Cartomancia
Caída
Sonríes con la vista perdida a centímetros de tu ruina. Loco, imberbe.
Incapaz de imaginar los abismos que estás a punto de escoger.
El sol brilla directo sobre tu frente y se
refracta feliz,
sólo porque sabes que eres libre de dar ese paso
sobre el precipicio.
No conoces. No puedes comprender lo que estás eligiendo.
No conoces. No puedes comprender lo que estás eligiendo.
Eres Adán frente al manzano. Dichoso de adivinar
el fresco jugo que atravesará tu garganta.
Y muerdes. Y dejas que tus mandíbulas trituren
con fuerza la prohibición.
Ya eres el Mago
que deseabas. Ahora ya no hay camino certero para ti.
Todo se ha vuelto encrucijado. Las voces oídas se
dividen entre blancas y oscuras.
Y el mundo se torna un sitio escarpado, confuso,
caído.
Te extravías del sol al pulso de tu mordida
de
saberes. Pierdes. Penas…
Infancia
Y ahora, desterrado, desesperas
por que
alguien vierta las gotas de leche en tu boca
y, por fin, se terminen los gruñidos que duelen dentro.
Duele tu centro y duele la espera.
El hambre te enseña qué cosa es el tiempo:
lo que tarda el mundo en comprender lo que
deseas.
La materia se te hace carne y la necesidad te flagela.
Eres la Emperatriz,
la densa realidad que vibra tan lento
que olvida su propio movimiento.
Y aprendes a llorar más alto,
a encender de odio tus ojos cuando se te niega lo
que quieres.
Y comprendes que debes ser Emperador, el irascible,
violento alarido para acallar de una vez el grito
interno.
El hambre y el vacío.
Así te
tornas soberano dispuesto
a luchar
por aquello que te mantendrá vivo.
Juventud
Y descubres a la gata negra cruzando los techos
La ves paralizada ante un aire cargado de
presencias.
Y tu abuela se espanta,
y te
enseña el Avemaría por conjurar lo que te atrae.
Ella es tu Sacerdotisa.
Pero sólo te mostrará devoción,
Y no te será suficiente. Cuestionarás y te
rebelarás.
No sabrás, hasta que aprendas con la razón,
la lluvia
de nombres y martirios.
Recién ahí serás el Hierofante. El sacerdote, cierta calma de saber.
Y creerás que entendiste y que ya no podrán
arrebatarte la paz.
Pero un día, sin explicación, descubrirás las
voluptuosidades
de un cuerpo ajeno. Y desearás. Y no podrás
evitar tender a él,
aunque arruines todo lo obtenido. Serás Los Enamorados.
El tonto Paris escogiendo la Belleza de Afrodita,
que lo premiará con la mujer más bella,
arrebatándole
la esposa al Rey.
Y por poseer a tu Helena, ganarás la tempestad,
el fuego y
la muerte de tu raza.
E irás a la guerra. Te entregarás a las tendencias
destructivas.
Y El carro
reflejará la división de tu caballería:
un corcel blanco, y uno negro
que se disputarán el poder de tu gobierno.
Correrás cielo abajo y tierra arriba sin cesar.
Y sólo cuando hayas dominado tus apetitos,
descubrirás
otro peldaño de la escala.
Madurez
Luego serán las virtudes para volverte un hombre.
Enseñanzas cardinales. Los cuatro rumbos.
Aprenderás a sopesar en tu balancita qué tomarás
del mundo
y qué
botarás. Harás Justicia contigo.
Intentarás aceptar lo que la experiencia te
enseñó:
que tienes una bestia oscura galopando en las entrañas.
Deberás conocerla para atemperar su trote.
Iris te guiará a en la tarea de pasar
del jugo lunar a la sustancia de oro de tu
psique.
La Templanza
germinará en ti…
Y cuando lleguen las pruebas, sabrás que debes
resistir,
que los dolores no son más que probar tu propia Fortaleza.
Y como Heracles vestirás la piel del León de
Nemea,
porque habrás comprendido que no hay más fuerza
que aquella que vence sus propias garras.
Y la última lección será la Prudencia. Te
convertirás en Ermitaño.
Te alejarás del mundo y aprenderás a callar. A
esperar.
A agasajar al Cronos que te devora,
sin desesperar por saberte futuramente muerto.
Aceptarás tu finitud y por fin querrás usar
el soplo
de la vida para algo medular…
Anagnórisis
Y los obstáculos no habrán terminado. El Diablo te enseñará cuánto lo
escuchas.
No
descubrirás un mal pequeño, un tumorcillo por extirpar.
Verás lo sutil que puede ser
su pernicioso operar en ti, tiñéndolo todo:
Cada paso que das. Cada paso que has dado.
Por fin habrás de ser testigo de una lucha de
ángeles
tan real como el suelo que pisas.
Serás el campo de Marte para ellos.
Y te sentirás idiota, por no haberlo notado
antes.
Te arrepentirás de casi todo.
Todas tus estructuras caerán ante tus ojos.
Sabrás que eras uno más sumándole metros de
ladrillos a Babel.
La
Torre.
Pero de ello vendrá la iluminación. Por fin,
desmoronadas las apariencias.
Entreverás en El Colgado una cruz que se ofrece en sangre.
Que vuelve a elegirte como sacrificio para que
recuperes la vista.
Un Prometeo abrazado al dolor, que vence a La Muerte
Mientras ofrece, pierde y reconstruye
una y otra vez, su carne.
Lo sentirás liberarte de ese final
que te atormenta desde el minuto cero.
Se te esfumará el terror, porque a las tres de la
tarde partirá,
pero ése no será el fin de la historia.
Luz
Y solo entonces podrás despegar un poco los pies
del suelo. Virtudes aéreas.
Descubrirás las armas de vuelo.
Con ellas viajarás a la Luna y por fin notarás que todo lo que ves es sombra,
Y te será imprescindible la Fe, en adelante.
Porque el satélite no tiene luz propia. Su luz proviene de un Sol
que no logras mirar cara a cara sin quemarte.
Y, sin embargo, lo sentirás tibio en tu piel cuando
refresques la herida de otro.
Cuando des el pan al hambriento. Cuando seas Caridad.
Entonces, sintiendo esa dicha inexplicable,
sabrás que
un día, aunque sea lejano, serás admitido,
y no necesitarás nada más, para ser dichoso,
hasta que
hayas entregado el cuerpo.
Esta Esperanza te llevará,
como la Estrella de los Reyes Magos,
adonde tienes que ir.
Final
Y se dibujará ante tu vista la última encrucijada
viva.
El
Juicio.
Tendrás que decidir, prueba de postre,
si deseas borrar tus faltas y aceptas andar el
camino,
O si volteas y tomas la ruta…
Podrás
fugar hacia el otro lado, si lo deseas.
El infierno no es más que eso.
Nadie sino tú juzgará tus actos. Libre elección.
Y quizá, si tu vida comprendiera, elegirás la
verdad,
para siempre.
Vivirás en ese sitio que te estuvo negado,
El jardín sin sed y sin sudores
que por fin será abierto para todos aquellos
que lo han soñado sin renuncia.
El sitio
perfecto. El Mundo.