miércoles, 21 de septiembre de 2016

Las mil y una noches. Obra teatral

Las mil y una noches
Acto I
Escena I
Sherezada: ¡Padre, sé muy bien el riesgo que significa entregarme esta noche! Pero confíe en mí. Ya ha hecho todo lo que pudo.
Visir: Hija mía, no lo permitiría jamás si no fuera porque tienes razón. Se han terminado las jóvenes. Todo el día estuve intentando cumplir la orden del Rey Shariar, pero ya no quedan doncellas.
Doniazada: Padre, hace más de cinco años que el Rey desposa a una niña cada noche para matarla al amanecer. No habrá población  que pueda aguantar estas exigencias para siempre.  Ha llegado nuestro turno.
Visir: (se cubre la cara con las manos) ¡Qué dolor, hijas mías!
Doniazada: ¿Tanto odio provocó en su majestad que su esposa favorita lo haya engañado? ¿La repulsión que tiene por las mujeres puede durar para siempre, padre?
Visir: ¡Silencio, Doniazada! Sherezada, ¡educa a tu hermana! Si el rey te oyera decir esto, nos mataría a los tres en un instante.
Sherezada: ¡Llévame ya mismo, padre! Confíe en mí…  ¡No se desespere!

Escena II
Rey: ¡Adelante, visir, trae a la chica de una vez!
Visir: Señor. (baja la cabeza con profunda reverencia)
Rey: ¿Y dónde está ella?
Visir: Señor…
Rey: (mirándose las uñas) No me hagas pensar que has fallado por primera vez en cinco años…
Visir: No, señor…  (con miedo) Es que…
Rey: (Gritando) ¡Habla!
(Entra Sherezada. Se arrodilla a besar el manto del rey)
Rey: ¡Levántate! Quiero verte (hace un ademán como para que se aleje y tener perspectiva para verla de cuerpo entero). ¿Qué sucede con tus ojos, tonto visir? Después de cinco años me traes el mejor manjar del reino? Explica por qué no vi esta doncella antes… ¿Estás loco?
Visir:  Señor. ¡Es mi hija! La última doncella del reino ha muerto esta madrugada por voluntad de su majestad.
Rey: ¡Miserable, sal de mi vista! Me ofreciste a cualquiera antes de entregarme esta belleza? ¿Qué clase de fidelidad me tienes? ¡Debería matarte ahora mismo! (Sale apurado el visir)
Rey:  Ven, aquí. Dime tu nombre…
Sherezada: Sherezada me llamo.
Rey: Pues Sherezada, serás mi esposa esta noche.
Sherezada: Seré su esposa y su juglar.
Rey: ¿Qué quieres decir con eso de juglar?
Sherezada: Si su majestad me permite, antes de desposarme, quisiera entretenerlo con un relato, como lo hacen los juglares.
Rey: ¿Qué invento es ése? (pensativo) Está bien, esos ojos bien valen el permiso. Adelante.
(Atrás una escenografía con una luna de fondo que va corriéndose hasta aparecer el sol)
Sherezada: Mire esa luna, majestad, e imagine que la misma luna veía un hombre de El Cairo cuando cayó dormido plácidamente… Soñó un sueño maravilloso en el que un tesoro inmenso lo aguardaba en la ciudad de Isfahán. Cuando despertó le dijo a su esposa Benni que partiría de inmediato hacia Isfahán.
Rey: ¿Qué dijo su esposa?
Sherezada: Benni estaba acostumbrada a las fantasías de Asdrún… Y se lamentó por esta nueva locura, pero no se opuso a que partiera. Juntaron lo necesario y Asdrún montó una vieja mula y partió hacia Isfahán al amanecer. Llegó a la ciudad y no encontrando dónde dormir, se echó junto a una mezquita con su mula y sus alforjas. 
Rey: ¿Volvió a soñar algo bonito?
Sherezada: No, esta vez el sueño le jugó una mala pasada. Estaba profundamente dormido cuando lo sorprendió la guardia policial y lo capturó. Los hombres lo llevaron entre golpes ante el jefe policial.
Rey: ¿Y qué ocurrió?
(Pasan las bailarinas: se va la luna y se instala el sol)


Sherezada: Y el pobre Asdrún tembló de miedo antes de ver entrar al Jefe policial, como yo misma, mi Rey, tiemblo porque la noche ha concluido y el sol asoma por el horizonte. (Se inclina como ofreciéndole la cabeza) Haga usted conmigo lo que deba hacer.
Rey: (A los guardias) Llévenla al harem, y aguarden las órdenes de Mustafá. ¡Mustafá!
(Entra Mustafá.)
Mustafá: Señor (Se inclina)
Rey: He enviado a la mujer hacia el harem.
Mustafá: Pero, señor, le ha llegado la hora. La horca está preparada y todo listo para su muerte.
Rey: No, Mustafá. Espera. Esta mujer es una serpiente, como todas ellas, pero me ha contado una historia tan interesante que una larga noche se fue en un segundo… Y el sol es inoportuno hoy, porque no quiero que el día acabe con ella antes de que termine de contarme el asunto de Asdrún. La intriga de saber el final no me dejará vivir en paz, si ella muere.
Mustafá: No sé qué desea, mi Señor. Pedirle al día que se detenga es un poco difícil. Alá se enojará si nos negamos a seguir su ritmo…
Rey: Sí, tonto, no era eso lo que pensaba. Escucha: haremos ahora una excepción. La mujer no morirá hoy, sino que la liquidaremos cuando amanezca mañana. Entonces, habrá terminado de narrarme esa historia. Llévatela ahora y tráemela en la noche otra vez…
(Apagón)
Rey: Adelante, Sherezada.
Sherezada: Mi señor, ¡Cuánto debería hacer para agradecerle las horas preciosas de vida que me concedió hoy como un regalo increíble!
Rey: Siéntate, y no demores más el relato. Debes contarme cuál fue el destino de aquel hombre. ¡Cuéntame ya qué pasó con Asdrún!
Sherezada: Asdrún, aterrorizado, vio entrar al jefe policial y se pensó perdido… Pero la vida es un enigma a veces, su Majestad.
Rey: ¿Por qué lo dices?
Sherezada: Cuando Asdrún declaró ante el jefe policial que sólo dormía junto a la mezquita porque era extranjero, el jefe le preguntó qué hacía en la ciudad. Y el bueno de Asdrún le contó que había tenido un sueño en el que un tesoro lo aguardaba en Isfahán. El hombre se rió con ganas. ¿Qué tan delirante hay que ser para andar a mula tanta distancia sólo por haber soñado algo?─le dijo─.  Él mismo soñaba siempre con una mujer del Cairo llamada Benni en cuya casa, a cinco metros de la higuera había enterrado un tesoro inmenso. Lo soñaba continuamente y jamás se le había ocurrido ir hasta el Cairo.
Rey: ¿Benni? ¿De El Cairo? ¿No se llamaba así la mujer de Asdrún?
Sherezada: ¡Claro, mi rey! Asdrún oyó eso y en cuanto fue liberado voló hacia El Cairo. Y adivine qué hizo en cuanto encontró a Benni en el jardín.
Rey: Déjame adivinar… ¿Buscó una pala y cavó a cinco metros de la higuera?
Sherezada: ¡Bravo, mi rey! Eso hizo.
Sherezada: Y así es como Asdrún se hizo rico. Su mujer estuvo tan sorprendida cuando la pala golpeó con un baúl enorme lleno de oro que literalmente se desmayó.
Rey Shariar: ¡Magnífico! ¡Magnífico relato! Señorita, (ríe estridentemente) Claro: el hombre había soñado que debía ir a Isfahan a buscar un tesoro, pero allí sólo estaba el hombre que le revelaría dónde estaba ese tesoro… Y ¡estaba en su propia casa, junto a la higuera! (ríe estridente, otra vez)
Sherezada: Exacto, mi Rey. Usted supo interpretar muy bien la historia. Y vea, en este cuento hay una riqueza mayor que el baúl. El verdadero tesoro es el sueño.
Rey Shariar: ¿El sueño?
Sherezada: ¡El sueño! El jefe de policía tenía ese tesoro, pero no lo supo nunca. En cambio, Asdrún viajó hasta Isfahán sólo para descubrir lo valiosos que podían ser sus sueños. El baúl podrá vaciarse, pero Asdrún aún tendrá sus sueños…
Rey Shariar: ¡Maravilloso! ¡Maravilloso!
Sherezada: Su Majestad, ¿me concedería una copa de licor para festejar la alegría que mi historia le ha provocado?
Rey Shariar: ¡Desde ya! (en alta voz) ¡Visir! (Entra el visir) Envíe dos esclavos con bebidas y dátiles.
Visir: ¿A esta hora, mi señor?
Rey Shariar: (a los gritos) ¡A esta hora! ¿Se atreve usted a cuestionar la hora en la que deseo festejar?
Mustafá: (hundiendo el mentón en el pecho) No, señor. Es que todavía no despunta el amanecer pero no falta tanto. (Como en confidencia con el rey y a espaldas de Sherezada) ¿No es tiempo de llevar a la muchacha a su destino? La horca está preparada.
Rey Shariar: ¡No! ¡Deme unos minutos para brindar y luego regrese!
(Sale el Visir)
(Se sientan Sh y el Rey en los almohadones, toman una copa, el rey sirve a ella y luego a él)
Rey Shariar: (ya la mira como encantado) Señorita…
Sherezada: Sherezada.
Rey Shariar: Sherezada.  Su nombre suena como su voz al relatar. A la salud de esta esposa que me ha contado una historia magnífica.
Sherezada: A su salud, Majestad. (Ambos beben)
Sherezada: ¿Sabe usted que su aposento y sus mismos vestidos me recuerdan a un hombre que tenía una esposa muy esforzada y buena? Él deseaba complacerla en todas las necesidades, pero era pobre…
Rey Shariar: ¿Quién era él?
Sherezada: Pues, quizá usted oyó hablar de él, su nombre es Alí Babá.
(Entra el Visir detrás de Mustafá que, con una soga en la mano, le hace señas al rey)
Sherezada: (disimula haber visto al visir) Era un hombre muy bueno, humilde y honesto…
(El rey hace señas al visir para que se vaya)
Escena II
(Vienen caminando por un bosque)
Luznoche: Hasta aquí te acompaño, querido.

Alí Babá: ¿Estás segura de quedarte aquí? No estaré tranquilo si sé que tienes miedo de estar sola, aguardándome. Te llevaría, lo sabes, pero no llegaré a vender esto si no apuro el paso.

Luznoche: Querido, no te preocupes, ve tranquilo. Allí, donde comienza el bosque te espero. Hay una piedra que me servirá de asiento y podré coser mientras vuelves.

Ali Babá: ¡Cuánto quisiera que no tuvieras que surcir tanta ropa! ¡Si pudiera darte todo lo que necesitas!

Luz noche: Tranquilo, querido, siempre hemos tenido dificultades y no será la primera vez que las superemos.

Alí Babá: Es cierto, pero es que no quiero verte trabajar tanto, mujer. (Le toma las manos) Tus manos tienen muchos más años que esos ojos que me enamoraron. Han trabajado tanto…

Luznoche: No te preocupes, haces todo lo que puedes… Algún día Alá se acordará de nosotros.

Alí Babá: (como abatido) Sí, claro. Bueno, es hora de partir, debo atravesar el bosque para llevar la ropa que has surcido al mercado, se hará de noche antes de que regrese si no parto ya.

Luz noche:  Ánimo, Alí, que la suerte alguna vez se cruzará con nosotros. No te demores. (lo besa y sale)

(Apagón)

Escena III

(Alí camina por el bosque, se escucha un estruendo, se esconde detrás de un árbol. Entran siete hombres, con palos)

Ladrón I: ¡Apuren el paso! En cuanto entremos, vacíen las alforjas con cuidado. Más tarde podremos venir a contar el botín y a repartirlo.

Ladrón II: Sí, pero yo no saldré hasta que vea a todo el mundo fuera. Si quedara uno de nosotros dentro… Sabré cómo resolverlo (acaricia su sable sarraceno).

Ladrón III: Basta de palabrerío. Dí, de una vez, las palabras clave.

Ladrón I: ¡Tiene razón! (con tono más alto) ¡Ábrete, sésamo!

(El telón de atrás se abre y se ve el fondo como una región pedregosa: es una cueva en la montaña. Entran todos y se cierra el telón detrás del último.)

Alí Babá: (frotándose los ojos) ¿Acaso es cierto lo que he visto? ¿Quién puede explicar lo que he presenciado? ¿Estaré delirando? (sale de atrás del árbol) Yo creo que debo haberme dormido, no puede ser cierto lo que vi. (Recorre con la vista todo el escenario y luego repara en el telón de atrás. Se acerca, se queda unos segundos observándolo). Sólo hay una forma de averiguarlo:
(En voz bien alta) ¡Ábrete, sésamo!

El telón de fondo, de pronto, se abre. Alí Babá ingresa.


Escena IV

Rey Shariar: ¡Ábrete, sésamo! (ríe estridente)

Sherezada: Su Majestad, su ruego no abrirá más que el cielo. El sol asoma por el horizonte y mi condena está cerca. (Se arrodilla a sus pies con la cabeza gacha) Disponga usted de mi vida, ahora que arribó la aurora.

Rey Shariar: (hace una pausa, como si estuviera despertando de un sueño) Sherezada… (la toma del mentón y la obliga a subir la cabeza y mirarlo a los ojos. Se quedan así sosteniendo la mirada entre ambos) Ignoremos la mañana, querida. Hagamos de cuenta que no ha llegado, que la noche persiste…
(Ingresa el visir)

Visir: Señor. Es tiempo.

Rey Shariar: Espera, visir. Haz de cuenta que es la luna la que alumbra.

Visir: Señor, embajadas de dos reinos lo esperan. Las citas no pueden aguardar. Los hombres vinieron desde lejos para hablar con usted.

Rey Shariar: ¡Maldita aurora! ¡Mustafá! (grita) (entra Mustafá y toma a Sherezada y la hace levantar, hace el gesto de llevársela) Alto ahí. No. Vamos a detener la ejecución hasta la aurora de mañana. Devúelvela al harem. Esta noche ella, Ali Babá y yo tenemos una cita (le sonríe, cómplice a Sherezada)

Sherezada: Ella sonríe al rey y baja el mentón. Salen
(Cierra el telón.)



Escena V

Alí Babá: (Entra por el telón de fondo. Lleva una bolsa de tela)¡Ciérrate, sésamo!  Se arrodilla y comienza a sacar los tesoros. Cuenta. (Monedas, collares de perlas y piedras preciosas). (Gritando) ¡Con esto podré darle buena vida a mi Luznoche adorada! ¡Luznoche, Luznoche adorada!
(Entra Luznoche)

Luznoche: ¡Alí Babá, querido mío! ¡Cuánto se alegran mis ojos de verte!

Alí Babá: ¡Luznoche! ¡Vengo tan feliz! ¡Alá nos tuvo en cuenta, querida! ¡Por fin, la suerte nos ha elegido!

Luznoche: ¿Podrá ser? ¿Has vendido las prendas que arreglé a buen precio?

Alí Babá: No, no es eso.

Luznoche: Pero, ¿las entregaste?

Alí Babá: ¿Entregarlas? No, en realidad no…

Luznoche: Pero, ¿cómo no las entregaste? El comerciante que me las encargó me matará. Tenía por plazo esta tarde…

Alí Babá: Olvida al comerciante… No trabajarás un día más para ese cerdo codicioso.

Luznoche: ¿Qué estás diciendo, te has vuelto loco?

Alí Babá: (Mostrándole el contenido de la bolsa) ¡Mira, mujer, tus manos descansarán! ¡Tendrás todo lo que quieres sin necesidad de sacrificio. Alá se acordó de nosotros, te lo dije!

Luznoche: ¿Estás seguro de lo que dices?

Alí Babá: Claro que sí. Si no me crees, pesemos el oro y verás que alcanza para que nuestros hijos y nietos vivan también sin necesidades ni sobresaltos.

Luznoche: ¿Cómo lo pesaremos?

Alí Babá: ¿Acaso tu hermana no tiene una balanza en donde pesa los pasteles?

Luznoche:  ¿Amelia? (duda) mmm, puede ser.

Alí Babá: ¡Pídesela! Pesaremos todo. Pero debemos hacerlo en secreto. Si todos supieran de nuestro tesoro correríamos muchos riesgos.

Luznoche: ¿Qué sugieres?

Alí Babá: ¡Ve pronto a buscarla, yo te esperaré aquí, pero pídele a Buzac que te acompañe! Para cuando regreses al bosque estará oscuro. Trae lumbres y vengan con él.

Luznoche: ¿Estás seguro? ¿A Buzac?

Alí Babá: Sí, mujer, ¿quién más? Él es valiente, es fuerte y no podrá contarle a nadie nuestro secreto… ¿olvidas que los hunos le han cortado la lengua?

Luznoche: ¡Pobre Buzac!, ¿cómo olvidarlo?

Alí Babá: Pues, ve, mujer, apresúrate y trae la balanza.

(Sale Luznoche) (Cierra el telón)


Acto III

Escena I

Kassim: Dime, mujer, ¿para qué vino tu hermana aquí?

Amelia: No es nada, hombre, no es nada. Olvídalo

Kassim: Mujer, te conozco. A mí no me engañas… Jamás viene sin doble intención

Amelia: No digas eso. Mi hermana es incapaz de tener segundas intenciones. ¿Olvidas que nos ha ayudado cada vez que tus locuras nos metieron en problemas?

Kassim: Bah, parece que insistes en recordarme los pequeños errores que cometí…

Balquis: ¡Ja, pequeños errores! ¿Llama pequeños errores a estafar al dueño de la curtiembre que le ha dado trabajo a todo este pueblo desde siempre?

Kassim: ¿Cómo dice, suegra?

Balquis: Nada, nada…

Kassim: ¿Quién puede aguantar una lengua venenosa como ésta?

Balquis: ¿Qué dices? (A Amelia) ¿Qué dice tu esposo, querida?

Amelia: (haciéndole un gesto de callar a Kassim) Nada, madre.

Kassim: Bueno, basta, dejen de cambiar de tema. ¿A qué vino tu hermana, Amelia? (Amelia voltea haciéndose la disimulada plumereando un mueble) (A Balquis) Dígame usted, ¿a qué vino su hija?

Balquis: ¡Deja de insistir!

Kassim: (tomando de los hombros y zarandeando a Amelia) ¡Dímelo ya!

Amelia: (asustada) A… a buscar…

Kassim: ¿A buscar qué?

Amelia: A buscar una balanza. Me ha pedido prestada la balanza.

Kassim: ¿La balanza? ¿Para qué querría una balanza tu hermana? (Piensa) ¡No es tu hermana, sino él! ¿Alí Babá se la pidió?

Amelia: Creo que sí.

Kassim: ¿qué tiene entre manos ese tonto? En algo anda… (Llamando a los gritos) Abbás, Abbás.
(A Amelia) Y tu, larga todo lo que sabes!

Amelia: Sólo oí que hay un sitio que se abre con las palabras mágicas: “Ábrete, sésamo”

Kassim: ¿”Ábrete, sésamo”? ¿Y qué sitio es ése?

Amelia: No lo sé, sólo sé lo que te dije, hombre.

Abbás: Señor…

Belquis: (Aparte) Señor… seguro, si éste es un Señor, yo soy una tortuga…

Kassim: ¡Ya está destilando su veneno! (A Abbás) Niño, Alí Babá está misterioso, tenemos que descubrir qué se trae entre manos. Lo seguriremos y averiguaremos qué cosa quiere pesar con la balanza de Amelia, y qué es eso que se abre con las palabras mágicas.
Abbás: ¿Pesar? ¿Se pueden pesar las palabras?
Kassim: Que no, que hablo de pesar en la balanza…
Abbás: (Interrumpiendo) Ah, una balanza mágica!
Kassim: No, niño, escucha: Alí Babá tiene algo entre manos
Abbás: (Alarmado )¿Pesaremos las manos de Alí Babá? (A los gritos) ¿Tendremos que cortarle las manos a Alí Babá?
Kassim: (Desesperado por callarlo) ¡Calla, niño! ¡Calla! ¡Que esta venenosa (por Balquis) nos oirá! (Lo toma del brazo y van saliendo)
Abbás: (Casi fuera del escenario) ¿Una balanza venenosa?



(Cierra el telón)

Escena II

(Se ve a Alí Babá, que dice las palabras mágicas y entra a la cueva. Dos segundos después sale con una pequeña bolsita y se va cantando. Kassim y Abbás observan escondidos)

Kassim: Vamos, es nuestro turno. (Ante la puerta) ¡Ábrete, sésamo! Ingresan.

(Tres segundos después, se ve que llegan Amelia y Belquis y se esconden tras el follaje. Salen Kassim y Abbás, con una bolsa inmensa, que arrastran entre ambos)

Abbás:  Señor, no entiendo…
Kassim: ¡Ja, qué novedad! Tú nunca entiendes! Tienes que retener una sola idea: ¡somos ricos en unos instantes!
Abbás: No, ya lo imaginaba: ¿alguien nos comerá?
Kassim: ¿Qué dices?
Abbás: Usted dijo que somos ricos, yo no quiero ser sabroso para nadie, ¡tengo miedo!
Kassim: No, niño tonto, quiero decir que acabamos de hacer una gran fortuna! ¿No lo ves?
Abbás: Señor, yo no puedo hacer esto…
Kassim: ¡Cállate, tonto y camina, no sea cosa que nos encuentren antes de esconder el tesoro! (Salen por la derecha con la bolsa).


Amelia: ¿Qué es esto? ¡Explícame, madre!

Belquis: ¿Necesitas explicación, niña? ¿Tan ciega estás con tu marido? Pues acaba de obligar al niño a robar… ¿No has visto la alforja ingente que cargaban?

Amelia: Ay, madre, no puede ser… Kassim ha cambiado, él me ha dicho que nunca más robaría…

Belquis: ¿Cuándo comprenderás que estás casada con un bribón, Amelia? ¿No te basta haber visto cómo robaba…? (Se oyen pasos, ambas se esconden)

(Vuelven los siete hombres con palos.)
Ladrón I: ¡Ábrete, sésamo!

Amelia: ¿Quiénes son esos hombres, madre?

Belquis: Shh, silencio
(Entra Kassim, se para frente al telón)

Kassim: Ábrete, sésamo. (Ingresa)
(Por el lado derecho entra Luznoche)

Luznoche: ¡Amelia! ¡Madre! ¿Dónde se han metido? (Aparte) Alá querido, haz que aparezcan… ya anochece, no pueden permanecer en el bosque más tiempo o morirán… ayúdame a encontrarlas…

(Belquis chista, se suma Amelia, Luznoche oye y busca con la vista, Belquis sale del escondite y la invita con la mano a esconderse)


(Dos segundos después se oyen voces, peleas, golpes y se abre el telón de atrás y cae el cuerpo de Kassim, que queda muerto allí)

(Siempre escondidas tras el follaje, se oye un llanto ahogado de Amelia, Belquis le tapa la boca)
(Salen por el telón que entraron tres ladrones y Abbás, lo llevan a la rastra)

Ladrón II: ¡Confiesa, niño, o te mataremos como a él! ¿Adónde llevaron los tesoros que faltan?

Abbás: ¡No, yo no hice nada!

Ladrón I: Habla o te atravesaré con mi sable…

Abbás: No, no sacamos tesoros. Nosotros sólo seguimos a Alí Babá hasta aquí, él sí entró y sacó una pequeña bolsa.

Ladrón III: Mucho más que una bolsa! Faltan muchas cosas de nuestro botín. Y si no las devuelves, te mataremos.

Ladrón I: Alto, tranquilos, el niño dijo lo que necesitamos. Alí Bbá es quien nos ha estado robando. (A Abbás) Dí dónde vive ese bandido…
(Sueltan un poco al niño, que empieza a cantar o silvar y se va escabullendo por el escenario)
Ladrón II: ¿Qué logramos con saberlo? El hombre estará muy prevenido si es quien nos robó…
Ladrón III: ¿Qué haremos, entonces?
Ladrón I: (Piensa) ¡Lo tengo!(con ademán de haber tenido una ocurrencia)
 (Los tres advierten que el niño se escapa y lo toman de nuevo)
Ladrón I: (A Abbás) Nosotros te seguiremos y tú nos mostrarás la casa, pintarás una cruz junto a su puerta y cuando sepamos cuál es…
Ladrón II: ¿Qué?
Ladrón I: No lo sé…
Ladrón III: Pues nos esconderemos. En esa casa se hacen pasteles para toda la ciudad. Interceptemos la entrega de los toneles de harina, será fácil ingresar en ellos sin que nos descubran.
Ladrón I: ¡Excelente!
Ladrón II: Suelta al niño, entonces, que marque la casa de inmediato… (Lo sueltan, sale desbandado a una velocidad increíble, salta por delante del escenario y se pierde entre el público, sigue actuando mientras vuelve al escenario.)
Ladrón III: ¿Y lo que nos han robado?

Ladrón II: No se preocupen, cuando estemos dentro y desenvainemos nuestros sables estos cobardes dirán todo lo que saben sobre el tesoro hurtado.



Escena III
(Las mujeres y los ladrones ya no están. Entra Alí Babá, cantando, feliz, y se detiene abrupto al ver el cadáver de Kassim.)

Alí Babá: ¿Qué es esto? (Lo mira de cerca) Pero si es mi cuñado, Kassim! (Se inclina sobre él y llora)
¡Alá, acaso he atraído con mi codicia esta muerte! ¡Perdón! (llora) ¿Cómo habré de reparar esto, Señor? ¡Mi arrepentimiento será una carga de por vida! (Continúa llorando) (A Kassim) Amigo, todas tus faltas han sido olvidadas para mí… hoy te debo una noble sepultura, aunque me exponga a que los cuarenta ladrones me sorprendan aquí mismo con la muerte… (Lo toma de los pies y lo arrastra hacia fuera de escena)

(Se cierra el telón)



Escena IV

Rey Shariar: ¿Por qué detienes, Sherezada mía? ¿Qué ocurre?

Sherezada: No soy yo quien hace girar la tierra, Señor. Y el sol asciende otra vez por el horizonte.
(Hace una reverencia) Le ofrezco este baile, por despedida, mi Rey…
(Baila árabe)

Rey Shariar: (Va transformando su cara… se ve embelesado, cada vez más absorto)

Sherezada: (Terminado el breve baile, hace una reverencia.) Su Majestad, ha llegado mi hora…

Rey Shariar: (Con un alarido) ¡Visir! (Entra el visir) Suspenda mis actividades para hoy, no hay nada más importante que esta jornada, que estar junto a mi nueva esposa…

Visir: Pero, señor, cuestiones de Estado lo esperan… A las 8, visita de….

Rey Shariar: ¿Está sordo usted? ¡Salga de mi vista! Y extienda doble cortinado sobre cada ventana, que ni mi amada ni yo sepamos que terminó la noche…

Sherezada: ¡Mi gratitud, Señor mío, por concederme unas horas más de vida…! (se sienta a sus pies) Mi rey, ¡Usted es tan generoso conmigo! Sé que es un atrevimiento pedirle algo, pero tengo un último deseo antes de que llegue la muerte para mí. Deseo ver a mi hermana Doniazada. Ella ama, quizá como usted, mis historias, permítale que se quede aquí a oír el destino del pobre Alí Babá.

Rey Shariar: Concedido, Luz de mis ojos… (Gritando) ¡Visir!
Visir: Señor (reverencia)

Rey Shariar: Trae a tu otra hija, hoy pasaré esta noche artificial con tus dos hijas juntas.

Visir: ¡Señor! No lo haga, ¡por favor, se lo pido! ¿Por qué me condena a ver morir a mis dos hijas en un mismo amanecer? Se lo ruego…

Sherezada: Señor visir, padre mío, entregue, como corresponde, la mejor riqueza a Su Majestad… ¿qué otra cosa debe hacer un servidor?

Visir: (Mira a Sherezada con terror)

Sherezada: (le guiña un ojo. Luego se acerca, y le dice al oído) Tranquilo, sé bien lo que hago… ¿cómo crees que tantos días después de haber llegado sigo viva? Tráela, pero dile que tarde hasta el atardecer en llegar, recién entonces retomaré el relato.

(Sale el visir)

Rey Shariar: ¡Ven aquí, Sherezada! Dime qué le pasó al pobre Alí Babá luego de enterrar a Kassim…

Sherezada: Se lo contaré si me permite hacerlo mientras lo peino. Recuéstese…

Sherezada: (Mientras lo peina, habla cada vez más bajito, intentando que él se duerma) Alí Babá, era un hombre honrado, mi Señor, pero la necesidad lo había llevado a tomar riquezas que no le pertenecían. En su interior sabía que no había hecho bien, pero como todos los hombres se entregó a la justificación maligna de sus actos… Se dijo que robarle a un ladrón le daría cien años de perdón… (El rey ronca)
(Apagón)

(Misma escenografía, ahora Sherezada echada a un lado del Rey, ambos en la cama, dormidos.)

(Entran el visir y Doniazada)
 Visir: Señor, Señor

Rey Shariar: (Despertando, se despereza, silencio dos segundos) ¡Visir!

Visir: Señor, ¿recuerda que ha solicitado la presencia de Doniazada, mi otra hija?

Rey Shariar: Sí, sí, Doniazada… ¡Que entre! Tendremos todo el día para oir a Sherezada…

Sherezada: No, mi señor, el día se ha fugado, usted y yo hemos dormido un sueño reparador, y ya ha llegado su momento preferido: la noche.
(Entra Doniazada)

Sherezada: ¡Hermana mía, ven aquí! (Corre Doniazada y se estrechan) (Al Rey) Perdóneme, Su Majestad, es que la alegría me embarga… pensé que jamás volvería a ver a mi pequeña…

Doniazada: ¡Sherezada! ¡La casa sin tí es como un desierto sin voces! ¡Te extraño tanto, hermana!

Rey Shariar:(El Rey, se muestra conmovido) Basta ya, dejen de hablar de tristezas, ya no hay motivo, esta noche, señorita Doniazada, tendrá todas las horas para disfrutar a su hermana… Hasta el amanecer, claro está.

Sherezada: (A Doniazada) Siéntate, querida hermana… Ha llegado el tiempo de contarle a Su Majestad lo que ha ocurrido con nuestro héroe Alí Babá. Deja que te cuente, también a tí, lo que le sucedió luego de que Kassim muriera…

Acto IV
Escena I

(Alí Babá con escenografía de la casa, entra el niño Abbás, corriendo, desesperado)
Abbás: (Tartamudeando) Alí li bababa, tetengo unana notiticia queque darle…
Alí Babá: ¡Dime, niño! (Se le cuelga tipo coala) Y le va diciendo al oído, mientras Alí Babá pone cara de interesado y alarmado y van saliendo de escena.
(Se bajan las luces. Sacan la cabeza los tres ladrones por encima de los costales.)
Ladrón I: Eso es, ya estamos dentro, muchachos. Nadie sabrá que estamos aquí hasta que sea medianoche…
Ladrón II ¿Y cuando sea medianoche?
Ladrón I: Pues saldremos y….

Ladrón III: Saldremos y haremos pedazos al dueño de casa. Alí Babá estará durmiendo plácido y lo mataremos.

Ladrón II: ¿Lo mataremos? ¿Quién nos dirá dónde está oculto todo lo que nos robaron si lo matamos?

Ladrón I: Tienes razón. Debemos capturarlo vivo… Y luego llevarlo hasta el escondite para que devuelva todo el botín.
 (Se meten dentro, tapan los costales.)

(Entran las mujeres. Amelia, Belquis y Luznoche, traen cucharones y cucharas de madera. Atrás entra Abbás, que se agacha a abrazar el primer costal, Buzac abraza otro y el tercero, un hombre más.)
(Alí Babá se ubica al centro del escenario y habla bien fuerte)

Alí Babá: Ya que las mujeres han concluido las tareas, apagaré las lámparas y me iré a la cama. Ya es casi medianoche, mañana debo levantarme temprano para regresar al bosque… hay algo importante para hacer…

(Se ven las cabezas de los ladrones levantar las tapas, ansiosos)

Alí Babá: Sólo una lámpara más…. (Las mujeres se ubican detrás  de cada barril con las cucharas de madera en alto, él les es hace señas) Eso es, ahora sí, me voy… Me estoy yendo… un paso, otro paso, me fui…
(Al mismo tiempo se paran los tres ladrones y las mujeres los apalean dentro de los barriles, con violencia…
(Música. Se cierra el telón)

Escena II

Sherezada: Es que, Su Majestad, nadie debería fiarse de la ingenuidad de las mujeres… No serán esos ladrones los únicos hombres engañados por el sexo femenino (Mira a Doniazada y le hace un guiño)…

Rey Shariar: No me lo recuerdes, siquiera. La noche que decidí tomar esposa tras esposa para ahocarlas al amanecer fue porque mi más querida concubina, la que yo creía más piadosa y pura, me engañó… desde entonces, detesté a las mujeres…

Sherezada: Lo sé, Su Majestad… Pero no olvide que Alá es el dueño de esta rueda, y en su gobierno no escasean las sorpresas…
Eso pensó Aladino, cuando halló lo que halló… (A Doniazada) ¿Sabes quién es Aladino, querida?

Doniazada: No lo sé. Quizá Su Majestad sí lo sepa.

Rey Shariar: No, yo no lo sé. (A Sherezada) ¡Cuenta, querida, quién es ése al que llaman “Aladino”!

Sherezada: Pues era un joven apuesto pero siempre apenado por su pobreza. Todas las noches soñaba con desposar a una princesa… No a cualquiera, mi Señor, Aladino estaba enamorado de Jazmín, también llamada Badrulbudur. Pero su condición humilde convertía su sueño en un imposible.

Doniazada: ¿Era un amor imposible?

Sherezada: Lo era. Pero luego no lo fue.

Escena III

(Entra Aladino en escenografía de bosque y ve colgado de un árbol una especie de lata cilíndrica. Se acerca, la hace girar)

Aladino: ¿Qué eres? ¿Acaso una colmena?

Lámpara: (Voz en off) No lo soy.

Aladino: (Se da vuelta y mira hacia todos lados) ¿me hablas a mí?

Lámpara: ¿Hay alguien más a quien hablarle?

Aladino: ¿Quién eres?

Lámpara: ¿Me harás un interrogatorio antes de descolgarme de aquí? ¡Ni siquiera rompiste el ridículo envoltorio en el que me encerraron… te ordeno que me descuelgues!

Aladino: (Comienza a descolgar el objeto y se sobresalta con un estruendo. Entra el Brujo)

Brujo: (tétrico) Si yo fuera tú, no tocaría eso.

Aladino: (titubea) Pero, ¿por qué?

Brujo: Pues quien nada sabe, ¡nada debe tocar!

Aladino: ¿Y qué debería saber? ¿Qué es esta colmena que cuelga del árbol?

Brujo: (ríe sarcástico y tenebroso) No es una colmena, tonto.  Pero sí tiene un tesoro tan dulce como la miel

Aladino: ¿Tesoro?

Brujo: Te diré…  No, no, olvídalo. Olvida lo que te dije… Eso es pura cáscara vacía…

Aladino: Espera, no te vayas… (Sale el brujo riendo)

(Aladino se sienta sobre una roca y mira la colmena. Una y otra vez la mira)

Aladino: ¿Algo dulce? ¿un tesoro?

(Entra el brujo por detrás, sin que lo vea Aladino, que mientras se acerca y extiende la mano hacia la colmena)

Brujo: Ja, caerás en la red… Vamos, despacio, tócalo de una vez… Corre tú los peligros, tonto,  y yo me quedaré con todo! Hay que ser estúpido: el mundo sabe que una maldición caería sobre el que osara descolgar esa colmena y descubrir lo que hay adentro!

Aladino: Algo dulce, un tesoro… El dulce tesoro con que yo sueño es mi linda Jazmín… (melancólico, se vuelve a sentar)

Brujo: Pero, ¿qué pasa con este bobo que se demora. (Aladino vuelve a pararse junto a la colmena y extiende el brazo) ¡Bájalo de una vez, imbécil!

Aladino: (Lo toca y una red cae sobre su cabeza y lo atrapa…) ¡Ay, ay! ¿Qué sucede?

Brujo: Esto sucede (le quita la colmena. Y extrae de ella una lámpara). Acabas de darme mi mejor riqueza, tonto. Ahora el poder es mío y tú serás alimento de las fieras dentro de esa red en que te abandonaré. Pero antes te cubriré de ramas para que ningún cazador pueda rescatarte, no sea que te libres de tu condena, estúpido pueblerino. (Toma dos ramas de palmera y se las echa encima y sale como en busca de más) ¡Soy el dueño de la lámpara! ¡Soy el amo de la fortuna, quien se cruce conmigo que halle antes dónde guarecerse!

Aladino: ¿Una lámpara? Pero si es una lámpara tendrá un efrit… Ahora lo entiendo, no era la colmena sino el genio que duerme dentro de la lámpara quien me respondía… Efrit, Genio de la lámpara, respóndeme… Te ordeno que salgas de allí ya mismo.

(Cortina de humo) Aparece el efrit.

Efrit: Aquí me tienes. Quien me ha invocado es ahora mi dueño. Manda lo que quieras, amo!

Aladino: ¿Lo que quiera? Pues por encima de todo deseo, más allá de los sueños más altos de mi conciencia, más bello que el mismo paraíso, duerme mi querida Jazmín…

Efrit: ¿Acaso has pedido algo? Recuerda que he sido creado para dar satisfacción a los deseos de un amo. Si desaprovechas tus palabras y nada pides, otro será pronto quien me ordene.

Aladino: No, no, espera. Quise decirte que deseo tener a Jazmín. (Apagón, humo. Aparece Jazmín dentro de la red con él.)

Jazmín: Ahhhhh (grita insoportablemente) ¿Qué es esta red en que estoy metida?

Aladino: Efrit, No, deshace este deseo, regrésala a su palacio.

Efrit: Concedido (Apagón. Humo, Aladino solo dentro de la red)

Aladino: Eschuche, señor Efrit: Quiero, mejor, que me libere…

Efrit: Concedido. Ya puede salir (Aladino levanta su propia red)

Aladino: Ahora, libre ya, quiero riquezas y el amor de Jazmín, pero no me la traigas así, a la fuerza, quiero merecer su amor, Efrit, deseo que me quiera por mí, por mis virtudes… Eso es, lléname de virtudes, gran Genio!

Efrit: Concedido.

(Cierra el telón)

Escena IV

Jazmín:  Trae aquí, madrina. Muéstrame los sellos de esa carta.

Madrina: Déjame leerla de nuevo, Jazmín…

Cuatro mujeres: (ríen) ¡Lée, lée!



Jazmín: Shhh, dejen de avergonzarme!!!!!

Madrina: Ah, si la avergüenza es porque lo corresponde… (Risas)

Mujer I: ¿Quién es el pretendiente que escribe tan dulcemente, niña?

Mujer II: (Arrebata la carta de manos de la madrina, hace una pausa mirando el papel) Un tal Aladino!

Jazmín: Basta, tonta! Le diré a mi padre que en cambio de servirme se divierten sonrojándome!

Madrina: No le dirás nada a tu padre si no quieres que las cartas que te ilusionan se terminen.

Jazmín: (Cambia el semblante, se pone triste) ¿Tú crees que mi padre prohibiría este correo si lo supiera?

Mujer III: Pues, ¡Claro! ¿Qué duda te cabe, niña? Tu Padre debe tener prometida tu mano a un jeque, y nada le gustarán estos cortejos…

Mujer II: Y menos si viene de un joven.

Mujer I: De un joven y pobre…

Jazmín: Pero aún no sabemos nada de él. Quizá Aladino mismo sea un Jeque de gran riqueza.

Madrina: Ay, niña  ingenua… Si lo fuera jamás te abordaría a tí antes de hablar con tu padre. Este pretendiente sabe que tu padre no lo aceptaría, por eso te escribe a tí, directamente…

Jazmín: Mujer malvada… ¿cómo puedes derribar esperanzas con tanto descaro?

Madrina: (Se acerca, apenada) Niña, ¿acaso existen esas esperanzas en tí?

(Jazmín se cubre la cara y llora. Las mujeres sueltan una risita)

Madrina: Cállense, pérfidas y salgan de aquí ahora mismo. Si la lengua de una de ustedes osa mencionar la carta a alguien, sepa que no vacilaré en cortársela. (Salen las tres mujeres) Tranquila, Jazmín, no desesperes, si así lo quieres arreglaré un encuentro y verás con tus propios ojos al joven. Pero calma, primero tendré que averiguar si tiene la fortuna necesaria para pedir tu mano.







Escena V

Sherezada: Y el dolor de Jazmín, que suspiraba, aun sin conocerlo, por su enamorado no se compara a la pena que yo siento, mi señor, porque se acerca el momento de alejarme de usted.
Tomará mi vida, y eso ya no me importa, mi Rey… Sólo quisiera vivir más para estar junto a mi amado.

Rey Shariar: ¿Tu amado? Sherezada, ¿estás hablando de tí?

Doniazada: Su Majestad, no habla de ella solamente, sino de Usted también.

Rey Shariar: Ven aquí, estrella mía, ven para que te abrace… (Sherezada se acerca y se abrazan sentados en la cama)

Doniazada: Hermana mía, se acerca la aurora, sigue tu relato sin desatar los nudos de ese abrazo Real.

Sherezada: Lo haré, querida, lo haré… Aladino le había pedido al Efrit que lo vistiera de las más ricas telas y que lo introdujera en el palacio para pedir la mano de Jazmín… Pero antes sucedió que quienes se amaban en palabras por fin se vieron cara a cara…

Escena VI

(Aladino y el Efrit esperan en una escena de bosque. Ingresan la Madrina y Jazmín)

Aladino: (Al Efrit, al ver entrar a Jazmín) Concédeme la fuerza para que mis piernas no flaqueen… Mírala, me siento morir…

Efrit: Concedida.

Madrina: (A Aladino) Joven, aquí la princesa… Sea breve, ¿sabe usted los riesgos que enfrentamos al eludir la custodia del palacio y escabullirnos hasta aquí? ¡Diga lo que tenga que decir y libérela!

Aladino: Está bien, sólo impongo una condición… Necesito un instante solo con ella, sin usted, sin mi compañero.

Madrina: ¡De ninguna manera! Me he confundido con usted. Aquí se acabó el encuentro. Adiós (voltea y la toma fuerte del brazo a Jazmín para llevársela.)

(Jazmín la mira seria y no se mueve. La Madrina la interroga con la mirada)

Jazmín: ¡Déjannos solos!

(Salen el Efrit y la Madrina. Se miran J y A largamente a los ojos, y luego él se ubica a sus espaldas, le toma el pelo y se lo pasa por las mejillas como acto de adoración. Le toma la mano más cercana y la hace girar hasta quedar de nuevo enfrentados.)



Aladino: (Nervioso, la mira) necesito decirte algo. Es que… (se queda prendado de sus ojos) No me mires así, me cuesta respirar si lo haces…

Jazmín: (suspirando) Aladino…

Aladino: (la mira sorprendido y sonriente) ¿Lo entiendes? ¿Es que sientes lo mismo que yo?

Jazmín: No lo sé… (Dulcemente) ¿Qué sientes?

Aladino: Siento que no… (titubea) Que no hay palabras para decir…

Jazmín: ¡Es lo mismo, entonces!

Aladino: Entonces, sólo esto puedo decirte: ¡Cásate conmigo!

(Se besan y sostienen el beso. Detrás se ve el Efrit, distraído y entra el Brujo)

Brujo: (Con la lámpara en la mano) ¡Maldito Efrit! ¿Qué haces holgazaneando en el bosque, cuando tienes que complacerme tantos deseos! (Señala la lámpara) Mira qué tengo… 
(El Efrit mira a la pareja, que permanece absorta y abrazada) y se va empujado por el Brujo que lleva la lámpara como si fuera una ballesta apuntándolo)

(Suena la música y comienza la danza entre Aladino y Jazmín.)

Escena VII

(Entra la Madrina)
Madrina: (A ambos) El Rey, padre de la princesa Jazmín, le ha concedido una entrevista. Vístase de sus mejores ropas y muestre sus más altas virtudes, y el Rey, que es un hombre piadoso, le concederá la mano de su hija.

Aladino: Allí estaré si Alá me acompaña.

Madrina: (Aparte) ¡Que lo acompañe, porque si no, el Rey acabará conmigo también!
(La madrina toma del brazo a Jazmín y ella se queda agarrada de la mano de Aladino mientras la madrina la tironea, ella lo mira a él, hasta que se suelta y salen, siempre mirándolo)


Aladino: ¡Efrit! ¡Efrit! ¿Dónde estás, mi Efrit? No te escondas…
(silencio) ¿Qué clase de broma es ésta? Ah, querrá asustarme… ¡No te daré el gusto, genio torpe!
(Silencio). Efrit, yo no bromeo. No puedes esconderte ahora, que tengo que conseguir una fortuna, buena ropa, piedras preciosas y seis camellos para pedir la mano de mi adorada Jazmín! ¡Regresa! ¡Regresa!!!!!!!!!!!!



Escena VIII

Doniazada: ¿El brujo se llevó la lámpara? ¿Justo cuando Aladino debía convencer al Rey? ¿Y qué hizo, Sherezada?

Sherezada: No te alarmes, querida. Es cierto, el Efrit no pudo ayudarlo. El brujo lo había atrapado nuevamente en la lámpara y sólo lo liberaba para cometer hechos horrorosos. Pero Aladino se atrevió igual a entrar al Palacio, y llegó hasta el mismo Rey.

Doniazada: ¡Ay, por Alá! Y ¿cómo hizo Aladino?

Escena IX

(Madrina, Rey, cuatro mujeres, dos custodios, un trono, una alfombra roja atravesando el escenario)
(Entra Aladino)

Aladino: (A la madrina) ¡Aquí estoy!

Madrina: ¡Ya lo veo! ¡Por Alá, está hecho un pordiosero! ¿Cómo se le ocurre presentarse ante el

Rey así! ¡El rey lo mandará a matar si lo ve pisando sus tapices!

Mujer I: ¡Hombre! ¡Está loco! ¡Cómo se atreve!

Mujer II: ¡Y así! ¡Es un mendigo!

Mujer III: ¡Joven, salga pronto, antes de que el rey pregunte quién es usted!

Mujer II: ¡Huya! ¡Huya ya mismo!

Jazmín: Mi amor… (estira los brazos como para alcanzarlo simbólicamente, llora)

Rey: (Oye y mira hacia las mujeres) A ver, a ver, ábranse, chusma, déjenme ver quién está allí… (se pone los anteojos) ¿Y este mendigo? (A los gritos) ¿Quién ha dejado entrar a este mendigo?

Guardia: Señor…

Rey: ¡Alarma, alarma! ¡Debe ser un ladrón! (Sube el tono) ¡O un asesino!!!!!!

Guardia: ¡Arréstenlo! ¡Al calabozo! ¡Al calabozo!!!

 (Cierra el telón)

Escena X

(Escenario casi a oscuras. Entran la Madrina, con una lámpara de gas, detrás el brujo y las cuatro mujeres)

Brujo: (Abrazando la lámpara) ¿Adónde me conduce, señora? ¿Tan lejos está el tesoro del Rey?

Madrina: Usted sabe que el Rey es un hombre precavido, pero le aseguro que las joyas estarán en sus manos en un segundo. Usted las tendrá en cuanto nos ayude a liberar a Aladino…

Brujo: (Por lo bajo) Seguro que lo liberaré… espera sentada, tonta matrona…

Madrina: Ya falta poco, sólo unos pasos…

(Queda a oscuras el escenario)

Brujo: (Se agacha) Pero si esto parece un baúl de joyas…

(Una de las mujeres le saca la lámpara, las demás lo empujan dentro y lo encierran)

Al encenderse las luces, aparece el Efrit.

Efrit: ¡Vamos a ver quién encierra a quién, maldito hechicero!

Madrina: ¡Rápido, Efrit, libera a Aladino!

(Cierra el telón)

Escena XI

Doniazada: ¡Aladino en el fondo de la prisión! ¡Pobrecito!!!!!!¡Pero el efrit lo liberó, ¿no es cierto?

Sherezada: Pues, claro, querida, y le dio a Aladino un traje precioso. Pero él lo rechazó.

Rey: ¿Lo rechazó? ¿Oí bien?

Sherezada: Oyó bien, mi dueño y señor. Aladino quiso presentarse ante el Rey con sus babuchas raídas, tan pobre como siempre…

Rey: ¿Eso hizo? (Ríe bonachón) ¡Me gusta Aladino!

Doniazada: ¿Y por qué lo hizo, Sherezada?

Sherezada: Pues porque deseó que Jazmín supiera que era un héroe. Que no necesitaba ayuda de ningún efrit para conquistar su mano.
Doniazada: ¿Y qué ocurrió?
Rey Shariar: ¿El Rey lo perdonó?
Sherezada: ¿Conviene a un soberano magnánimo perdonar a un condenado, Su Majestad?

Rey Shariar: Pues yo creo que sí, si lo que anima al joven es el  Amor.

Sherezada: ¡Lo era, Su Majestad! Aladino amaba a Jazmín con todo su corazón…

Rey Shariar: Pues entonces, que lo perdone, y le conceda la mano de su hija…

Sherezada: ¡Lo mismo dije yo, Señor Mío…! Pero en ocasiones los Reyes no son tan buenos…

Rey Shariar: Pues que lo sean, querida, no quiero terminar esta noche apenado con noticias tristes.

Sherezada: Tiene razón, amado Rey, no debiera ser éste un amanecer de luto. Y no lo fue para Aladino, porque el Rey vio en ese joven valiente el esposo que quería para su hija.

 Doniazada: ¿La dejó casarse con él?

Sherezada: ¡Claro, Doniazada! Jazmín supo derramar tres lágrimas mágicas que ablandaron el corazón de su padre… ¿No te he dicho que el amor mueve montañas?

Doniazada: ¿Siempre mueve montañas?

Sherezada: ¡Siempre! (Le guiña un ojo a Doniazada)

(Entra Mustafá)
Mustafá: ¡Señor! Ha amanecido…

Rey Shariar: Sí, Mustafá… Por fin ha amanecido. Se ha hecho la luz en mis ojos. Y, ¿sabes qué me ha enseñado esta esposa? Que el amor mueve montañas… ¡Llama al visir!

(Entra el Visir)

Visir: Señor. ¡Lo sé! Ha llegado la hora… Permítame despedirme de mis hijas… (Corre hasta sus hijas y se abrazan los tres, sobreactuando)

Rey Shariar: No digas tonterías, Visir, ve pronto y dispón todo para la mayor fiesta de casamiento que ha dado el reino. Beberemos y comeremos durante un año…
¡Sherezada será desde hoy mi mejor esposa!
(Gritando) ¡Que hasta los confines del Reino se oiga mi voz: “El amor mueve montañas” (Abraza a Sherezada)
(Se cierra el telón)

(En medio de la gente, el reflector lo apunta, el salón en penumbra todavía)
Abbás: (En el balcón, entre la gente) Bonito, bonito, ¡Bravo! Ja, Yo conozco algo que también mueve montañas… Creo que le llaman Astucia… ¿puede ser? Sí, sí, ¡Astucia!. (Sigue contando monedas) Dos mil novecientos dos, dos mil novecientos tres…