domingo, 15 de diciembre de 2019

Nota de Viejo Mar sobre Un ademán de sol de Morisoli


Un ademán de Esperanza
“Un ademán de sol” es el nuevo libro de Edgar Morisoli. Hecho en partes iguales de poemas e imágenes forjadas por ilustradores muy diversos, el libro se permite una calidad que no es habitual en estos tiempos de crisis editorial. Y así como no renuncian sus editores, tampoco cede la voluntad del poeta, que sigue escribiendo con la misma disciplina que lo distinguió siempre. 
En los últimos años Morisoli ha propuesto a sus lectores un concepto diferente del libro de poesía. Como si se tratara de un objeto de culto, una pieza destinada a convertirse algún día en una valiosa antigüedad.
La forma del libro/objeto no hace más que retratar el fondo que edifica la poesía. En este caso, “Un ademán de sol” reúne poemas muy diferentes cuyo punto común es la reflexión sobre lo que significa la actividad poética para el autor.
En efecto, la función social y trascendente del acto de escritura y de lectura de la  lírica  es la reflexión central.
En ocasión de una presentación anterior, el poeta propuso una cuestión teórica: el “tema” y el “motivo” del poema. Los temas vitales de cada autor suelen ser un puñado. Son preocupaciones permanentes del poeta. Ejemplos de ello  serían el abuso de poder o el desamor, por citar dos.
Los “motivos”, las circunstancias con que se plantean esos “temas”, pueden ser muy diversas. Así, cualquier circunstancia ocurrida en Oriente u Occidente, en el siglo XVIII o en el XXI puede servir para hablar de la esencial tendencia humana a excederse en el ejercicio del poder.
En el “tema” del amor fallido, obra de “motivo” cualquier historia individual que reproduzca la falta de atención, de cuidados y cierto maltrato de un amante.
En este nuevo libro, Morisoli vuelve a reflexionar sobre la naturaleza y la función de la Poesía. El tema que subyace a toda la selección es la Poesía como imagen de la Esperanza. Esperanza de combatir, resistir y doblegar las injusticias sociales, pero también la Esperanza trascendente, que incluye el misterio del ser y de la muerte que el hombre en vida no puede abordar sino por la poesía y el arte.
Pero los “motivos” irán desde la historia del fraile Mariano Aspiazu, perseguido por un Virrey, hasta el mate recibido como obsequio de una familia de puesteros del Oeste, pasando por un Juan de Yepes que no es sino el poeta San Juan de La Cruz ponderando esa oscuridad apenas previa a la irrupción de un amanecer del alma. Como si el autor de “Un ademán de sol” nos dijera por intermedio de un poeta del Siglo de Oro español que no hay oscuridad que justifique la falta de Esperanza.
Cruzan en el texto con idéntica importancia anécdotas personales y figuras rutilantes de la literatura y la historia. En todos los casos, el poder restablecedor de la poesía se da cita. Y este hecho quedará enunciado directamente en la presentación de su obra, cuando Morisoli diga: “Creedme: La poesía cura los agravios del alma. La poesía restaura la belleza del mundo frente a los embates del odio y de la arrogancia del Poder.”
“Un ademán de sol” es una convocatoria de la luz, del calor, de la vida que constituye el efecto del sol sobre lo creado. Cada llamado poético será un nuevo “ademán de sol”, un restablecimiento de la Esperanza.
Si el “tema” es la Poesía o la Esperanza, que constituyen, para Morisoli, una sinonimia, sea cual sea la inclemencia que aqueja, (el hambre, el rumor silenciado de las víctimas o la misma condición mortal de nuestra especie) la Esperanza es, como el ejercicio de escritura para el poeta, irrenunciable.
En el evento de presentación de “Un ademán de sol” se hablará  de la dicotomía “utópico/apocalíptico y dionisíaco/apolíneo con que se categoriza el devenir de las artes. Quizá el tema de la Esperanza explique el hecho de que Morisoli se sienta utópico y no apocalíptico, dionisíaco y nunca apolíneo.
La Esperanza lo lleva a pensar en el sitio perfecto, terrenal y perfecto, que imagina Santo Tomás Moro en su libro “Utopía”. Y también decide ilusionarse con la mirada dionisíaca que rebasa la realidad perceptible, que elude el límite de lo que retratan los ojos del presente. En cambio, se ordena a creer en la justicia que no se ve en el aquí y ahora, pero existe y espera en algún sitio y en algún tiempo…
“La esperanza hay que chairearla                                                                                
 de cuando en cuando,                                                                                             
por si hay que afrontar las penas
 salga cortando”