Confines
en la aldea
Hace un tiempo, don Edgar Morisoli, nuestro gran poeta, me hizo
llegar un documento breve destinado a que lo compartiera con mis alumnos. Se
trataba de una explicación sobre dos ingredientes de la poesía. Una reflexión
sobre los componentes esenciales de todo texto poético.
Tema y
motivo
Allí distinguía el “tema”, del “motivo”. Y decía entonces:
“[…] Los “temas” de un poeta pueden ser muchos y múltiples… pero no
infinitos. Hay siempre un grupo de obsesiones, sueños, vivencias, que aglutina
los temas propios de un creador.
El “motivo”, en cambio, no es otra cosa que la plataforma de abordaje de
los temas, la cual sí que puede sumar incontables caminos.”
Para Morisoli, según él
mismo ejemplifica, la tragedia de la ambición humana es una de esas obsesiones
vitales a las que siempre regresa. Pero sus poemas abordan el tema con diversos
motivos. Así lo hace en “Al Sur crece tu nombre” (1974) mediante “Fábula de Villagra”, en que recuerda la
psicosis del oro encarnada por la figura legendaria de Villagra. Pero del mismo
modo planteará el tema en “Cartel en la
Línea Sur” (La lección de la diuca, 2003), “Viaje del Encomendero” (Última rosa, última trinchera, 2005), “Metal del Sol y la locura” (Una vida no
basta, 2015). Todos estos constituyen “motivos”
para expresar el mismo “tema”.
El sábado 3 de noviembre,
Don Edgar presentó su poemario más reciente, al que tituló “Lenguaraz de
confines”. Durante su exposición inicial volvió a tocar la clasificación que
les había regalado a mis estudiantes, aunque
habiéndole dado una voluta más, atendiendo el asunto desde una perspectiva más
profunda incluso.
Propuso esta vez la
complementariedad de “Esencia y
contingencia”.
Si el matrimonio entre
motivo y tema concernía a la estética de la poesía, es decir a aquel ámbito de
la filosofía que trata el asunto de la belleza, “esencia y contingencia”
corresponden a una esfera más amplia, la de la filosofía, la del pensamiento
sobre lo real.
Esencia y Contingencia
Contingencia suele referirse a algo
posible o aquello que puede, o no, concretarse.
Una eventualidad. En términos filosóficos, Santo Tomás de Aquino le
atribuye la condición de contingente a toda criatura. Ninguno de los seres
vivos es necesario. Su escolástica sostiene que la misma Creación es un producto
gratuito del Creador, que no hizo falta, ni hará falta el día que se agote.
En la obra de Morisoli contingencia es cada una de las situaciones que suscita la
realidad. Circunstancia que envuelve como un entorno al sujeto, o interesa como
objeto de reflexión al poeta.
No obstante, detrás de esa
multiplicidad de circunstancias propuestas en tiempo y espacio, existe un
fondo, un esquema que se repite. Algo que se “dice” con una u otra situación. Un
cuadro esencial detrás de cada contingencia. Se trata de lo que el poeta
nombrará como “esencia”.
Por ser el fondo que lo anima todo,
la esencia es insustituible y
atemporal.
Diríase en el lenguaje de Morisoli
que la esencia corresponde al “tema”, mientras lo contingente es simplemente una situación en que se expresa ese
tema, el “motivo”. Así, el racismo puede manifestarse en la
limpieza de sangre del siglo XV hispano, o en la Polonia de Auschwitz. Pero es
siempre el odio hacia lo diferente. “Todos los fuegos, el fuego” diría
Cortázar.
Por eso, pronuncia el lenguaraz
ante el poema: “Tuve ante mí lo efímero y lo eterno de la
aventura humana.”
Un ejemplo de esto lo constituye
“Sueño a dos voces”, en que se iguala a Ildefonso de las Muñecas con Ernesto
Che Guevara en lo esencial de su lucha, a pesar del “Siglo y medio que distanció sus vidas en la tierra.”
Hasta aquí el Morisoli tradicional.
Viento
astral
Lo novedoso es la apertura del campo indagado hacia otras
latitudes. Del mundo, al universo. Las referencias al cosmos, las estrellas, la galaxia,
las menciones al cacique de los cielos y el predominio del elemento aire que
despliega “Lenguaraz de confines” podrían darnos la pauta de que aquí─ la
pesquisa no se limita a comprender las sociedades, los avatares de la historia,
o al hombre tarea muy ambiciosa de por sí─.
Y el mismo poeta arroja un motivo
para la expansión, una hipótesis que explique la acentuación de lo aéreo en su
estética. “El viento astral comenzó a visitarme/
después que Ella partió (¿lo hará en su nombre?) “
Una referencia a la partida de Margarita, su compañera. La
necesidad desde entonces de comprender la vida en otro plano se abre paso en la
poesía morisoliana.
Incluso crece desde la premisa de
que se mueve en pos de una utopía. Desde el principio, señalará el sujeto lírico
que se trata de algo rayano con el imposible.
“[…] Yo te ofrezco tan sólo/ un punto de partida/que ojalá
fuera el punto que Arquímedes pedía…”
Cuenta la leyenda que Arquímedes de
Siracusa, entusiasmado por el descubrimiento de la ley de la palanca, pronunció
una frase presuntuosa: "Dadme un punto de apoyo y moveré al mundo".
El punto de apoyo de Arquímedes suponía estar parado en el espacio, fuera del
mundo.
Eso es exactamente lo que convertía
su plan en un imposible. Si de algún modo no nos estuviera vedado observar la
vida desde afuera, desde la muerte, seguramente la esencia dejaría de ser un
enigma.
Es una tarea quimérica salirse del
mundo para poder verlo. Sin embargo, el amor puede obrar algún que otro
milagro. Puede llegar en ocasiones, “un viento astral”, que permita pensar las
cosas desde afuera.
Trama y Urdimbre
Si bien la indagación amplía su
terreno, no hace falta cambiar el método porque para el autor todo está
entramado.
En el marco de una entrevista muy
interesante publicada en “El anartista” (www.elanartista.com.ar/2015/04/16/pais-del-monte/), Patricia Bailoff y Josefina Bravo le plantean a Edgar
Morisoli la siguiente pregunta:
“¿Y cuál es la relación entre lo micro y lo macro?” Él responde:
“Todo es una gran trama, ¿no es cierto? La trama del
universo, la trama de la vida. De modo que no hay un elemento aislado, por más
aislado que pueda parecer.”
.(1) urdimbre; (2) trama
No extraña la metáfora del tejido. El maestro muchas veces ha
mencionado la etimología de la palabra texto, que emparenta la escritura con un
tramado de urdimbre y trama, de esencia y contingencia, de tema y motivo.
La imagen de correspondencia entre trama y urdimbre, que subyace
a toda la obra, es otra señal de apertura, de cambio. Así se dice en “Dos
regresos”:
“Regreso del país de los
cantores,
donde el silencio es
trama y la palabra
urdimbre. […]”
Aquí hay una inversión de lo que sucede habitualmente en los
textos, señalando quizá los efectos del “viento astral”. La palabra suele ser la herramienta de la
trama; y aquello que queda silenciado es la urdimbre. Aquí ocurre lo contrario.
Y entonces, se pondera el silencio.
Después de frecuentar “el país de los cantores”, se sume el
poeta en el silencio. Un viaje hacia la mirada desde afuera lo deja perplejo.
La pista podría dormir en el último de los poemas, donde el
autor hace un homenaje a algunos amigos artistas que, junto con Margarita, y
mediante la memoria que los hace presentes, acompañan su tarea poética. Con
ellos y por ellos, se abraza la importancia del silencio.
Pie en tierra
Por más que tiente el viaje aéreo,
el propósito poético no es digno si se escapa de la tierra. No se trata de
perder raíces y tornarse pluma en el viento.
“Pero mi
reino no es el aire. Vivo y canto
en
Amerindia, al sur del continente
─entre
vientos astrales y pamperos de verdad cotidiana
cuando el
Imperio nuevamente acecha.”
En cambio, la verdad esencial habrá de ser perceptible tanto en las
estrellas como en el terruño. Tanto en el paisaje del macrocosmo, como en la
intimidad del ser.
Y el poeta
está llamado a quitar el velo sobre la esencia, sin detener el pincel con que
pinta su aldea. No hace falta viajar
muy lejos, sino “traducir” ─haciendo honor a la vocación de “lenguaraz”─ el
lenguaje profundo, la raíz secreta de las palabras.
Por ello, al finalizar la presentación, Morisoli decidió citar
un poema propio que dio nombre al nuevo libro. Y concluyó:
“No siempre los
confines son los que están en la lejanía, los que aguardan tras la línea móvil
del horizonte. También hay confines dentro de nosotros mismos, en el íntimo
reducto de la conciencia y el sentimiento, en la raíz secreta de la palabra.
Confines del reprofundo del corazón, tan difíciles de alcanzar como los otros…”