Mito de Cronos
Comencemos por la inquietud primera.
Desde el principio de las civilizaciones, el hombre documentó
la zozobra que le suscitaba la finitud de la vida. Los pueblos primitivos, de
conciencia colectiva, han comprendido con menor angustia la idea de la muerte,
porque su ser, la comunidad, sobrevive
en una sucesión que supone la partida de unos individuos para que nazcan otros.
Pero el mundo occidental concibe la idea de la muerte como
el desasosiego mayor. Cuando algo angustia, suele representarse. Así irrumpe la
expresión artística. El arte primitivo también era un modo de procesar lo que
inquietaba.
Eso es precisamente lo que ocurrió con la figura de Cronos o
Saturno, como lo bautizaron los romanos.
Los griegos gestaron el mito de Cronos por acallar el grito
de horror que les generaba la inexorable llegada de la muerte. Si el tiempo es
motivo de reflexión permanente es porque funciona como sinónimo del memento mori, del recuerdo de que vamos
a morir en algún momento.
En efecto, Cronos representa al tiempo. Esto explica que las
palabras asociadas con el tiempo y su medición contengan la raíz “crono”.
“Cronológico, cronómetro, crónica, etc.
“Cronos llegó al
sitio del poder supremo entre los dioses porque se atrevió a enfrentar y
destronar a su padre, Urano. Pero cuando él mismo fue padre, comenzó a temer su propio derrocamiento. Para
evitar que un hijo lo destronara decidió neutralizar a cuantos nacieran. Cada
vez que Rea daba a luz a uno, él lo fagocitaba de inmediato. Todos ellos fueron
a parar a su estómago. Excepto Zeus, el más pequeño, el elegido por el destino.
Rea, harta de ver cómo sus criaturas eran
convertidas en bocadillos para su esposo, se retiró a una cueva en la montaña y
allí dio a luz. No le envió al padre el niño, sino una piedra envuelta en
pañales y mantas. Cronos, sin
advertirlo, se la tragó. Así es como Zeus creció en secreto y, cuando tuvo las
fuerzas para hacerlo, obligó a su padre a vomitar a sus cinco hermanos mayores
y se erigió en el soberano del universo.”
Si Cronos es el tiempo y devora a sus hijos, ¿qué es
exactamente lo que el tiempo se come? ¿A quién se refiere el mito mediante la
figura de los hijos?
El único elemento común entre los dioses es la eternidad.
Ellos no nacen ni se mueren, no tienen tiempo. Nacer es ingresar al tiempo. A
partir de entonces se activa el reloj existencial de la criatura que corre en
cuenta regresiva hacia la muerte. Lo nacido está sometido a la caducidad por
naturaleza. Por eso mismo, el hombre y todo lo creado son hijos del tiempo.
Aquí va la abstracción: El tiempo nos consume…
Contrariamente a lo que percibimos, no “gastamos” el tiempo,
no lo “perdemos”, sino que él nos gasta a nosotros, él nos pierde. No “matamos
el tiempo” al llevar un libro a la sala de espera del médico. No consumimos las
horas de la tarde navegando por internet.
El tiempo nos mata a nosotros, nos destruye, en realidad.
Es una verdad sombría, pero verdad al fin. Por eso ha
requerido uno de los mitos más emblemáticos del panteón griego.
Tomado por los romanos, Saturno atravesó los siglos de la
Antigüedad y el Medioevo, y cuando el cristianismo había sofocado las
divinidades paganas, el Renacimiento volvió a darles vida. Saturno fue
entonces, como lo es en el ámbito de la astrología todavía hoy, el planeta
limitante, el que dice “basta, hasta aquí has llegado”. ¿Qué limitación mayor puede conocer el hombre
que la del tiempo del que dispone para vivir?
Pero Cronos también enseña que no hay nadie que pueda
perpetuarse en el poder. Por más recaudos que tome, algún día habrá de caer y
dejar el lugar a otros. Así lo destrona Zeus. Y entonces volvemos a la misma
sabiduría primitiva: mueren individuos, para que nazcan otros, y la humanidad
siga viviendo… Ésta también es una lección sobre el tiempo y la humildad.