domingo, 22 de marzo de 2020

Prometeo y su eterna fe en el hombre

Eterna fe en el hombre Prometeo era un titán a quien se le había encomendado la creación del hombre y su permanente apología. Pensando en su bien dejó que Epimeteo, su hermano, inventara a los animales pero él perfeccionó la creación dando al hombre elementos distintivos del resto de las criaturas. Le concedió que, primeramente pudiera andar erguido. Le otorgó la capacidad de trabajar, de asociarse para las tareas y de edificar. Le enseñó a criar a los animales y a recoger con su ayuda los frutos de la tierra. Si el propósito de Prometeo era defender al hombre, no lo hacía para nada mal. Siempre permanecía atento a sus necesidades. Pero el mejor obsequio que le hizo fue un secreto. Le otorgó la fórmula para hacer fuego. Las “semillas de la sabiduría”. En rigor el mito registra los hechos fundamentales de la prehistoria. La adquisición del fuego es, para la humanidad uno de los saltos más importantes de la evolución porque a partir de entonces los humanos pudieron consumir proteínas mediante la cocción de carnes. Eso agrandó considerablemente sus cerebros y convirtió al hombre en una criatura capaz de pensar, de conceptuar, de recordar, de abstraer, de juzgar, etc. Por ello, cuando Prometeo notó que los hombres estaban preparados para dar un paso más, se ocupó de extraerles el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres en forma de “semillas”. Semillas de sabiduría Los dioses, especialmente Zeus, tomaron muy mal el hurto porque eso significaba que las criaturas pronto conseguirían lo mismo que ellos gozaban. Eso implicaba que se tornarían dioses algún día. La furia de Zeus pensó un castigo para Prometeo. Mandó a su hijo Hefesto que hiciera una criatura femenina en arcilla, bella y virtuosa como ninguna. Pandora fue su nombre cuando le dio vida. La dotó con un solo defecto, una excesiva curiosidad. Luego le dio un ánfora y le pidió que por nada del mundo la abriera. Cuando Epimeteo y Prometeo se ausentaron, ella abrió el recipiente y todos los males y las enfermedades salieron alegremente y se instalaron en el mundo. Pero el asunto no quedó allí porque Prometeo urdió una trampa para engañar y vengarse de Zeus. Le ofreció regalarle la mitad de un buey asado que él escogiera. Zeus no notó que el titán había dispuesto la grasa y los huesos bajo la piel de una parte que parecía más voluminosa y cuando la eligió dejó, sin intención, lo más valioso del buey para Prometeo. El dios olímpico se indignó mucho más y juró que el titán, como castigo a su deshonestidad y su defensa exacerbada de la raza humana, permanecería para siempre atado a una piedra. Así se lo dispuso con los brazos en cruz incansables días en cuyas vigilias recibía a un águila que le comía el hígado. Por las noches el órgano se reconstituía y lo ofrecía nuevamente a su predador, la mañana siguiente. Una y otra vez y para siempre. Pero quiso la suerte que Hércules, un hijo dilecto de Zeus, tuviera como desafío liberar a Prometeo. Zeus se sintió perdido: si lo permitía incumpliría su dictamen eterno que nadie podía doblegar. Pero si no lo permitía su hijo querido no lograría acreditar el éxito en sus doce trabajos. La astucia del rey de los dioses halló la respuesta. Le permitió a Heracles que desatara al titán pero le construyó un anillo con la piedra a la que debía estar atado para siempre. Lo único que debía observar era que el anillo estuviera invariablemente en su dedo. No obstante su liberación, la imagen más rica de Prometeo lo ubica en forma de cruz y ofreciendo su hígado. Hay quienes vieron en él y en esa escena una similitud o una prefiguración de lo que luego ocurriría con Cristo. Propiciador de los hombres, atravesado por los clavos y puesto en cruz como castigo por llevarles una sabiduría liberadora, registra varios puntos en común. Como muchos otros crucificados, el Cristo también debió haber temido literalmente a los cuervos. Pero en sentido metafórico no ofreció su hígado (que representa el enojo) ni sus ojos. Entregó a la maldad del mundo su corazón para que fuera atravesado una y otra vez cada vez que su sacrificio se vuelve inútil en la cíclica ignominia humana. Pero luego perdona, reconstruye su órgano y vuelve a ofrecerlo una y otra vez hasta el fin de los tiempos. No es posible dilucidar si las coincidencias entre Prometeo y el Salvador del cristianismo esconden un fondo común, pero tampoco es evitable la tremenda capacidad que da el pensamiento metafórico para soslayar los detalles y hallar matrices simbólicas universales e infinitamente repetidas. Quizá Jung tenga razón y esos arquetipos vivan en el hombre a una profundidad mayor que las cargas de cultura de un pueblo, una nación o de un dogma.

domingo, 15 de marzo de 2020

Artículo Quirón

Quirón era una criatura mítica que los griegos relacionaban con las dotes sanadoras. Se trataba de un centauro. Una serie de relatos se propone explicarnos su naturaleza. Que Cronos deseó a su madre y para tenerla se convirtió en un caballo y la poseyó. La mujer dio a luz a un niño que poseía de la cintura para arriba una fisonomía humana y cuyas extremidades inferiores eran las de un equino. Los centauros, en general, representaban el impulso, el hábito de reaccionar antes de pensar, de actuar desde lo visceral. Por ello no detentaban buenos modales. Podían alcanzar cierta cultura pero en muchas ocasiones, especialmente regadas por el vino, escogían la violencia, el abuso y la furia contra otros. Quirón era una figura ejemplar para ellos porque sabía eludir la tentación de los excesos. Estaba formado como sujeto culto y tenía un don especial para curar. Su amistad con Peleo lo llevó a auxiliar al hombre en la conquista de quien sería, por poco tiempo, su mujer, la diosa marina Tetis. De Peleo y Tetis nació el más célebre héroe aqueo, Aquiles. El niño era un mortal pero su madre estaba decidida a convertirlo en inmortal. En algunas versiones se cuenta que Peleo se enfurece y la abandona cuando ve cómo va quemándole a Aquiles cada parte del cuerpo y untando lo quemado con ambrosía con el propósito de inmunizarlo frente a los peligros del mundo. El procedimiento le resulta tan cruel al padre que lo interrumpe sin dejar que Tetis unte el talón con el néctar de los dioses. Ése es el motivo por el cual el héroe tiene su debilidad en ese sitio, según el relato. (Otras versiones plantean que la inmortalidad para su hijo la intenta Tetis no con el fuego sino con su propio elemento, el agua del río Estigio.) La consecuencia de la aplicación de ese método ígneo es que Peleo rescata a su retoño y se lo entrega a Quirón para su crianza. Ya Peleo había sido educado por Quirón después de que Acasto lo guió hasta un bosque, lo despojó de su espada mágica y lo entregó a los centauros. El maestro intervino y a partir de entonces fue su protector. Muchos otros fueron sus discípulos. Además de Aquiles, Asclepio, cuyo don será también sanar; Jasón, célebre por el rescate del vellocino de oro y la travesía imposible que cumple; Aristeo, quien provocaría la muerte de Eurídice y Acteón, su hijo. Algunos autores extienden el listado de alumnos. Lo cierto es que Quirón educa a grandes héroes y la nobleza de su sabiduría forma también a quienes seguirán su vocación de sanador. No obstante, a pesar de sus habilidades y saberes un episodio abriría en Quirón la herida que lo haría uno de los dioses más sufrientes. El héroe Hércules lo hiere accidentalmente con una saeta embebida en sangre de la Hidra, fluido de constitución muy contraria a la vida humana, un veneno temible. Su mal no puede ser vencido por remedio alguno. Así es cómo el pedagogo olímpico adquiere el conocimiento de una de las claves vitales de la humanidad. Por medio de ese dolor insalvable puede comprender profundamente el sufrimiento del prójimo. Gracias a la herida abierta y perenne desarrolla la empatía que lo hace un gran sanador. Sanador de cuerpos pero también de almas. Sin embargo, aun comprendiendo las oscuras verdades que su situación manifiesta, Quirón llega al punto de agotamiento por su dolencia y le dona la inmortalidad a Prometeo, quien se sacrifica voluntariamente por defender a los hombres. Pero la mayor enseñanza del primero de los centauros está ligada a una clave para comprender el destino y la naturaleza de todo lo creado. Quirón puede sanar a todos excepto a sí mismo. En esta paradoja encierra la mitología griega una verdad medular. El hombre no ha sido hecho para vivir en soledad. Los dolores de uno están destinados a curarse mediante el amor y la sabiduría de otros. Y aunque en el texto bíblico no se cuente con esta intención (y no deseemos una polémica doctrinal), también es posible, en el comentario de sus detractores al pie de la cruz, deducir la misma verdad. “Médico, cúrate a ti mismo.” El Salvador no escucha la sugerencia porque está viciada de ignorancia. Nadie lo sabe más que Cristo. La única curación posible para las criaturas es la que representa Quirón. La misma que se encuentra en la más alta medicina: el Amor a los demás.

Artículo “La teoría del todo”

Si un cruce de los libros y el cine conmueve profundamente es la película dirigida por James Marsh, cuyo guionista y promotor del proyecto fue Anthony MacCarten. El guionista se sintió atraído por la figura del científico desde que leyó Historia del Tiempo, en la década del ’80. Pero si en el film le dedican especial atención a ese libro que fue la consagración de Hawking porque lo llevó a una popularidad impensada para un científico, sólo experimentada antes por Einstein, no es el libro en que se basó la producción. MacCarten conoció años más tarde el texto escrito por Jane Hawking, primera esposa del cosmólogo cuyo título es, en inglés, Travelling to Infinity: My Life with Stephen. Se trata de un relato autobiográfico de los treinta años en que estuvieron casados. Ella, graduada en poesía medieval española, tuvo las herramientas necesarias para convertir la vida real, atravesada por una enfermedad degenerativa que fue quitándole al científico hasta la más mínima movilidad, en un texto literario de tono cálido y nostálgico, que contagia en el espectador las interrogantes filosóficas que el trabajo de Hawking trasunta. La autora despertó en McCarten el deseo de filmar las experiencias que narra su libro y la convenció de que le permitiera hacerlo. James Marsh fue el encargado de producir la atmósfera nostálgica que domina el film. Como si la degradación en la salud de Stephen, que domina, despertara el ineludible deseo de comprender la vida. Una vida que da y quita de un modo brutal. La comprensión profunda de verdades cosmológicas de las que ningún hombre fue capaz fuera de Hawking crece, al tiempo que su salud se deteriora. La búsqueda de una cifra que lo explique todo, incluso esta paradoja, es una invitación sutil a preguntárselo también. ¿Acaso será como afirma el mito de Prometeo o la misma experiencia de Adán y Eva una indagación y el don de una inteligencia semejante requieren una compensación? Adán y Eva debieron salir del Paraíso por haber comido del árbol de la Sabiduría. Prometeo quedó atado de por vida a una piedra por difundir saberes que resultan inmanejables para los hombres. ¿Será la enfermedad de Hawking un pago por la capacidad extraordinaria que le permitió ir más allá de los límites científicos de su tiempo? ¿O, en cambio, ha sido una defensa de la naturaleza parecida al mito de Quirón, que era capaz de dar respuestas y sanar a otros, pero su propia herida sangraba y jamás podría curarla con sus manos? Para el centauro ese hecho se había convertido en la raíz de su humildad. ¿O, quizá haya sido el azar irónico que, como a Borges, le dio los libros y la noche, la extraordinaria capacidad de leer y la ceguera? Sublime es la actuación del actor, cantante y modelo inglés, Eddie Redmayne. Así lo entendieron también la Academia que concede el Premio Óscar, el jurado de los Globos de Oro, el Premio del Sindicato de Actores, el BAFTA y el Certamen Tony de teatro. El film es una experiencia emocionante, que despierta la inquietud filosófica, sobrevuela los asuntos que interesaron al científico, emociona, interpela, y consuela también. La voz robótica que reproduce lo que Hawking dirige a un público en los últimos minutos, despeja definitivamente la ecuación: “Es claro que sólo somos una rama avanzada de los primates en un planeta menor, que orbita alrededor de una estrella común en la periferia de una galaxia entre otras cien mil millones de galaxias. Pero desde el principio de la civilización, las personas han deseado entender el orden subyacente del mundo. Debe haber algo muy especial sobre la naturaleza de los límites del universo. Y lo que puede ser más especial que eso es que no haya límites. Y no debería haber límites para el empeño humano. Todos somos diferentes pero debemos pensar que, sin importar qué tan mala sea la vida, siempre hay algo en lo que podemos tener éxito. Mientras haya vida, hay esperanza.” Quizá, a la larga, esté Quirón detrás del todo.

Cuando el medio destruye el fin

El carnero alado Crisómalo, que había llevado a Frixo y a su hermana Hele hacia La Cólquide era una criatura valiosa. Le pertenecía a Zeus y en virtud de que luego fue ofrecido en sacrificio propiciatorio, murió pero no abandonó su valor sacro. Se extrajo y se conservó la piel curiosa, que lo convirtió desde entonces en el célebre “vellocino de oro”, codiciado como amuleto y símbolo de las mejores capacidades humanas. La nobleza de nacimiento que habría de buscar en él Jasón, sumaba la acepción que haría a su poseedor capaz de conocer por medio de la intuición y el pensamiento creativo. Lo cual es, en última instancia, el elemento distintivo de la humanidad. Cuando Frixo montó al carnero que luego sería el vellocino estaba abrumado por esa sensación de hastío e inquietud que precede las creaciones más ingeniosas. Amén de los peligros a los que los sometía Ino, (nueva esposa de su padre) a su hermana Hele y a él, esa insatisfacción creativa es la que los llevó a montar a Crisómalo y ser transportados por el aire ingrávido. Pero ella cometió la osadía de mirar hacia abajo, se mareó y cayó en el Océano. Su final trágico dio nombre al Helesponto. El camino de Frixo continuó y arribó a destino. Luego del sacrificio del carnero, el rey Eetes mandó al vellocino (su pellejo) a descansar en las ramas de un árbol custodiado por un dragón invencible, que jamás dormía. Jasón, cuya fama siempre aparece ligada a la fórmula “los argonautas”, sería quien emprendiera una travesía difícil para conseguir aquella bendición. No era para sí en términos literales sino por cumplir un requisito impuesto por su tío Pelías, quien al morir el patriarca y abuelo de Jasón, había arrebatado el reino a su padre, Esón. Al convertirse en un adulto, el joven Jasón por fin se decidió a reclamar su Corona. Con ese objeto se presentó ante su tío y el hombre no le negó el derecho, pero le impuso como condición una tarea que el mundo juzgaba imposible: lo envió a robar el vellocino de oro. Creyó que en ello le iría la muerte al sobrino y él jamás tendría que devolver el trono de Yolco. Jasón no se acobardó, y reunió en un barco de cincuenta remos a los mejores héroes griegos. Cada uno, sobresaliente en una disciplina. La nave, llamada “Argos” albergó a los gemelos Cástor y Pólux, a Orfeo, a Teseo y al gran Hércules, entre otros. Con ellos se aventuró hacia la Cólquide y allí conoció al rey Eetes, padre de quien sería una pieza fundamental en su travesía y, también, en su vida. La hechicera Medea se enamoró de él a simple vista y se aplicó con todas sus artes mágicas a lograr que extrajera el vellocino del árbol donde colgaba. Jung Para Carl Jung, el vellocino de oro representa el imposible. Un objetivo cuya consecución no puede alcanzarse por medio de la razón. Se trata de un conocimiento al que se accede por medio de cierta fe y se acrecienta con pureza de ánimo. Esa transparencia de intenciones será quien filtre la gracia que los dioses quisieran donar al héroe. Por ello, resultaba una paradoja insalvable conseguirlo sin merecerlo. Y esos méritos no dependían de la astucia ni de la inteligencia. Sólo podían lograrse con la limpieza del corazón. El custodio del vellocino, como todo monstruo mítico, refleja una realidad interna del héroe. Para el fundador de la escuela de Psicología analítica, existe una correspondencia misteriosa entre los estímulos del afuera y los procesos interiores del hombre; correspondencia a la que califica de “coincidencia significativa”. En este caso, el custodio es una serpiente de dimensiones. En algunas versiones del mito es un maligno dragón. Ambas criaturas proponen la sangre fría de un reptil, la ausencia de corazón y el cálculo descarnado con que Jasón enfrenta los desafíos. Lo que era una prenda espiritual, que ampliaba la sensibilidad y las capacidades intuitivas, pierde su poder. Jasón pudo haber adivinado el destino de su vida. Pudo haber visto en el dragón su propio mal. Pero, obnubilado por el vértigo y el éxito que le proporcionaba la magia de Medea, no pudo notar la analogía y, mucho menos, pasar la prueba que la peripecia le estaba planteando. Si, en cambio, hubiera conocido su “sombra”, (el costado que rechazaba de sí mismo) proyectada en el monstruo, habría podido convertir esa fuerza descendente en un resorte para alzar vuelo. Por ello el relato nos muestra a Jasón eludiendo el enfrentamiento con el dragón. Dejando a la magia de Medea la tarea de dormir al monstruo y evitarle el esfuerzo, que siempre es llave de la virtud. El resultado fue negativo como conviene a toda proeza que no se merece profundamente. Si bien el héroe consiguió el vellón y se lo entregó a Pelías, viciada de maldad, ya la prenda no podría serle útil. Había perdido la condición de bien espiritual y sólo sirvió para denigrar el alma del héroe. Lo que vendrá después en la vida de Jasón será una existencia sin heroísmo: separaciones, crímenes, la soledad y el olvido.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Nota de Caldenia sobre "Mapa oscuro" de Susana Slednew


Mapa oscuro
de Susana Slednew
El nuevo libro de Susana Slednew, que lleva el título de “Mapa oscuro”, surge desde la experiencia del taller de escritura creativa  en una Unidad Carcelaria. La poeta podría haberse conmovido por el contacto con los reclusos desde una empatía tibia que la posicionara como simple espectadora de esos destinos. Pero no.  Lo que sucede es mucho más intenso. La aventura modifica su espíritu. “Ahora sos esta mujer/ empapada de encierro”, dice la poesía.
El libro retrata especialmente los pasos de la transformación interior.
“¿Una condena es hacia adentro o hacia afuera?” Así se explicita la existencia de los reinos entre los que cabalgará el poemario desde el punto de vista espacial. Pero es también una invitación a pensar en la dicotomía adentro/espíritu y afuera/ entorno.
El espacio se propone como clave desde el mismo título. Si hay un mapa, será porque hay un recorrido que hacer.
En el inicio, los temores. “¿Cuánto durará la batalla/a favor de la ingenuidad?” se cuestiona la voz poética. La pregunta desnuda la dificultad que signó el decidir si aceptaba o no la invitación.  Por lo visto, ganó la “ingenuidad”, tal como califica el texto a esa ilusión de poder cumplir la tarea. Un proyecto de cierto riesgo, casi destinado a decepcionar. Quizá fuera una “ingenuidad”, pero la poeta decidió tomar el mapa oscuro y aventurarse en la travesía.
Mapa
Si hace falta cartografía para recorrer un espacio cerrado será porque es laberíntico, al menos ésa es la conjetura natural que la sensibilidad lectora hace.
El espacio exterior desaparece en cuanto la autora atraviesa los controles. Allí, como si se pusiera una máscara para tratar incluso con los guardias, pierde transparencia y oscurece el semblante. Se tensa su actitud.
Los muros se angostan como en una pesadilla, avanzan sobre ella a un punto asfixiante. Es el mapa de un laberinto que en cualquier momento toma vida y le impide la salida. Este temor fundamental está supuesto en la idea de laberinto.
Es inevitable evocar el mito en que Teseo libera al pueblo, del yugo del Minotauro. La prueba consiste en tratar con la otredad del monstruo, que encarna todo lo que está en nosotros y rechazamos, como una proyección de las tendencias vergonzantes de la sociedad.
El Minotauro es hermano de Teseo (su padre verdadero era Poseidón); y la misma Ariadna, comparte madre con la bestia. Los vínculos sugieren en el mito que el monstruo no es una criatura foránea. En cambio, representa lo más censurado y propio del grupo de pertenencia.
Los barrotes invitan a la división entre buenos y malos, como lo hace el laberinto. A segregar tendencias que quizá el hombre libre también posee   ̶ aunque mantiene ocultas, en cambio de expresarlas por medio de la violencia y el delito ̶  .
Ariadna guía a Teseo para hallar la salida: con el hilo en mano, él debe desandar el camino que hizo pero en sentido inverso. Esto mismo reproduce cada viernes la poeta.
 La acción de regresar sobre sus pasos remite a la reflexión, a pensar en los hechos pasados. Mientras los condenados no comprendan qué los llevó a enterrarse en este laberinto, podrán salir, pero no habrán comprendido.
Slednew comienza a abrir los oídos a las palabras del adentro. Esos seres ya no son tan diferentes.  Por eso “ciertas palabras te alcanzan/ las estás viendo ahora por el retrovisor.”
Catábasis
El espacio aparece como en un sueño circular. En la medida en que se atraviesa una puerta que se cierra de inmediato con tintineo de llaves, guardias y poeta se dirigen a otra más adelante y repiten la acción de franquearla y verla clausurarse en un segundo.  “Abrir / tras el haber cerrado/ pesa / como una armadura de miedos.”
Los pasadizos se abren por tramos y el viajero se interna emulando al mito de Orfeo y su visita al Infierno.  Si a la poeta se le permite el paso es, como a Orfeo, gracias a la poesía. Si el héroe antiguo recibía los sucesivos permisos para ir atravesando estancias del Tártaro era porque su canto sonaba extraordinario. La poesía le abría las puertas, del mismo modo que se las abrirá a nuestra poeta.
El ir enterrándose en el interior del Infierno es lo que trae la Muerte al escenario. Tal vez el verbo “retumbar” que se utiliza en poemas siguientes sea, más que el eco que retumba, un modo de describir la acción de enterrarse en la propia tumba. Así se utiliza popularmente el sustantivo “tumberos”.
La finitud se percibe allí pero también se internaliza “pesa / esa miseria en tus huesos/ por el sendero de los paraísos.”
Al ver un duelo particular y pensar en otros que la poeta recuerda del afuera, el yo poético despierta aún más a la realidad de que todos tenemos el mismo destino. Este concepto animó mascaradas típicas de la Edad Media a las que se denominaba “La danza de la Muerte”. En esas ocasiones, se les recordaba a los poderosos que algún día perderían sus privilegios a causa de la más democrática condición humana: la mortalidad.
La muerte inexorable más allá del estamento social desplaza al miedo, que le deja espacio a la empatía. Sobreviene, como consecuencia, la mirada romántica.
“La puerta clausura/ el lenguaje binario de las rejas”. Una vez fuera y a partir de la empatía,  resuena en la sensibilidad de la poeta lo que se ha dicho o escrito dentro. No extraña que califique de “romántico“, su espíritu.
¿A qué se refiere con la mención del movimiento literario o de la acepción popular de ese término? En este caso, a la esperanza de que todo vaya bien y que la irrupción de la poesía algo pueda mejorar.  Ese “romanticismo” ahora resiste el sentido realista, de pies sobre la tierra, y cuestiona con la actitud esperanzada a quienes prefieren conocer estas realidades, pero prudentemente, de lejos. 
 Las rejas dividen a los hombres buenos de los malos adentro. Ésa es la mirada desde el miedo. Pero existen otras posibles. El Romanticismo, surgido en el siglo XVIII, exaltó la subjetividad y buscó comprender a los excluidos, a los condenados por la sociedad, a los diferentes.
Cuando la poesía deja de ser una extranjera en la cárcel “La poesía/ ha llegado como extranjera: / poco a poco/ se hace entender”, comienzan a diluirse los límites. “Mientras tanto/ la línea que es difícil de ver/separa el bien del mal/ como quien aparta los ingredientes sin calcular con precisión los resultados.”
Aire
A medida que avanza el libro va ganando fuerza el elemento aire y retirándose  la asfixia. Los pájaros, el viento, la visión de los árboles son todos aspectos que van re-significando la experiencia exterior de la poeta. “Ya en tu casa, por tu piel el agua tibia/ el confort tiene ahora otro precio/ que no se paga en un vencimiento.”
Una simple ducha caliente, por contacto con el “adentro”, se ha tornado una bendición.
La imagen de un preso con un arma se opone a la de otro recluso,  con un cuaderno. ¿Qué vale más allí dentro para conquistar la libertad?
“Un poema/también es un exilio”
El aire es el elemento de la libertad, aunque asimismo del pensamiento. En muchos otros artistas la imaginación se torna el escape a cualquier restricción.
Si hay un pasaje emblemático de esta valencia es una escena de Fray Servando Teresa de Mier en El mundo alucinante de Reinaldo Arenas. Encadenado tan hiperbólicamente que finalmente ceden los cimientos de la cárcel por el peso del metal, el fraile, célebre escapista, puede viajar adonde quiere a pesar de la paranoia de sus captores. Y lo hace por el aire, con la imaginación.
La impotencia de los guardias se manifiesta todos los días en una nueva cadena hasta que su peso derrumba el edificio de la cárcel. El sentido de una pregunta de Slednew suscita la misma impresión: “¿Cómo se condena/ a la mente/ que escapa?”  Nada nos hace más libres que la capacidad de volar con la imaginación.
El aire convoca la transparencia. Varios objetos exhiben su condición volátil. El polvo, los pétalos, el viento y, luego, los poemas se tornan expresiones de lo aéreo. El vuelo proclama la conquista de la libertad.
 “Vos ya sabés/ que a veces la vida/ se presenta como un ala.” Tal vez ésta sea la forma de conjurar la asfixia que irrumpió en el ingreso a la Unidad Carcelaria. Ahora regresa el aire, se pone en marcha la vida.

Poesía integración
El uso de la segunda persona, un rasgo característico de las vanguardias concurre a muchos de los poemas. Se trata de un desdoblamiento del sujeto lírico. En algunos poetas reproduce la necesidad psicológica de tener un interlocutor, de combatir la soledad. Susana Slednew utiliza esta perspectiva como si de entrada se hubiera dejado inundar por la soledad de quienes están condenados.
El recorrido de la memoria al olvido es otra prueba de la evolución de conciencia. Al principio,  “como tantas veces/ el recuerdo de un lugar querido/ viene a salvarte” la memoria es una herramienta para huir de lo que duele. Pero después, “lo que sostenía/ era la memoria/ ahora te parece/ que la condición de seguir/ es el olvido”. La voz poética necesita olvidar, como otra muestra de la transformación interior que sufre mediante el contagio de sus alumnos. Así como desea dejar atrás un gran error quien lo cometió, la poeta también quiere olvidar. Quizá el límite tajante entre condenados y libres sea parte de lo que ella anhela dejar atrás.
 “¿quién pudiera sobrevolar/ entre tu casa y la cárcel/ vería poemas” […] “vienen y van / como volantas”
Las “volantas” y la imaginación libertaria serán las encargadas de desdibujar el límite tajante de los barrotes. 
Lo que resulte habrá de ser una firme confianza en la poesía:
“ésta es tu manera de la fe/ algo así/ como dejar lo incierto/ frente al viento/ y que la poesía responda/ el próximo viernes/ hoy/ o ayer.”
La ingenuidad, con que el miedo califica la decisión de la poeta a aventurarse, se ha ido. Se ha ido también la Esperanza romántica en que la poesía pueda mejorar algo. Ahora no es una ilusión para el futuro. Es la Fe poética, en tiempo presente. La convicción profunda de que existe un poder transfigurador en la poesía. Un poder que transforma a todos los que toca.


Nota de Viejo Mar sobre "Mapa oscuro" de Susana Slednew


Susana Slednew Mapa Oscuro
El nuevo libro de poemas de Susana Slednew, con el título de “Mapa Oscuro”, nació de la aventura que emprendió la autora al dictar un taller de escritura en una Cárcel.
Invitada por el poeta y siempre activo promotor de eventos culturales, Mario Lóriga, y acompañada por otros autores, Slednew se animó a la experiencia.
Debió haber deliberado bastante la decisión. Como si hubiera dudado de que la Poesía, con su sutileza, pudiera sobrevivir en un ámbito hostil y atraer a los convictos hacia sus brazos amantes. La autora debió haberse resistido hasta que cedió a la empresa, por malas perspectivas que hubiera previsto. “Te preguntas/ cuánto durará la batalla / a favor de la ingenuidad. Si disponerse al plan comienza siendo una “ingenuidad”, esa calificación evolucionará: “La poesía/ ha llegado como extranjera: / poco a poco/ se hace entender”.  Ya el iluso optimismo convierte la ingenuidad en esperanza. Cuando los condenados puedan hablar el lenguaje de la poesía, ya no será crédulo apostar al poder de la palabra. En todo caso, habrá de ser la expresión de un “espíritu romántico”, una de las formas de la Esperanza en la labor misteriosa de la Poesía. Luego incluso tal vez se atreva a la Fe plena en ella.
En viaje
“¿Una condena es hacia adentro/ o hacia afuera?” reza el texto, explicitando en qué dos planos ocurrirá la peripecia. El contrapunto no sólo se refiere al adentro del encierro y el afuera de la libertad. También remite al adentro de las emociones y al afuera del entorno.
Las sensaciones que va atravesando Slednew en sus visitas semanales a la Unidad Penitenciaria quedan cristalizadas con innegable belleza en los poemas siguientes. Primeramente, la opresión y el temor que siente al ingresar por esos pasillos sucesivos que se abren y cierran por partes “abrir tras haber cerrado pesa como una armadura de miedos.”, resalta la percepción del espacio laberíntico para quien se interna hasta el centro infernal del encierro.
En el ingreso, el ambiente enrarecido la obliga a esconder su vulnerabilidad, y defenderse mediante una máscara hierática. “Un poco/ de la transparencia que traés/ cae ahora.” Ni los guardias que controlan la entrada deben descubrir su miedo.
Ya dentro, retrata un mundo binario en que los barrotes dividen las aguas, entre el reino del Bien y la región soberana del Mal. Esa cesura, que en el afuera no existe, va mostrando cada vez más su sinrazón. Prima en el adentro la percepción de que, entre las alas que poda la prisión está la posibilidad de cambiar. El estigma.
 En cuanto la autora retoma el curso del afuera, “la puerta clausura/ el lenguaje binario de las rejas.”  La región donde abunda el aire, la recibe ahora acompañada de las palabras dichas dentro, resonando una y otra vez en ella.  Esas voces comienzan a transformar su visión.
Algo, quizá alguno de los poemas escritos por los presos, introduce la idea de la muerte, y eso lleva, ya fuera, a que la poeta concluya: si ante la muerte, todos somos igualmente vulnerables, es que la diferencia entre unos y otros no ha de ser esencial. Los límites no serán tan tajantes. “Mientras tanto/ la línea que es difícil de ver/ separa el bien del mal/ como quien aparta los ingredientes sin calcular con precisión los resultados.”
Ése es el momento en que el adentro se filtra en la vida de la autora y sale de la prisión para convertir su mundo. Los presos, también modificados por obra de la poesía, influyen en la concepción de realidad de la poeta. La llevan a valorar su cotidianidad. “Ya en tu casa, por tu piel agua tibia/ el confort tiene ahora otro precio/ que no se paga en un vencimiento.”
La asfixia cede porque el aire anima la vida, eso es lo que dona el taller a los hombres confinados: “Vos ya sabés/ que a veces la vida/ se presenta como un ala”. Pero no son ellos los únicos que reciben y se transforman.
El mapa oscuro es el retrato de un viaje arquetípico que la literatura registra muchas veces. Un viaje que comienza internándose en un Infierno interior o exterior, en el que el viajero sufriente aprende, comprende y  hace carne sus limitaciones para luego emprender el ascenso, la conquista del aire; de la libertad, desencadenada del pasado. Por eso es una redención. Es preciso hacer memoria para después sanar por el olvido. Así cambia el paisaje haciendo, de un encierro en el que no hay posibilidad de salvarse, una escalera. Y el sufrimiento cobra sentido porque conduce a algo. Esa liberación, tanto en Mapa Oscuro como en los antecedentes de la tradición, ocurre mediante el vehículo de la Poesía. A través de los peldaños de la Palabra.
En el punto de llegada, vemos la pregunta: “qué es / lo que me fue quedando/ mientras anduve/ de un lado al otro de la sombra?”  Ese poema impreso excéntricamente sobre la contratapa  exhibe, en su disposición, la continuidad entre literatura y vida porque la poesía continúa más allá del final del libro. En ese mismo poema también se responderá: “este llavero/ de piedras claras / se lo cambié a quién?”, como si todo se resumiera en haber donado el conocimiento de la Poesía como moneda de cambio, para comprender el valor de la verdadera libertad. Las llaves  ̶  las claves ̶  que abren definitivamente la jaula interior.





Sin embargo, la experiencia vivida fue motivo de un poemario refinado, emocional y, como es habitual en la poeta caxtense, filosófico.


Nota de Viejo Mar sobre Un ademán de sol de Morisoli


Un ademán de Esperanza
“Un ademán de sol” es el nuevo libro de Edgar Morisoli. Hecho en partes iguales de poemas e imágenes forjadas por ilustradores muy diversos, el libro se permite una calidad que no es habitual en estos tiempos de crisis editorial. Y así como no renuncian sus editores, tampoco cede la voluntad del poeta, que sigue escribiendo con la misma disciplina que lo distinguió siempre. 
En los últimos años Morisoli ha propuesto a sus lectores un concepto diferente del libro de poesía. Como si se tratara de un objeto de culto, una pieza destinada a convertirse algún día en una valiosa antigüedad.
La forma del libro/objeto no hace más que retratar el fondo que edifica la poesía. En este caso, “Un ademán de sol” reúne poemas muy diferentes cuyo punto común es la reflexión sobre lo que significa la actividad poética para el autor.
En efecto, la función social y trascendente del acto de escritura y de lectura de la  lírica  es la reflexión central.
En ocasión de una presentación anterior, el poeta propuso una cuestión teórica: el “tema” y el “motivo” del poema. Los temas vitales de cada autor suelen ser un puñado. Son preocupaciones permanentes del poeta. Ejemplos de ello  serían el abuso de poder o el desamor, por citar dos.
Los “motivos”, las circunstancias con que se plantean esos “temas”, pueden ser muy diversas. Así, cualquier circunstancia ocurrida en Oriente u Occidente, en el siglo XVIII o en el XXI puede servir para hablar de la esencial tendencia humana a excederse en el ejercicio del poder.
En el “tema” del amor fallido, obra de “motivo” cualquier historia individual que reproduzca la falta de atención, de cuidados y cierto maltrato de un amante.
En este nuevo libro, Morisoli vuelve a reflexionar sobre la naturaleza y la función de la Poesía. El tema que subyace a toda la selección es la Poesía como imagen de la Esperanza. Esperanza de combatir, resistir y doblegar las injusticias sociales, pero también la Esperanza trascendente, que incluye el misterio del ser y de la muerte que el hombre en vida no puede abordar sino por la poesía y el arte.
Pero los “motivos” irán desde la historia del fraile Mariano Aspiazu, perseguido por un Virrey, hasta el mate recibido como obsequio de una familia de puesteros del Oeste, pasando por un Juan de Yepes que no es sino el poeta San Juan de La Cruz ponderando esa oscuridad apenas previa a la irrupción de un amanecer del alma. Como si el autor de “Un ademán de sol” nos dijera por intermedio de un poeta del Siglo de Oro español que no hay oscuridad que justifique la falta de Esperanza.
Cruzan en el texto con idéntica importancia anécdotas personales y figuras rutilantes de la literatura y la historia. En todos los casos, el poder restablecedor de la poesía se da cita. Y este hecho quedará enunciado directamente en la presentación de su obra, cuando Morisoli diga: “Creedme: La poesía cura los agravios del alma. La poesía restaura la belleza del mundo frente a los embates del odio y de la arrogancia del Poder.”
“Un ademán de sol” es una convocatoria de la luz, del calor, de la vida que constituye el efecto del sol sobre lo creado. Cada llamado poético será un nuevo “ademán de sol”, un restablecimiento de la Esperanza.
Si el “tema” es la Poesía o la Esperanza, que constituyen, para Morisoli, una sinonimia, sea cual sea la inclemencia que aqueja, (el hambre, el rumor silenciado de las víctimas o la misma condición mortal de nuestra especie) la Esperanza es, como el ejercicio de escritura para el poeta, irrenunciable.
En el evento de presentación de “Un ademán de sol” se hablará  de la dicotomía “utópico/apocalíptico y dionisíaco/apolíneo con que se categoriza el devenir de las artes. Quizá el tema de la Esperanza explique el hecho de que Morisoli se sienta utópico y no apocalíptico, dionisíaco y nunca apolíneo.
La Esperanza lo lleva a pensar en el sitio perfecto, terrenal y perfecto, que imagina Santo Tomás Moro en su libro “Utopía”. Y también decide ilusionarse con la mirada dionisíaca que rebasa la realidad perceptible, que elude el límite de lo que retratan los ojos del presente. En cambio, se ordena a creer en la justicia que no se ve en el aquí y ahora, pero existe y espera en algún sitio y en algún tiempo…
“La esperanza hay que chairearla                                                                                
 de cuando en cuando,                                                                                             
por si hay que afrontar las penas
 salga cortando”