martes, 5 de enero de 2021

Telón pampeano. El secreto. Atrévete a soñar

Telón pampeano. Pájaro soñador

logoINICIOMÚSICA CINE Y ARTES VISUALES TEATRO Y DANZA ENTREVISTAS MUSEOS Y ARTES PLÁSTICAS INFANTILES TURISMO Y ESPARCIMIENTO + MÁS... DE OTRO POZO 15 Diciembre 2020 novela_turca_1.jpg "Pájaro soñador" Por Gisela Colombo Entre los grupos que dispone Facebook mediante “Watch”, (donde es posible ver series completas y películas de muchas procedencias gratis y sin restricciones), existe uno llamado “Series turcas”. Allí aparecen las placas de cada una de las comedias románticas y de los dramas más exitosos que produjeron los herederos del Imperio otomano. Basta con pedir la admisión al grupo. Cuando llega la aprobación, hay que buscar la placa de la novela deseada en “Comunicados”. Entre los comentarios a esa placa están capítulo por capítulo en español, subtitulado o doblado. El subtitulado lo debemos a algunos de los que cumplen esas tareas por mero altruismo estético. Responden a una especie de generosidad sin fines de lucro que dicta difundir aquello que nos ha proporcionado placer y diversión, para que otros lo disfruten. A veces lo hacen en un puñado de horas, lo que permite ver un capítulo emitido en Estambul un miércoles, subtitulado caseramente el jueves o viernes y compartido en youtube o por watch antes de que se cumplan las 48 hs. desde el estreno. Así, mucha gente de habla hispana sigue las novelas al mismo ritmo que si viviera en Anatolia. Las condiciones del cambio monetario turco respecto al euro y al dólar, la pujante industria televisiva y cinematográfica y cierta sofisticación de la técnica fueron ofreciendo al mundo telenovelas cuyo género ha caído en desuso en países como el nuestro. Las últimas quizá las vimos en forma de films protagonizados por el antihéroe ridículo clásico a quien varias veces prestaron el cuerpo Adrián Suar, Guillermo Francella, Carlín Calvo, entre otros. Pero si bien estas comedias románticas pertenecen a un género similar, las turcas suelen fraccionarse en capítulos mínimos en nuestros países latinos. Para el público vernáculo, el episodio tiene alrededor de dos horas. Al vender el producto al exterior, los compradores desmembran el episodio y lo convierten en cuatro o cinco capítulos. Curioso, ¿no? Las ediciones también extirpan cantidad de escenas sin las cuales los guiones se revelan como si fueran torpes argumentos. Por eso es importantísimo el trabajo desinteresado de los fanáticos que traducen en tiempo récord. “ErkenciKus” es una de esas tiras. La ficción es protagonizada por Can Yamán y DemetÖzdemir, dos figuras muy famosas en su país, pero también en otras latitudes y hasta en varios continentes... La pareja ha enloquecido al público en Italia y España a tal punto que en las últimas visitas debió intervenir la policía para calmar a los fanáticos. can_pajaro2.jpg En turco la comedia lleva ese nombre impronunciable, que los españoles rebautizaron como “Pájaro soñador” y doblaron sin los problemas de sonido que suele suscitarnos la filmografía ibérica. Lo cierto es que esta serie se proyectó en varias docenas de países y fue suceso también en EEUU. La historia inicia con la llegada de un fotógrafo joven, famoso, bohemio, aventurero, que es hijo del dueño de una empresa de publicidad. La agencia cumple cuarenta años y ofrece una fiesta en un teatro. Can Divit (Can Yamán), por error, en medio de la penumbra del palco confunde a otra chica con su novia y la besa. A partir de entonces, como conviene al romanticismo absurdo del género, Sanem (DemetÖzdemir), un personaje desopilante,recientemente contratado, pondrá la atención, más que en aprender el trabajo, en descubrir quién fue el sujeto que la besó y le hizo sentir algo inusual. El mismo a quien no le vio más que los zapatos. Ella continuará muchos episodios tratando de identificarlo entre los invitados esa noche, mientras seenreda en mentirasy se va enamorando del fotógrafo. A diferencia de ella, Canla reconocerá inmediatamente cuando descubra que la nueva empleada de la agencia huele igual. Y lo sabrá gracias al particular perfume que ella misma fabrica. Él, en adelante, presidirá la firma y el contacto con Sanem será, por ello, permanente. Con un dinamismo envidiable para toda serie, se exhibirán los vaivenes de una comedia de enredos tradicional, que vista tal cual fue concebida, sin saltear escenas, está excelentemente escrita. En eso se descubre que el proyecto no se mide por “el minuto a minuto” de nuestro rating, ni los guionistas improvisan sobre la marcha trazando argumentos sin rumbo. En estas comediasno hay incoherencias porque claramente tienen escritos todos los capítulos antes de empezar a rodarlas. can_pajaro.jpg “Pájaro soñador” es tan simpática que se torna adictiva. La química entre la pareja de actores es a tal punto evidente que la prensa del corazón los trenzó en la vida real en un amor nunca confirmado. El humor ha sufrido mucho en el entertainment de las últimas décadas. Pero los turcos, que atrasan bastante en las conquistas sociales y conservan los valores de años ha, siguen ofreciendo ficciones livianas y naif, completamente occidentalizadas. Que aun así, recortadas las escenas de besos, ingesta de alcohol y sangre derramada, se vendenen los países árabes y conforman a un público que, como las chicas de Cindy Lauper, “sólo quiere divertirse”...

Telón pampeano. El desorden que dejas

“El desorden que dejas” * Por Gisela Colombo Diciembre puso a disposición en Netflix una producción propia, rodada en España cuyo título es “El desorden que dejas”. Se trata de una serie que en esta primera temporada suma ocho episodios de, aproximadamente, cuarenta minutos de duración y responde a las características específicas del thriller. Si obviamos que se trata de otra producción de Carlos Montero, quien aquí funciona como director y guionista, además de ser quien dio a luz esta ficción literaria premiada en un Certamen de renombre, estamos escondiendo lo más atractivo. En efecto, el novelista, que ha logrado un gran éxito con la novela que lleva el mismo título, ha adaptado lo escrito a un guión cinematográfico y lo ha llevado al lenguaje de las series, como ya lo había hecho en “Élite”. El hombre se desempeñó como guionista de valor para la industria y aquí conjugó ese oficio con el de dirigir, y el de haber escrito el texto original. No son muchos los que podrían superar semejante desafío. Pero, en este caso, lo logra. Raquel, una profesora de literatura que se recupera después de un trauma provocado por la muerte de su madre, se radica en un pueblo de Galicia de donde es originario su esposo, para desempeñarse como docente secundaria en una escuela modelo. Tarde descubre que la contrataron porque la profesora anterior tomó la decisión de acabar con su vida. el_desorden_que_dejas2.jpg El interés que despierta en Raquel (Inma Cuesta) ese final corre a la par de una cuestión siniestra. En principio, entre los exámenes de diagnóstico que toma a los estudiantes, se encuentra con un folleto en el que aparece la foto de su predecesora en el cargo, bajo la leyenda de “Desaparecida”. En el reverso, una letra manuscrita inquiere algo así como: ¿qué tanto tardarás tú, en encontrar la misma muerte? Esta amenaza sirve de advertencia para que conozca de entrada los peligros a los que se enfrenta. En las jornadas siguientes, alguien del curso captura de las redes un video de contenido sexual cuyos protagonistas son Raquel misma y un amigo de su esposo con quien tuvo un romance furtivo. Con el video en mano, aparece la extorsión, que suena sumamente seria por los acontecimientos recientes, pero absurda por lo que le piden a cambio de guardar el secreto. Por ejemplo, que proponga como consignas de nueva evaluación una serie ridícula de preguntas. En este sentido, se desnuda un poco la psicología adolescente, a horcajadas entre la niñez y la vida adulta. A partir de la amenaza permanente de los mensajes acosadores, Raquel deja de dudar, y se aplica a investigar de lleno los hechos que llevaron a la muerte de Varuca (Bárbara Lennie), la antigua docente. Así se despliega toda la trama del thriller, como si se tratara de uno de los textos de Ágatha Christie, que se refieren en clase. De tal modo que, en una alternancia permanente e inexplicada, se introducen en el relato las vicisitudes de la docente fallecida, en sus últimos días de vida, que es precisamente lo que Raquel investiga. Profesora de letras también, Varucatiene un modo heterodoxo de dictar sus clases, modoque apela a la sensibilidad y emoción más que al intelecto de los chicos. Quizá por eso produce una revolución en la vida de varios. Mientras tanto, un problema económico provoca su determinación(en acuerdo con Mauro, su esposo) de vivir algunas experiencias reprochables para conseguir el dinero. Lo cierto es que acaba enredada en un submundo complicado y en una relación indebida con un menor de su clase, que al fin la llevarán a la muerte. Promediando la miniserie una escena que cruza a ambas mujeres de modo azaroso unos meses antes de los acontecimientos, desnuda la clave. Raquel será, amén de sus miedos, quien tome la posta de Veruca y resuelva los hechos. El encuentro es en una clínica donde ambas están acompañando la convalecencia de sus madres, como si en ello fuera la sugerencia de que ambas figuras se espejan mutuamente. el_desorden_que_dejas3.jpg Es notable el talento de quien trazó la historia y muy satisfactorio todo lo que se relaciona con los paisajes y la música. La fotografía, pálida, como conviene a las últimas producciones españolas, recuerda las tiras nórdicas, que tienen esa falta de color característica.El vestuario aparece menos como una herramienta estética que como un testigo de los estados de abandono al que llegan los personajes. Especialmente el de Raquel. Carlos Montero, el escritor, guionista y director, ha dado pruebas de ser un descubridor de figuras, como lo certifica el hallazgo hecho para Élite, y repetido aquí, de Arón Piper (Iago). Los actores consagrados como Bárbara Lennie (Varuca), Inma Cuesta (Raquel), Roberto Enríquez, Tamar Novas, entre otros, no pusieron a prueba esa capacidad del director porque desplegaron un excelente desempeño actoral, sin dudas animado por la experiencia, además del talento. “El desorden que dejas” es, por tanto, una miniserie interesante que presenta, desarrolla y resuelve bien, en sólo ocho episodios que valen la pena. Lo cual no significa, (¡tranquilos los fanáticos!), que no lleguen pronto nuevas temporadas. ¿Quién sabe?

Telón pampeano. Los favoritos de Midas

DE OTRO POZO 28 Diciembre 2020 los_favoritos_de_midas.jpg"Los favoritos de Midas" * Por Gisela Colombo Las producciones televisivas y el cine se comportan muchas veces como portales que abren accesos y nos conducen a clásicos literarios. Obras que de otro modo quedarían reservadas sólo para los entendidos. Esto sucede especialmente cuando se trata de textos que tienen unos cuantos años de editados. Lo mismo ocurre con la serie que estrenó en noviembre Netflix titulada “Los favoritos de Midas”. Rodada y producida en España, recrea un cuento de Jack London. El escritor estadounidense que nació en 1876 bajo el nombre de John Griffith Chaney y luego asumió el apellido del esposo de su madre y padre adoptivo. Se trata de una miniserie televisiva cuya primera temporada consiste en seis episodios de entre cuarenta y cincuenta minutos de relato atrapante. A eso contribuyen, por un lado, la habilidad de su director, Mateo Gil, ya probado en “Mar adentro” y “Las leyes de la termodinámica”, entre otras; y, por el otro, las actuaciones destacables como la del protagonista, Luis Tosar (Víctor Genovés) y Marta Belmonte (Mónica Baez). Igualmente bien están algunos actores de reparto como Willy Toledo y nuestro compatriota Miguel Ángel Solá, haciendo de la tira un espectáculo actoral interesante. Pero, como sucede casi siempre, un buen guión es la piedra fundamental de cualquier éxito cinematográfico o televisivo. Y aquí interviene el mismo Gil, basándose en el texto de Jack London. La historia no ocurre en 1899, como en el original, sino en nuestro convulsionado siglo XXI, lo cual hace del matiz distópico no una promesa de futuro sino un desprendimiento del más próximo presente. Las marchas de protesta en Madrid bien podrían pasar por imágenes de un noticiero de 2020. El relato pone en manos de Víctor Genovés, el presidente del “Grupo Malvar” y deudo del recientemente fallecido Antonio Malvar, una serie de cartas de extorsión rubricadas por un grupo que se autodenomina “Los sicarios/servidores de Midas”, en el texto, y “Los favoritos de Midas”, en la serie. El grupo pide una cifra impensable por su magnitud. En cada una de las esquelas aclara que, de no entregarse lo pedido, una persona elegida al azar sufrirá un asesinato. Al advertirlo, incluso revelan el sitio y la hora en que ocurrirá. De tal modo, la extorsión sufrida comienza a tornarse un dilema moral. ¿Puede tener mayor valor una cifra de dinero que la vida de un inocente? favoritos_de_midas.jpg Genovés, más por tozudo que codicioso o avaro, les niega la entrega y la extorsión recrudece. En este segundo momento, los “favoritos” prometen una muerte por semana. Y cumplen prolijamente. En principio, las víctimas son escogidas aleatoriamente y ninguna sostiene vínculos con el hombre que es objeto del chantaje. Pero a medida que avanza, las condiciones que imponen los favoritos de Midas se endurecen y las víctimas comienzan a acercarse al horizonte social de Genovés. Este hecho es el que explica que el traductor latinoamericano del texto, nada menos que Jorge Luis Borges, sustituya el título de “Theminions of Midas” por “Las muertes concéntricas”. Más allá de la licencia discutible que se tomó el autor argentino al traducir según su tendencia característica de convertir en reflexión filosófica lo que es estrictamente particular, literario y anecdótico, el título desnuda una metodología enfocada permanentemente en el centro neurálgico, que lleva el nombre de “Víctor Genovés”, hacia el que progresivamente avanza todo intento de vulnerar. Pero los realizadores españoles, como estaba ya en ciernes en los propósitos del mismo Jack London, atienden más al asunto social y se enfocan en la crítica a un capitalismo sin regulaciones reales, más allá de lo que pontifique desde los estrados. favoritos2.jpg El cuento es una maravilla que se justifica por la efectividad de la trama y por la sensación opresiva que produce. En la serie, la fuerza del argumento se conserva sin dificultad a pesar de que el cuento nace como una crítica social honda al mundo capitalista de las últimas décadas del siglo XIX. Diríase que hay dolores que nunca cejan. Y el espíritu español, siempre fiscal e hiperrealista, aporta asimismo al fortalecimiento delproducto. El tono y la atmósfera lograda por la serie reproducen muy bien el ambiente que ya presenta London y la sensación de ahogo que genera el cuento desde principio a fin. El final, que en el texto es desalentador subjetivamente pero optimista en términos sociales, parece invertirse en la serie. No sería justo anticiparlo, aunque sí podemos afirmar que suscitará diferentes interpretaciones. Una escena en la última fiesta que se celebra en casa de Genovés, cuando el protagonista echa una mirada llena de extrañamiento a cada uno de los presentes, daría la pauta de que todo ha sido planeado como una iniciación de la secta de Midas. Y que, entonces, el presidente de Malvar ha logrado la membresía. En ello,aunque nuestro héroe quizá acabara indemne, iría el destino social más pesimista que se pueda concebir.

Caldenia. El paradigma Disney

El paradigma «Disney» Redaccion 03/01/2021 12:38 am Facebook Twitter Telegram Email Print Atada a la convicción de que «nada es imposible» se torna creciente la importancia de los sueños personales. Las nuevas generaciones cada vez conceden más valor a los deseos y menos a las condiciones externas que los harán posibles. Gisela Colombo * El siglo XX sacudió al hombre con hambrunas, guerras, dolorosas postguerras, regímenes totalitarios, las ruinas de esos órdenes abusivos, prohibiciones, tensas calmas entre potencias y una larga lista de calamidades. A fuerza de sobrevivir a todo ello es que la cultura se tornó por momentos sombría, y hasta estoica. Pero en la medida en que llegaron tiempos mejores y se fueron cicatrizando heridas, comenzó a desplegarse un deseo hedonista de goce compensatorio y una perspectiva que Bauman retrata críticamente como «modernidad líquida», consistente en la liviandad novedosa con que se toma la vida. Es cuando irrumpe en el sentir popular la idea de que «nada es imposible». En las últimas décadas un cambio -que quizá se remonte al periodo que siguió a la Segunda Guerra Mundial, a una consecuencia del Mayo Francés, o tal vez al movimiento hippie- fue afianzándose en el rumbo. El mismo que partió de una cultura abnegada y fue yendo hacia destinos más optimistas y relajados. Un cambio sin dudas positivo. Pero el péndulo permanente de los procesos sociales y culturales ha determinado que hoy estemos en las antípodas de esas sociedades montadas sobre la base de sacrificios y de resignación frente a las adversidades. Atada a la convicción de que todo es posible se torna creciente la importancia de los sueños personales. Las nuevas generaciones cada vez conceden más valor a los deseos y menos a las condiciones externas que los harán posibles. La gente del pasado que describimos, como conocedoras de los golpes imponderables, medía prudentemente las posibilidades de que un asunto evolucionara según los anhelos subjetivos. Pero hoy, si «nada es imposible», entonces todo está destinado a ser. El deseo. Sólo se trata de desear. Con insistencia, con perseverancia y fe ciega. Quienes lo sienten así quizá no se hayan detenido a pensar que, en ocasiones, esos deseos individuales son incompatibles entre sí. No pueden ganar dos equipos de fútbol el mismo partido, por mucho que lo deseen. En las dos primeras décadas del siglo XXI la profundización de este proceso cultural se desplegó casi sin resistencias. En los últimos meses de cuarentena las vías de comunicación social se han atiborrado del dulce concepto de que nada podrá negársele a quien sepa soñar con persistencia. Aun cuando la pandemia, paradójicamente, a largo plazo será responsable de su descrédito. En más de un sitio bebimos la visión de que una esperanza rebosante es la única llave de todo éxito. Si el best seller de Rhonda Byrne «El secreto», traducido a cientos de idiomas, no fuera suficiente, de unos años a esta parte, «la ley de la atracción», tan extendida popularmente dejó de ser una forma de optimismo y se tornó un requisito sine qua non; es imposible la efectividad en empresa alguna. Sólo en la plataforma más popular de streaming se ofrecen dos películas (que no una) cuyos títulos son una referencia directa al libro «El secreto» y su filosofía. Efecto Disney. Hace unos años, en una entrevista, Mark Zuckerberg manifestó su inquietud por este paradigma que se tornó casi un dogma entre los más jóvenes. El creador de Facebook reconoció ciertas virtudes de las nuevas generaciones, mientras mostró preocupación por algo alarmante. Aquí bautizaremos esas creencias como «Paradigma Disney», y será el «Efecto Disney» el resultado a mediano y largo plazo, que desvela al entrevistado. Porque si hay algo que podría amedrentar más es la permanente difusión de esta lógica entre los niños y adolescentes como si de una verdad irrevocable se tratara. Si observáramos los mensajes que dejan las películas de Disney con las que educamos informalmente a nuestros niños y niñas, veríamos una unívoca concepción de que nada se nos negará si lo soñamos con fuerza. El mensaje inspirador que consignan casi sin excepción esas producciones puede llevar cierta responsabilidad en la falta de realismo con que las nuevas generaciones leen el mundo. La realidad no siempre condesciende y cumple con nuestros anhelos. Los que hemos vivido lo suficiente sabemos que ninguna máxima se ajusta más a la verdad que aquella que reza: El hombre propone y Dios dispone. Lo cual significa que una fuerza inmanejable para nuestras manos conduce el devenir de los hechos y no hay cómo forzarla desde la pequeñez de un individuo. Llamémosle destino, azar, o como sea. Los antiguos romanos nombraban a los sucesos que nos recordaban la falibilidad de todas las cosas, como los caprichos de «la diosa Fortuna». En el Renacimiento esa figura pagana que aparecía con el atributo de la cornucopia rebosante de manjares, o se representaba como la capitana de un barco que iba viento en popa, renació y cobró muchísima fuerza. A nuestros niños les hemos dicho que no existe. Que si tienden a lo soñado, tarde o temprano lo tendrán. Es oportuno observar qué decían esos humanistas del Renacimiento. En la voz de Maquiavelo: «[…] y a fin de que no se desvanezca nuestro libre albedrío, acepto por cierto que la fortuna sea juez de la mitad de nuestras acciones, pero que nos deja gobernar la otra mitad, o poco menos. […] Así sucede con la fortuna, que se manifiesta con todo su poder allí donde no hay virtud preparada para resistirle y dirige sus ímpetus allí donde sabe que no se han hecho diques ni reparos para contenerla». El efecto, de esta falta de verdad en la programación mental y en las expectativas jóvenes derivará, como señala el autor de «El príncipe», una debilidad evitable. Y la sorpresa necesariamente traerá decepciones, frustración y la consiguiente imposibilidad de comprender lo que sucede, de otro modo que como un castigo, una injusticia. Convertidos los hombres del mañana en «víctimas de la iniquidad del mundo», el resentimiento podría ganar la partida. La pandemia ha estado siendo, es, y tal vez será, un hecho inesperado, un capricho de Fortuna. Aunque efectivo para paliar el «Efecto Disney». Porque, como dijera otro humanista del Renacimiento, Marsilio Ficino, «es bueno combatir la fortuna con las armas de la prudencia, paciencia, y magnanimidad. Mejor es retirarse y huir de tal guerra, de la cual poquísimos salen victoriosos […] Lo óptimo es hacer una paz o tregua con la fortuna, conformando nuestra voluntad en la suya, yendo donde ella quiere, de manera que no nos conducen allí por la fuerza. Todo esto lo conseguiremos si concuerdan con nosotros el poder, la sabiduría y la voluntad. Finis. Amen». * Docente y escritora

Viejo Mar. Una simetría especialmente indeseable sobre un cuento de Cortázar

Una simetría especialmente indeseable Incluido en La otra orilla, su libro de cuentos, Cortázar propone un texto llamado “De la simetría interplanetaria”. Abre este relato con una cita disparatada del “Pato Donald” ‘This is very disgusting’. A partir de entonces todo conserva un tono desacralizante e irónico, que le quita dramatismo a una verdad desalentadora que se revelará hacia el final. El libro agrupa cuatro relatos bajo el título “Prolegómenos a la Astronomía”, que lejos de retratar una travesía por el espacio exterior, es una especie de visita al mapa astral (o como se le llame a la cartografía del cielo que vio nacer a un individuo o una sociedad). No recorre espacios sino regiones del ser cultural. En “De la Simetría Interplanetaria”, con tremenda maestría, el autor despliega una cavilación sobre la naturaleza de las religiones y del hombre a partir del destino trágico de sus benefactores. El cuanto el texto comienza despliega el narrador una descripción del mundo paralelo de “Faros”, un planeta al que viajó según el argumento de Ciencia Ficción. Los habitantes, seres racionales, tienen una fisonomía extraña, como si se tratara de insectos gigantes. Cuenta, después, que luego de tres semanas de estar allí, en 956, la capital de Faros, ha comprobado que los farenses “son sujetos cultos, amantes de las puestas de sol y de los problemas de ingenio.” Respecto a su religión, se entera de que son monoteístas. Pudo haberse quedado con eso, pero observa la visita de un tal “Illi”, que actualiza el tema religioso. “Más y más me pareció que aquel farense podía ser Jesús. ‘¡Qué tremenda tarea!’, pensé. ‘Y monótona, además. Lo que falta saber es si los seres reaccionan igualmente en todos lados. ¿Lo crucificarían en Marte, en Júpiter, en Plutón...?’ “Pensé: "¿Y si éste fuera también Jesús? No es novedad la hipótesis de que bien podría el Hijo de Dios pasearse por los planetas convirtiendo a los universales. ¿Por qué iba a dedicarse con exclusividad a la tierra? Ya no estamos en la era geocéntrica; concedámosle el derecho a cumplir su dura misión en todas partes." Mediante esta fantasía, el autor plantea una irónica necesidad de adaptar la religión a las exigencias de un universo heliocéntrico. Un modo de “aggiornar” el concepto de Verdad trascendente… Si la ciencia concluyó en que el centro del universo ya no es la Tierra, entonces es preciso preguntarse si no habría otros planetas igualmente redimibles por medio del sacrificio de un Salvador. “Hombre de la Tierra, sentí nacerme una vergüenza retrospectiva. El Calvario era un estigma coterráneo, pero también una definición. Probablemente habíamos sido los únicos capaces de una villanía semejante ¡Clavar en un madero al hijo de Dios...!” El narrador parece concluir en que eso es lo más lógico y da por sentado que Faros no es el único mundo aparte de la Tierra, donde un salvador acude en auxilio de las criaturas. Pero se detiene frente a la pregunta de si sólo nuestro mundo es capaz de una atrocidad como la de clavar a un Dios a una cruz. Lo que sucede con los “discípulos” de Illi durante la prédica y el banquete es que cada vez se muestran más devotos, y dan señales de cariño creciente. El protagonista aumenta su pudor humano incluso más. Pero entonces, sobreviene el cambio abrupto: “De pronto, me pareció que Illi levantaba todas las patas a la vez (y las patas de un farense son diecisiete). […] Se crispó en el aire y cayó de golpe sobre la punta de la pirámide (la mesa). Instantáneamente quedó negro y callado; pregunté, y me dijeron que estaba muerto. Parece que le habían puesto veneno en la comida.” La simetría entre planetas revela la naturaleza imperfecta y hasta maligna de lo creado. Ya no la tierra, sino el Universo, no tienen arreglo. Lo único que podrá cambiar es la sutileza con que se despacha la vida de quien propone algo excesivamente radical a comunidades adormecidas, indolentes e incorregibles. Una maravilla que no alcanza la página de longitud. No hay excusas válidas para no leerlo.

Caldenia. Miradas en los entresijos de Concha García

Miradas en los entresijos. Percepciones Redaccion 09/08/2020 12:22 am Facebook Twitter Telegram Email Print La poeta, filóloga y crítica española Concha García es asidua visitante de nuestro país. Esos viajes conjugan su sed vivencial con una labor esencial que ha recogido la obra de varios poetas y alimenta los estudios sobre la tradición argentina del género lírico. Gisela Colombo * Los aportes de Concha García al conocimiento y difusión de la poesía patagónica la han convertido en una de las voces fundamentales para pensar la actividad poética en una región que permanece todavía silenciada para los grandes mercados editoriales. Recientemente, la autora presentó su nuevo libro titulado «Miradas en los entresijos. Percepciones en torno a poemas escritos por mujeres». Se trata de un texto en el que la poeta reúne sus dones de investigadora con la valiosísima e irremplazable experiencia de creadora. El libro es una reflexión sobre la poesía. Pero tiene la particularidad de permitirse, de algún modo, el testimonio autobiográfico. Eso significa que los temas que va tratando -como la naturaleza de la poesía, las características propias del poetizar femenino, el ritmo, la tradición, el uso y significado de la metáfora, el extrañamiento y otros tantos asuntos- funcionan como puntos de partida para introducir a una o varias poetas. En esa elección hay, de por sí, un ingrediente subjetivo, siempre teñido en mayor o menor medida, de emoción. Emoción estética, goce por aquello que deleita y desborda belleza. Concha García es una artista enraizada en su tiempo, atenta a los desafíos y los conflictos que propone la cultura contemporánea. En términos espaciales, su cartografía incluye «las dos orillas», pero en este caso, con un Atlántico mediando. En ambas riberas se mueve con igual soltura y capacidad hermenéutica. Con ello, fondo y forma se corresponden, porque el desarrollo del ensayo propone las percepciones, como modalidad más primitiva, intuitiva y genuina de aprehender la poesía. Y luego, una vez explicado sucintamente el concepto, la autora convoca la voz de una o de varias poetas que lo acreditan. El lenguaje y lo pedagógico del texto denotan la intención de que la percepción conduzca el viaje y supere en interés al pensamiento racional, a las definiciones y a la dialéctica académica. Santa Teresa de Avila. Inicialmente, se refiere a la poesía de Santa Teresa de Avila, a propósito de la literatura mística y cita a Simone Weil en el concepto de que todo poema intenta decir algo y decir nada, una «nada» de arriba, que se relaciona con el camino místico. Sigue, evocando la poesía de Emily Dickinson, con todo su misterio. El tema al que nos conduce después son las percepciones. No es casual que «Percepciones» figure entre las palabras del subtítulo del libro. De algún modo su presencia allí es una señal de que será algo sumamente importante en la concepción de la poesía que sostiene Concha García. La percepción es un aprehender más que con la razón. Quizá la cita de Diana Bellessi que consigna la autora sea sustancial: «Allí sabemos que el lenguaje canta y no proviene solo de nuestra cabeza, sino también de nuestro cuerpo, del rumor de la sangre y el hálito de nuestra respiración». Todo el ser, en realidad, está implicado en la percepción. Es un modo de conocimiento intuitivo, menos analítico y más instantáneo, como un despertar, en este caso, por la poesía. No se trata de discurrir lógicamente, servirse del aparato crítico o de la erudición sino justo lo contrario, de ver con ojos nuevos, de escuchar con oídos nuevos la poesía. Si algo es posible palpar en esta obra es el goce estético de la autora como motor primero del trabajo y la intención de despertar lo mismo en el lector. No es un libro académico, aunque no le falta el rigor para serlo, pero tiene la licencia que gesta la primera persona. Con esa perspectiva, no ha de esperarse una objetividad cargada de evidencias textuales, sino el repentino acercamiento de una disciplina. O mejor, un viaje con la autora, que ejerce el papel de guía, como un moderno Virgilio. Ella nos conducirá, nos llevará de la mano al universo de una y otra artista, aproximándola mediante las claves que su percepción notó, que su estudio analizó y que su memoria sigue guardando. Al hablar de Ritmos, la poeta desnuda más que nunca su experiencia sensorial de la creación, que impacta primeramente como una construcción sonora, hecha de un diseño de silencios y voces que construyen una cadencia particular. Bello Pessoa. En ese apartado, Concha trabaja la obra de Fernando Pessoa y dedica un tiempo a explicar los heterónimos, las personalidades alternativas que crea el autor, a las que bautiza con nombre y apellido y les piensa una historia, una cosmovisión, creencias… Estos «alias» abren la posibilidad de actuar muchas identidades guardadas en el ser, no siempre desarrolladas, no siempre aceptadas como valiosas, pero presentes al fin. Esas diferencias no sólo se distinguen en términos de ideas, el ritmo también es diverso. Como si cada «poeta» heterónimo vibrara a diferente velocidad que los demás, y tuviera, como consecuencia, distinta densidad. De lo liviano a lo grave habrá varios estadios. En esa temática, la autora recoge la poesía de Idea Vilariño, de Graciela Cros, poeta patagónica, de Dionisia García, de Ana Cristina César y de Amalia Roselli. Después, será el turno de las Metáforas, y entonces alimentará sus explicaciones con la visión de autores por demás prestigiosos. «La metáfora es un pliegue, una imagen duplicada. Cada idioma es metáfora». «La metáfora consiste en quebrar las asociaciones de uso común de los elementos concretos para instalarlos en otro contexto en el cual -gracias a la súbita distancia que les confiere el desplazamiento- conquista nueva vivacidad». Luego aclara que el lenguaje es un conjunto de metáforas fósiles. El sentido común sería el caudal de metáforas muertas que comparte una sociedad. Es una «imaginación compartida». Aunque va mucho más allá cuando en palabra de María Zambrano «[la metáfora es] la supervivencia de algo anterior al pensamiento, huella de un tiempo y, por tanto, una forma de continuidad con tiempos y mentalidades ya idos, cosa necesaria en una cultura racionalista […].» En este sentido, Zambrano resalta la metáfora como una primitiva y genuina forma de comprender el mundo por analogías. Eso explicaría el fenómeno del mito en el principio de gran parte de las civilizaciones. Deseos verdaderos. Las metáforas de lo femenino es lo que aborda a continuación. Primeramente observa la filóloga que la escritura femenina desborda de objetos para no revelar lo verdaderamente deseado. Seguramente esa elección de eludir lo que de verdad se anhela esté en la psiquis de las mujeres desde muchas generaciones atrás, lo cual manifiesta un modo de manejar la represión de una cultura que le ha cortado las alas al género casi de continuo. Reflexiona después sobre lo cotidiano y doméstico asociado con la escritura de mujeres. No obstante llama la atención sobre la poesía de Emily Dickinson que aun por medio de lo doméstico «genera un extrañamiento perturbador que no se puede percibir si no es porque quien los lee posee la misma luz». «Desgranar las metáforas no nos sirve», porque no están sujetas al lenguaje dialéctico, ni a la lógica. «Se comprenden en su profundidad y densidad, entran como una lengua de fuego o como un hacha que rompe el mar congelado, como dijo Kafka». Pero también la autora alerta en citas de autoridad los peligros del abuso de la metáfora. John Locke advertía que tal exceso puede suprimir la emoción del discurso. Mientras Wittgestein recomendaba que aquello que no se podía nombrar, era preferible callarlo. La buena poesía toca lo inefable, en eso consiste su misterio. Por ello la exhortación del filósofo austríaco daña las bases de la literatura lírica y le quita valor. El texto no olvida apuntar también la perspectiva de Platón, que cree que puede decirse todo lo que existe y cantarse todo lo que hay, pero nunca podrá decirse por entero lo que es. La poesía, entonces, es como una flecha hacia otro sitio, jamás termina de atrapar el objeto que nombra y ésa es la dualidad que permite el fenómeno que para Concha García es un requisito de la buena poesía. «La poesía facilona, de una sola capa, no resiste más de dos lecturas seguidas». Y sentencia que «la tradición nos ha llevado por la senda de los poemas comprensibles a la primera lectura. Las complejidades no se admiten». Contrariamente, la buena poesía debe tener, como sucede con las capas geológicas, varios estratos que el lector irá descubriendo sin que un sentido anule los otros. Es cuando la poeta se detiene en una crítica a los suplementos literarios que bajaron el nivel para no perder público y percudieron así la calidad de las producciones. Olga Orozco. Más tarde, el tema será la poesía femenina y Alfonsina la primera de las homenajeadas. En este fragmento del libro se estudia a la gran poeta pampeana. La llamada insistente de lo absoluto, la inmersión en el misterio, las sensaciones oscuras, los versículos de inspiración bíblica, la evocación idealizada del paisaje nativo, la infancia como el paraíso perdido, la adolescencia como edad de descubrimientos, la memoria como tesoro poético donde el tiempo se deja recuperar, y la asechanza de la muerte no faltan a la cita de Olga Orozco. Los relatos de su abuela María Laureana, el tarot y el juego de yoes y tiempos superpuestos, tampoco. Cercano ya el final, «Poesía es percibir» revela la interiorización de la realidad por medio de la poesía, sometida a un tiempo que le impone permanencia y cambio. Los últimos tramos de nuestra travesía con Concha García (especialista en relatos de viajes) nos llevan a visitar simbolistas y taoístas para que el texto recoja la poesía como expresión de los significados secretos de las cosas. En suma, todo se sintetiza en el viaje hacia un conocimiento de la actividad poética (teórica y vivencial) leída desde la perspectiva de las mujeres, escrita por mujeres y con la certeza de que no será justipreciada solamente por mujeres. * Escritora