Un ademán de Esperanza
“Un ademán de sol” es el nuevo libro de Edgar Morisoli.
Hecho en partes iguales de poemas e imágenes forjadas por ilustradores muy
diversos, el libro se permite una calidad que no es habitual en estos tiempos
de crisis editorial. Y así como no renuncian sus editores, tampoco cede la
voluntad del poeta, que sigue escribiendo con la misma disciplina que lo
distinguió siempre.
En los últimos años Morisoli ha propuesto a sus lectores un
concepto diferente del libro de poesía. Como si se tratara de un objeto de culto,
una pieza destinada a convertirse algún día en una valiosa antigüedad.
La forma del libro/objeto no hace más que retratar el fondo que
edifica la poesía. En este caso, “Un ademán de sol” reúne poemas muy diferentes
cuyo punto común es la reflexión sobre lo que significa la actividad poética
para el autor.
En efecto, la función social y trascendente del acto de
escritura y de lectura de la lírica es la reflexión central.
En ocasión de una presentación anterior, el poeta propuso
una cuestión teórica: el “tema” y el “motivo” del poema. Los temas vitales de
cada autor suelen ser un puñado. Son preocupaciones permanentes del poeta. Ejemplos
de ello serían el abuso de poder o el
desamor, por citar dos.
Los “motivos”, las circunstancias con que se plantean esos “temas”,
pueden ser muy diversas. Así, cualquier circunstancia ocurrida en Oriente u
Occidente, en el siglo XVIII o en el XXI puede servir para hablar de la
esencial tendencia humana a excederse en el ejercicio del poder.
En el “tema” del amor fallido, obra de “motivo” cualquier historia
individual que reproduzca la falta de atención, de cuidados y cierto maltrato
de un amante.
En este nuevo libro, Morisoli vuelve a reflexionar sobre la naturaleza
y la función de la Poesía. El tema que subyace a toda la selección es la Poesía
como imagen de la Esperanza. Esperanza de combatir, resistir y doblegar las
injusticias sociales, pero también la Esperanza trascendente, que incluye el
misterio del ser y de la muerte que el hombre en vida no puede abordar sino por
la poesía y el arte.
Pero los “motivos” irán desde la historia del fraile Mariano
Aspiazu, perseguido por un Virrey, hasta el mate recibido como obsequio de una
familia de puesteros del Oeste, pasando por un Juan de Yepes que no es sino el
poeta San Juan de La Cruz ponderando esa oscuridad apenas previa a la irrupción
de un amanecer del alma. Como si el autor de “Un ademán de sol” nos dijera por
intermedio de un poeta del Siglo de Oro español que no hay oscuridad que
justifique la falta de Esperanza.
Cruzan en el texto con idéntica importancia anécdotas
personales y figuras rutilantes de la literatura y la historia. En todos los
casos, el poder restablecedor de la poesía se da cita. Y este hecho quedará
enunciado directamente en la presentación de su obra, cuando Morisoli diga: “Creedme:
La poesía cura los agravios del alma. La poesía restaura la belleza del mundo
frente a los embates del odio y de la arrogancia del Poder.”
“Un ademán de sol” es una convocatoria de la luz, del calor,
de la vida que constituye el efecto del sol sobre lo creado. Cada llamado
poético será un nuevo “ademán de sol”, un restablecimiento de la Esperanza.
Si el “tema” es la Poesía o la Esperanza, que constituyen,
para Morisoli, una sinonimia, sea cual sea la inclemencia que aqueja, (el
hambre, el rumor silenciado de las víctimas o la misma condición mortal de
nuestra especie) la Esperanza es, como el ejercicio de escritura para el poeta,
irrenunciable.
En el evento de presentación de “Un ademán de sol” se
hablará de la dicotomía
“utópico/apocalíptico y dionisíaco/apolíneo con que se categoriza el devenir de
las artes. Quizá el tema de la Esperanza explique el hecho de que Morisoli se
sienta utópico y no apocalíptico, dionisíaco y nunca apolíneo.
La Esperanza lo lleva a pensar en el sitio perfecto,
terrenal y perfecto, que imagina Santo Tomás Moro en su libro “Utopía”. Y también decide ilusionarse
con la mirada dionisíaca que rebasa la realidad perceptible, que elude el
límite de lo que retratan los ojos del presente. En cambio, se ordena a creer
en la justicia que no se ve en el aquí y ahora, pero existe y espera en algún
sitio y en algún tiempo…
“La esperanza hay que chairearla
de cuando en
cuando,
por si hay que afrontar las penas
salga cortando”