domingo, 2 de junio de 2019

Columnita de mitos. Gea y Urano; Rea y Cronos


Dos matrimonios
En la mitología griega algunos personajes no pueden pensarse sin su cónyuge.  Aparecen como figuras que actúan en conjunto, fuerzas que se asocian para hacer efectiva su acción.
Tal es el caso de Gea y Urano. Su unión es lo que da origen al universo. Representan el enlace entre cielo y tierra. Gea es la tierra y a ello debemos el prefijo “gea/o” para hablar de cualquier concepto geográfico. Urano es el Cielo, el dios de dioses que inauguró el trono en los mitos helénicos. Luego fue destronado por Cronos, que como imagen del tiempo, parece habernos bajado la bóveda y haberle puesto techo a nuestras posibilidades, antes infinitas.
Lo cierto es que si en la genética del mundo están Gea y Urano, eso significa que todo lo que vive en él posee los principios de estos dos dioses.
Gea, como tierra, representa el principio material que compone todas las cosas. Incluyendo al hombre. El cuerpo, la materia, lo físico. Las necesidades de la carne como la alimentación, el abrigo, y todo aquello que atañe a la materialidad,  los instintos, etc.
Urano, como Cielo, representa el aire, lo espiritual, lo inmaterial. Este principio, aunque menos evidente, compone todo lo que ha sido creado. Este hecho nos anticipa algo que la filosofía dirá mucho después: todo lo vivo tiene ánima, alma, soplo primero de vida. “Forma” le llamará Aristóteles. El cristianismo hablará de alma y espíritu, pero muchas serán las culturas que sostengan su idea de hombre y de mundo en estos dos principios, el material (Gea) y el espiritual (Urano). En tal caso, cada vez que se gesta una vida vuelven a amarse Gea y Urano.
Otro matrimonio sugestivo, que vendría muy bien que conociera el mundo moderno, es el de Cronos y Rea. Estos dos dioses heredarán el poder supremo en el panteón griego.
Rea es la potencia germinativa que poseen todos los seres vivos. Ese principio que se implica en la reproducción pero también en cualquier acción creativa que dé una nueva realidad al mundo. Todo proyecto supone a Rea. Se trata de la capacidad natural que tenemos para realizar algo. Los dones personales, una salud reproductiva aceptable, las aptitudes para ésta u aquella actividad, son asimilables a Rea.
Cronos, en cambio, representa el tiempo, ya lo hemos dicho en alguna de nuestras columnas anteriores.
Si ambos esposos se congregan en una acción, es probable que haya generación de un nuevo ser o una nueva realidad. Pero si uno de ellos permanece ausente, no será posible la realización.
Una persona que haya sido dotada por un oído musical y comprenda que debe aplicar el esfuerzo durante un tiempo prolongado para aprender a ejecutar algún instrumento será capaz de producir música nueva, de crear…
Pero si ese mismo ser sólo está dispuesto a montarse en el don que posee y produce algo inmediato es probable que no logre lo deseado. Para que haya creación es preciso tanto una capacidad natural cuanto tiempo para desarrollarla. Lo mismo sucedería si la capacidad germinativa de nuestros huesos intentara saldar una quebradura y no inmovilizáramos los treinta días necesarios el brazo en cuestión.  Capacidad natural más tiempo es la clave.
La inmediatez que promete la vida moderna parece ir contra ese principio que los griegos llamaban Cronos y aun en la contemporaneidad sigue siendo fundamental el matrimonio de Rea y Cronos.
Si Rea estuviera ausente, por más esfuerzo que se destine, no se realizará el objetivo. Es preciso comprender que si no nos asiste Rea es porque no está en nuestra naturaleza ser eso que deseamos. Este hecho que al mundo moderno le parece injusto, sólo muestra que desconocemos nuestro verdadero don.  Hemos sido dotados de otros dones que darán otros frutos.
El conocimiento más profundo de uno mismo quizá arroje la respuesta. Tal vez recordando el matrimonio mítico de Rea y Cronos podamos proponernos y perseverar en aquello para lo que nuestra naturaleza ha sido hecha. Y la consagración a ese fin será seguramente motivo de genuina felicidad.