piensa consolar a este hombre, Alteza?
Leonato: Nada que éste pueda hacer me la regresará, hermano…
Claudio: (voltea y se destapa la cara intempestivamente) Nada de eso, señor, usted hallará la forma de castigarme. Sométame a la condena que usted quiera. Mi culpa pondrá la cabeza bajo el yugo que usted quiera imponerle.
Leonato: (finge estar pensativo) ¿Una condena?
Antonio: Sí, eso es, pagarán por lo que han hecho, hermano. Y yo ya sé cuál será la pena… (A Claudio) Tengo una hija, señor, de corazón tierno, aunque defectuosa. Su rostro no puede compararse con la belleza de Hero. Ella no ha logrado aun pretendientes, pero desea ser esposa y madre. Usted cumplirá la pena por la muerte de Hero, tomándola como esposa.
Don Pedro: Señor, el matrimonio es para toda la vida… debe mediar el amor entre ellos.
Claudio: Amigo, acepto mi sacrificio… No hay nada más que hablar. Haré todo mi esfuerzo y terminaré amándola…
Antonio: Entonces esta misma noche se celebrará la boda, tal como habría sido… Y mañana usted será el esposo de mi hija a la que respetará, cuidará y amará como si fuera su prima…
Claudio: (Desolado) Así será

Acto V
Escena I. Crece el amor entre B. y B.
(Cerrado el telón. Benedicto en la escalinata.)
Benedicto, sentado en la escalinata
Benedicto: Un poema, eso es lo que debo hacer… tengo que ablandar ese corazón que es alternativamente como un volcán y como piedra helada…
“Beatriz, bella rosa…
¿Rosa? No, no podría ser una rosa… , a decir verdad, más que una rosa es la espina… o más, todas las espinas, tal vez el tallo…
¿Miento? ¿O digo la verdad en mi poema?
Es que ese tallo repleto de espinas tiene una dulzura especial, la dulzura de un fruto cuya piel sólo las garras de un valiente pueden atravesar…. Pero dentro… Dentro sospecho que es una tierna criatura… ¿y si usara la imagen del caracol, con su caparazón ruda y su bichito tan frágil…?
Mi amado caracol… ¿Le gustará que la compare con un caracol? O quizá una tortuga… también dura en la corteza y blanda en el centro…
Beatriz, bella tortuga…
Mejor miento: Beatriz, bella rosa…
(Se abre el telón. Beatriz con un espejo de mano, detrás, escondidas entre los muebles Margarita y Úrsula)
Beatriz: Ay, Benedicto… quisiera mi corazón no amarte, pero qué puedo hacer para refrenar esta pasión que te tiene en el centro de todo… Cuánto desearía ser más y más bella, (se peina) que mi cabello fuera más bonito, que mis ojos brillaran más para que notaras, sin que mis labios orgullosos lo dijeran, cuánto te amo... Pero cuando pienso en lo testarudo que eres, me arrepiento de todos mis deseos. ¡Qué hombre irritable! ¡Pero qué buen porte, qué fuerte, qué valiente…
(Se ríen las espías. Beatriz las oye y se para de inmediato. Justo irrumpe Benedicto)
Beatriz: Señor Benedicto, (esconde el espejo) ¿qué hace usted aquí? ¿A qué debo su visita?
Benedicto: A mis deseos… (se detiene) Quiero decir, a mis deseos de contarle lo que ha sucedido…
Beatriz: ¿Novedades?
Benedicto: El plan parece ir sobre ruedas… En este punto, Claudio ya conoce la huida de Don Juan.  Y yo he defendido con mi espada a la señorita Hero. Y a usted, por medio de ella.
Beatriz: ¿Lo mató?
Benedicto: No, no he llegado a tanto.
Beatriz: ¿Lo hirió?
Benedicto: Bueno, depende de lo que usted entienda por herir…
Beatriz: ¿Sangró?
Benedicto: (titubeando) Sangrar, sangrar, así como sangrar….No. Digamos que sangró su alma con mis palabras.
Beatriz: Ah, bueno… (hace gesto de desprecio) ¿Y  qué pasó después?
Benedicto: Pues, nada, he sabido que los guardias hicieron confesar a Borachio. Todo fue un engaño, como usted decía… (Aparte) Ah, cómo te voy a besar…
Beatriz: ¿Qué ha dicho?
Benedicto: ¡Que es usted una mujer veraz!
Beatriz: ¿Se hará la boda, entonces?
Benedicto: Su tío lo dirá. Si Claudio acepta, mañana Hero y él serán marido y mujer… (Aparte) ¡Que sea una boda doble!
Beatriz: ¿Cómo ha dicho?
Benedicto: ¡Será un matrimonio noble! (con nerviosismo) Él es un conde, ella hija de Leonato…
Beatriz: Seguramente (Aparte)¿Qué pasa con mis oídos? Empiezo a escuchar mal... (Sale cabizbaja)
Benedicto: (ya solo) No oyes, mal, mi tortuguita… cuánto quisiera decírtelo.  Tiempo al tiempo…

(Intervalo bailado. Los utileros ingresan bailando y preparan la escena de la boda. Música renacentista, bailarinas con vestuario bailan delante una coreografía)
Escena II. Final
(Todos los actores en escena, excepto Don Juan)
Leonato: ¿Y bien? Es tiempo de su ofrenda.
Claudio: (Con un bouquet de flores) En honor de la bella Hero a quien dirigiré mis oraciones hasta el día de mi muerte. (Se arrodilla. Música plañidera). Por ti ofrezco mis sacrificios. Sólo a ti irán destinados todos mis esfuerzos, amada mía. Quizá desde el cielo, ángel mío, puedas perdonar mi maldad. Siempre te amaré… (Sube la música)
Antonio: Muy bien. Ahora honrará sus compromisos, Señor.  (A Úrsula) Es tiempo de que venga la doncella que hoy será desposada. Tráigala.
(Entran Beatriz y de su brazo, cubierto el rostro, Hero)
Don Pedro: (A Benedicto) ¿Tan defectuoso será su rostro para ocultarlo en este momento?
Benedicto: Lo es, Su Alteza, lo es.
(El sacerdote se pone en medio y toma la mano de Claudio y de Hero y las une, Claudio muestra cierta conmoción)
Sacerdote:  Este es el acto de celebración de una unión perpetua ante Dios. Esta pareja se enlazará en el Sacramento para no separarse jamás.  ¿Está de acuerdo, Sr. Claudio?
Claudio: Sí. Acepto.
Sacerdote: Usted, señorita, acepta unirse en matrimonio con este hombre?
Hero: Sí. Acepto.
Sacerdote: Pues entonces los declaro unidos en matrimonio . Sr. Claudio, puede besar a la Señorita Hero…
Claudio: (confundido) ¿A la Señorita Hero?
(Hero levanta su velo y descubre el rostro. Claudio cae de rodillas y le toma las manos)
Claudio: ¿Eres tú, ángel mío? ¿O es una ilusión de mi mente dolorida?
Hero: Soy yo. (Y lo impulsa a levantarse. Ya arriba) Todavía no me has besado…
(Claudio la besa y la abraza fuerte y así se queda. Explota el entorno en gritos y alegría. Sube la música festiva tres o cuatro segundos.)
Don Pedro: Alto ahí, que no debiéramos dejar ir al Sacerdote, antes de concluir lo que vino a hacer. Señor Benedicto. (Benedicto, sorprendido, se toca el pecho como preguntando ¿yo? Y avanza.) Señorita Beatriz (Se oyen gritos sugestivos. Ella avanza y se pone al lado de Benedicto.). ¿Y bien? ¿van a confesarse amor mutuo ante el Sacerdote?
Beatriz: ¿Cómo dijo? Nunca he sido mentirosa…
Benedicto: ¿Amor? ¿Yo, amor por ella? Su Alteza desvaría…
(Avanzan Leonato y Úrsula y Margarita)
Úrsula: Dí lo que escuchamos todas las tardes desde hace tiempo, Margarita.
Margarita: (Fingiendo sostener un espejo ante su rostro) ¡Qué bueno sería tener un rostro bello para que Benedicto me amara!
(Risas de todos los presentes)
Margarita: ¡Que mi cabello brillara y encandilara sus hermosos ojos azules!
(Suben las risas. Beatriz baja la vista, riéndose)
Don Pedro: ¿Leonato?
Leonato: Bueno, con mi querido hermano hemos hallado un par de cartas de puño y letra de Benedicto.
Don Pedro: ¿Están seguros de que son de él?
Leonato: Segurísimos.
Don Pedro: ¿Qué dicen?
Leonato: Sólo un fragmento bastará, ya verá… “Oh, bella rosa Beatriz, tallo de todas las espinas, pero dulce tallo que tienes mi corazón a los saltos. Ámame, tortuga mía, como yo lo hago!”
(Risotadas más altas. Aparece el Sacerdote detrás de ellos. Se ubica en el centro.)
Sacerdote: No hace falta más testimonio, Su Alteza… (A B y B) Los declaro Marido y mujer.
(Sube la música. Tira de papelitos. Y baile. Cierra el telón.)