En la historia no existe nada más universal que la lucha por
la libertad. Desde épocas muy remotas los poderosos coartaron los derechos de
los más débiles. Que se trata de una injusticia, ya lo dice Don Quijote, porque
no debe arrebatarse la libertad a quienes Dios ha hecho libres por naturaleza.
Vida y obra
Reinaldo Arenas, escritor cubano que vivió entre 1943 y 1990,
es uno de esos perpetuos defensores de la libertad. No parece casual que su
único ensayo se llame “Necesidad de Libertad”.
Nació en Cuba. Se crió en un hogar rural y muy humilde.
Siendo todavía un niño se unió a la Revolución que derrocó a Batista e instauró
el Régimen liderado por Fidel Castro.
Desde pequeño, escribía. Y como el papel y la tinta no eran
objetos que se le ofrecieran sin límites, tenía el hábito de garabatear versos
en las cortezas de los árboles. Su primera novela registra ficcionalmente esa
etapa en que se manifiesta su “Voluntad de vivir manifestándose” (nombre con el
que titulará un libro de poesía, años más tarde).
“Celestino antes del
alba” es un homenaje a la poesía, escrito con el ánimo de una novela
lírica.
El narrador es un niño. Y Arenas logra reproducir, en un
acto de increíble memoria, la mirada, la ingenuidad, las inseguridades y el
afán de libertad propia de un niño pequeño. El pensamiento mágico
característico de la concepción infantil de mundo se despliega con maestría.
Un lenguaje típico del género del cómic inunda el relato. La
muerte, como en la animación, es una instancia reversible y lo que se narra
está impregnado de hipérboles. El mismo autor reconocerá mucho tiempo más tarde
que la infancia es, para él, el pozo de donde extrae su imaginario. Por lo
tanto, quien haya leído esta primera narrativa conocerá en ciernes todos los
temas vitales, la cosmovisión y la estética de Reinaldo Arenas.
Su estilo, respetado en toda la narrativa posterior, no se
percibe como un trabajo minucioso y cauto, sino como el discurso de desborde
emocional al que Arenas llamará “Escribidera” haciendo alusión al mismo
mecanismo irrefrenable con que se cursa
una descompostura intestinal, en el acto de escritura. Es comprensible
la analogía entre una y otra: el entorno y el abuelo como su voz cantante,
inducen al niño a la culpa por escribir.
Tanto en la realidad como en la novela los adultos combaten al menor,
por estar obsesionado con esa “mariconada” de inventar poesías.
El abuelo es la figura masculina dominante y quien rechaza
al niño con mayor fuerza. Representa el realismo, la visión materialista de la
vida, la cerrazón mental, la violencia, las imposiciones que acallan
individualidades, etc. La sed de libertad manifestada en este texto continuará toda la vida
literaria del autor, aunque ante
autoridades de otro tipo.
“Celestino antes del alba”, escrita a los veintidós años, fue
premiada y editada en Cuba. Resultó ser
la primera y última obra que se le haya publicado en su patria.
En 1969 también vio la luz El mundo alucinante, pero no en español sino en francés. El Régimen
Cubano ya había encontrado desaconsejable la literatura del autor. Arenas lo
atribuye especialmente a su condición de homosexual, Varias veces fue
encarcelado por “escándalo público” como un modo de reprimir esas tendencias
que se leían “contra natura”.
Su amistad con algunos autores disidentes y la noticia de
que ésta y otras obras comenzaron a editarse en el extranjero, terminaron de
inclinar la balanza. Era un delito entonces, porque los artistas no podían
disponer de los derechos de autor, que pertenecían al Estado. Así comienza la
“Persecución” (título que da al conjunto de sus cinco obras teatrales creadas
más tarde).
Si su escritura es un modo de evasión, la persecución
lógicamente no lo detiene.
Como su Celestino, Arenas cree que se nace poeta y esa
necesidad de escribir es un apetito contra el que no se puede luchar. La
condición de poeta no se elige, se asume.
Durante ese año, un pintor cubano que vivía en París llega a
la isla para asistir a una exposición y lee “Celestino antes del alba”.
Encantado con el relato, hace contacto con Arenas. La reunión provoca excelente
impresión en el pintor, quien acaba por leer el manuscrito de la segunda
novela. Encantado con el talento de Arenas, Jorge Camacho se niega a salir de
La Habana sin el manuscrito. Él y su
esposa lo sacan del país clandestinamente y lo hacen traducir. Así es que una
de las más admirables obras de la literatura hispanoamericana se publica primeramente
en francés.
Se trata de “El mundo alucinante”, la más lograda de todas
sus novelas. Es la historia de Fray Servando Teresa de Mier, un predicador,
escritor y político mexicano, “tal como fue, tal como pudo haber sido, tal como
a mí me hubiese gustado que hubiera sido.” Mediante el epígrafe que inaugura la
novela Arenas devela el juego entre la realidad y la ficción. En ese intervalo es que irrumpe lo alucinado,
que es el modo con que concibe la narrativa el autor. Por ello remata el
comentario diciendo “Más que una novela histórica o biográfica pretende ser,
simplemente una novela.”
Si la vida del Fray Servando real era una seguidilla
inverosímil de peripecias, prisiones y fugas, el texto acentúa ese aspecto y
convierte el relato en un gran comic en el que todo se hace posible. El personaje
va pasando de país en país huyendo de quienes lo acusan de hereje por haber
pronunciado un discurso que puso en duda algo sensible para la Iglesia: que la
Virgen de Guadalupe era una aparición más de la Madre Tierra de la cultura
precolombina.
Ésta es una obra que
ningún amante de lo americano debería perderse. No sólo es, en sí misma, una
tesis sobre la historia y la naturaleza del tiempo, una ponderación de la
poesía y la imaginación, es también un manifiesto de lo americano, según lo
aprende Arenas del trabajo de su maestro José Lezama Lima en La expresión americana. Allí descubre el
autor a la figura del fraile. Como trasfondo de El mundo alucinante, se evidencia la recreación original de los
conceptos lezamianos.
Más tarde, escribe “Arturo, la estrella más brillante”, de
corte autobiográfico, es una continuación de “Celestino...” Tanto es así que el
mismo Arenas la propone como una segunda novela de la Pentagonía que se propone
hacer. La tercera, “El palacio de las
blanquísimas mofetas”; la cuarta, “Otra
vez el mar” y la quinta, “El color
del verano” (que recuerda “La muerte en Venecia” de Thomas Mann) completan
la “Pentagonía” que recorre los sufrimientos en su patria a través de
diferentes historias. En todas ellas la necesidad de libertad se ubica por
encima de todo.
El humor, lo carnavalesco, la irreverencia son herramientas
que caracterizan los intentos de Arenas por escapar de la persecución. En los
siguientes libros la denuncia contra el Régimen Cubano y su casa de brujas
contra homosexuales y artistas disidentes serán un tema central.
En 1980, y mediante una falsificación improvisada del
documento de identidad, digna actitud de Fray Servando, logra salir de la isla
y se instala en Nueva York. Allí nunca vencerá la nostalgia de Cuba y la
sensación de ser rechazado por los cubanos exiliados, que son, según su
perspectiva, republicanos y homofóbicos. En ese periodo escribe varias novelas
más, los libros de poesía, cinco obras teatrales y un ensayo.
En 1987 le diagnostican HIV y comienza su padecimiento
físico. Antes del desenlace se aplica a terminar su obra literaria y escribe
una autobiografía que es publicada dos años después de su muerte. “Antes que
anochezca” nos da dimensión de los dolores que atraviesa el autor, de su
personalidad dionisíaca, del desbocado deseo de expresarse y del amor por la
vida que se manifiesta como una resistencia. El ingreso en varias prisiones,
todos las ocasiones en que debe reescribir de cero un texto (porque la
inteligencia estatal los confisca o porque los amigos, en cambio de custodiarlos,
los entregan a la policía) se relatan en esta publicación póstuma. También describe
crudamente sus proezas sexuales, revelando en la promiscuidad un modo más de
oposición a la autoridad.
A partir de la
autobiografía, Julián Schnabel filma una película con el mismo título que merece
la pena verse y ha ampliado un poco más el conocimiento popular de Arenas. En
parte, el logro se debe a la labor actoral extraordinaria de Javier Bardem, quien fue premiado incluso.
¿Libertad o
Redención?
Antes de la “persecución” del gobierno cubano, la figura del
perseguidor era el abuelo. En el exilio, ya no dominará el régimen y, por un
tiempo, no se hará sentir la amenaza, aunque sí una indiferencia desoladora. Pero
no pasará mucho tiempo hasta que el autor descubra al último de sus captores,
el SIDA, (que en una etapa bien avanzada lo conducirá a elegir el suicidio para
acabar con los tormentos).
Se hace evidente que el escritor percibe la vida como una
larga asechanza que nunca acaba. Aunque
la crítica y él mismo carguen las tintas sobre en el aspecto político de Cuba,
la verdad esencial de su obra se hace visible mediante el modo de intentar la
libertad.
El mecanismo por el cual escapa es, en algún punto,
revelador. No es una liberación realista, sino una huida por medio del
pensamiento, la palabra y sus productos.
“Algo hacía que la
prisión siempre fuera imperfecta, algo que estrellaba contra aquella red de
cadenas y las hacía resultar mezquinas e inútiles. ‘Incapaces de aprisionar...’
Y es que el pensamiento del fraile era libre. Y, saltando las cadenas, salía,
breve y sin traba, fuera de las paredes, y no dejaba ni un momento de maquinar
escapes y de planear venganzas y liberaciones. El pensamiento emergiendo ligero
de entre aquellas barras de acero, saltaba por sobre las mismas narices de los
carceleros...” dice “El mundo
alucinante”.
Más que liberación, el acto de escritura es redentor, libera
no al cuerpo, sino al espíritu. Devuelve la mayor potencia de resistencia que
existe, la imaginación, y conserva fielmente la dignidad humana más allá de
toda opresión.