jueves, 17 de mayo de 2018

Cortázar y los conejitos: “Carta a una señorita en París”


 “Carta a una señorita en París" es un cuento escrito por Julio Cortázar en la década del ’40 que se incluyó en el libro Bestiario de 1951. Tiene formato epistolar aunque se trate de un cuento. Relata la estadía del protagonista en un departamento prestado por una señorita que está en París. Un fenómeno inexplicable, con el que convivía con resignación antes de la mudanza, comienza a intensificarse. El hombre vomitaba  conejitos que, ahora, aumentan en número e invaden el espacio ajeno. La angustia deviene del quebrar el sacro equilibrio de un espacio ajeno. “Me es amargo entrar en un ámbito donde alguien que vive bellamente lo ha dispuesto todo como una reiteración visible de su alma…”
Varias claves se deslizan en estas primeras líneas. Primeramente, cuando se habla de la armonía interna del espacio, se lo califica de sitio “donde alguien vive bellamente”. El adverbio “bellamente” privilegia una percepción más estética que utilitaria del lugar. Además, se propone el paralelo entre el ambiente y el alma de la poseedora, “reiteración visible de su alma”, revelando una analogía entre casa y persona, a la que es preciso atender durante todo el texto. Si el espacio se mide estéticamente, podría tratarse figuradamente no ya de un sitio sino de un producto artístico ajeno, cuyo autor fuera otra persona que el narrador. Las referencias aluden al intelecto y al sentido estético  de la dueña de casa, motivo por el cual es posible inferir que el departamento representa a una obra literaria. Una obra ajena en la que el autor de la carta está obligado a internarse.
Cortázar traductor                      
Cierta crítica se interesa por el referente autobiográfico de los hechos narrados y consigna que Cortázar fue a vivir, efectivamente, a un apartamento prestado  y  que en el mismo momento, el autor estaba en una especie de prueba final en su oficio de traductor. Incluso tenía cierto apremio por culminar las carreras para solventarse económicamente con sus traducciones. En esos días en que compartía su actividad de escribir los cuentos de Bestiario, y las traducciones, el escritor reconoce haber sufrido un cuadro de estrés que le desencadenó algún desequilibrio emocional y psíquico. Él mismo dice, a propósito de “Circe”. "Yo escribí esos cuentos sintiendo síntomas neuróticos que me molestaban.[…] Es el caso de "Circe", por ejemplo. Yo tenía una pequeña neurosis, muy desagradable, que consistía en el temor de encontrar bichos en la comida[…]. El cuento no fue escrito con la conciencia del problema- lo terminé, sin que se me cruzara por la cabeza que ese era un problema personal paralelo al mío. Me di cuenta del resultado porque después de escrito el cuento un buen día me encontré comiendo un puchero a la española sin mirar lo que comía y muy contento y entonces asocié las dos cosas y me di cuenta que había hecho una especie de autoterapia al volcar en el personaje más que morboso del cuento todo el asco, toda la mecánica de la presencia de los insectos en la comida.
El periodo biográfico en que sufre ese pico de estrés termina en 1948, cuando logra el título de Traductor público de inglés y francés.  No parece casual que en “Carta a una señorita..” se mencionen los dos idiomas en los que se entrenaba como  traductor en ese momento. “Aquí los libros (de un lado en español, del otro en francés e inglés), allí los almohadones verdes…”  (Años después también se aventuraría en el italiano.)
El ritmo
El ejercicio de la traducción supone internarse en un “espacio ajeno”, “expresión del alma de su autor”, que tiene una estética y un orden específico. Si la traducción es poética o literaria, hay una dificultad extra. No son conceptos los que se traducen sino conceptos expresados con una forma particular. Un producto literario es en sí mismo una búsqueda de la belleza que la traducción intentará conservar. El traductor debe vulnerar lo menos posible no sólo el fondo sino también la forma del texto.  Compara el narrador el mover una tacita de lugar con el rojo inesperado que rompe una modulación de Ozenfant, o con la rotura de todos los contrabajos en una sinfonía de Mozart. Los paralelos con la pintura y la música invitan a pensar ya no sólo en un producto ajeno y estético sino en una actividad que combine el ritmo y la imagen, como es el caso de la poesía.
Esta mención del “ritmo” descubre un dato fundamental para el autor. En diversos reportajes abordaría precisamente este tema: “Yo creo que el elemento fundamental al que siempre he obedecido es el ritmo. Nadie ha podido explicar qué cosa es el swing. […] El buen auditor de jazz escucha ese jazz, lo atrapa por el lado del swing, del ritmo, de ese ritmo especial. Y mutatis mutandis, eso es lo que yo siempre he tratado de hacer en mis cuentos.” Si ése es un ingrediente fundamental de la literatura, una buena traducción literaria deberá conservar ese ritmo que ostenta la obra en su idioma original.  “[…] aunque la idea, la información esté perfectamente bien traducida, si no está acompañada de ese «swing», de ese movimiento pendular que es lo que hace la belleza del jazz, para mí pierde toda eficacia; se muere.”
Esta exigencia convierte a la traducción en una labor no sólo intelectual sino también artística, mucho más ambiciosa que la de conservar un sentido. Quizá esta concepción sea la responsable del estrés que Cortázar relaciona con los cuentos de Bestiario. “[En la traducción] los valores formales y los valores rítmicos, que está sintiendo latir en el original, pasan a un primer plano. (La) responsabilidad [del traductor] es trasladarlos, con las diferencias que haya, de un idioma al otro. Es un ejercicio extraordinario desde el punto de vista rítmico.”
No obstante el gusto de Cortázar por la disciplina de traductor, la actividad exige un compromiso intenso, inconveniente para abordarse bajo presión y en dos idiomas simultáneamente.
Don poético
El conflicto del cuento es, en sentido literal, la intromisión de los conejitos que se vuelven incontrolables dentro del departamento de Andrée. ¿Qué representa esa imagen fantástica de vomitar conejitos? Un elemento proveniente del interior del narrador, asciende y sale por su boca como un objeto que le pertenece, pero que una vez fuera se independizará.  La mudanza y el desafío de adaptarse a un sitio ajeno, reflejan  la actividad de traducir, en lo que ello tiene de habitar un texto ajeno y adaptarse a él.  Vomitar un conejito propio sobre espacio foráneo sería minar con una impronta personal de escritor el texto que se traduce. Los  conejitos podrían ser sus propias ideas, sus propias imágenes, su propio ritmo aplicados a los hechos narrados. Tal vez  también aluda a los textos literarios que se escriben mientras el traductor debiera aplicarse a traducir.  
 “Como un poema en los primeros minutos, el fruto de una noche de Idumea: tan de uno que uno mismo… y después tan no uno, tan aislado y distante en su llano mundo blanco tamaño carta.” Así explicita Cortázar la analogía entre conejos y poemas. El misterio comienza a ceder: se trata de textos.Este mismo cuento podría ser uno de esos poemas/conejitos. “En su llano mundo blanco tamaño carta”. En tal caso, mientras se traduce irrumpen textos propios que distraen la atención del traductor para hacerlo trabajar en objetos que salen de sí mismo. La náusea y la venida de un nuevo “conejito/poema” no pueden ser eludidas por el narrador. La creación es caprichosa e inevitable para el poeta.
Exigido por esa vigilia perpetua a que lo obliga a esconder la presencia de ya diez conejitos royendo los muebles y haciendo del departamento un basurero,  renuncia a la vida social y se aísla. Pierde la noción del día y la noche y retrasa sus traducciones. En sentido figurado, lucha el traductor contra las contaminaciones propias de su traducción. Sin embargo, resiste. Pero pronto un hecho desequilibra el frágil órden: emerge el conejito número once, y con ello rebasa la tolerancia del protagonista. El asunto se le ha ido de las manos. “En cuanto a mí, del diez al once hay como un hueco insuperable.”
El narrador se siente perdido. Experimenta la sensación de no tener control sobre su condición. Los poemas/conejitos emergen incontrolables. Es lo desconocido, lo inconsciente quien toma dominio del poeta cuando el poema “asciende”. Ese conejo nuevo abre el universo a latitudes desconocidas e inquietantes. La angustia que produce la incapacidad de detener la erupción de nuevos conflictos latentes y dormidos en el inconsciente dicta al narrador la necesidad de acabar con todo. Y el “todo” lo incluye, porque esa afición de crear no es algo que pueda elegir el poeta. El narrador reconoce desde un primer momento que no es un acto voluntario el de vomitar conejitos. Por tanto, si desea aniquilar aquel producto, debe aniquilarse a sí mismo. Es entonces cuando se anuncia el suicidio. La muerte del narrador es un intento de expulsar al creador para que quede sólo el traductor. Aunque si muere ese don, morirá también él. La condición de poeta es involuntaria e irrenunciable y de ella se alimenta el traductor.
En suma, un cuento como “Carta a una señorita en París” promueve un extrañamiento casi insuperable, pero algo salva al lector atento: una clave magistral se desliza sugestiva. La mención a “Como un poema en los primeros minutos, el fruto de una noche de Idumea…”, extraída del célebre “Don del poema” de Mallarmé nos invita a revisar lo que el autor francés ha dicho. La faz dolorosa del acto creativo, la soledad en que se sume el poeta y la imposibilidad de rechazar aquello que es una condición irrenunciable son claves para comprender el cuento. Se es poeta con la fatalidad de un sino ineludible, de una voz que se resiste al silencio al traducir, y que acecha peor cuanto más se trata de acallar.

domingo, 18 de febrero de 2018

Nota para "Alguien, no importa quién" de Matías Sapegno



En los últimos días del 2017 vio la luz un libro de Matías Sapegno.  No es su primer producto literario. Ya en 2015 se publicó Invisible, un conjunto de poemas.
 Pero en este caso, es diferente. Esta nueva producción revoluciona un poco la concepción de género, siendo una galería de imágenes y un libro de poesía a la vez.  También el soporte en que fue publicada es señal de modernidad: sólo es asequible en formato digital, característica que comparte con la obra anterior. (https://issuu.com/matiassapegno/docs/alguiennoimportaquien).
 Alguien, no importa quién fue edificada en partes iguales por dos disciplinas artísticas diferentes. El autor montó ladrillos fotográficos sobre pilares poéticos.
El conjunto es original pero, por moderno que parezca, alcanza una virtud que caracteriza al arte más clásico: la correspondencia entre fondo y forma, entre contenido y continente.
Las dos disciplinas artísticas que confluyen en la obra invitan a entregarse, como lector, a una aventura intuitiva. No se descubre mediante la razón pura, ni con las muletas del pensamiento académico. Es, en sí misma, una experimentación.
El autor no propone el discurso de la ecfrasis, no describe verbalmente fotografías. Tampoco ilustra con ellas lo escrito. Hay claramente dos modos de expresión que conviven, armonizan y desarmonizan, alternativamente. Ese juego de relaciones es uno de los encantos del libro y a la vez convida a perderse en un laberinto de imágenes y palabras que sí tiene un centro, aunque como prefigura el título, no se nos revelará del todo. “Alguien, no importa quién.”  La fórmula escogida  quizá deslice ya otra advertencia: lo medular de la experiencia no es ni la persona con quien se experimenta, ni el hecho que se ha vivido, sino la iluminación que el transitarlo ha dejado.
La dualidad y la duda
El rasgo particular de este poemario es la dualidad. Si el artista se vuelca por medio de la palabra y de la imagen, es porque esa modalidad es fiel a un contenido que exhibe otras díadas, jugando a diferentes niveles.  
La fotografía que inaugura la serie y corresponde al poema “Métodos” podría arrojarnos una clave para percibirlas. Primeramente, al titularlo así,  el autor nos acerca una reflexión sobre la reunión de lenguajes diferentes que serán los vehículos mediante los cuales buscará. No se transitan los mares con una motocicleta. Ni se escala una montaña con una carabela. El mensaje de fondo habrá escogido los “métodos” con que decirse.
Dos colores alternan en esa primera imagen, el azul intenso y el ocre. Si nos aventuramos a hacer una indagación metafórica del color, se descubrirán detrás de ellos dos esferas diferentes de la experiencia. El ocre, tonalidad que prevalece en el paisaje pampeano, corresponderá a la realidad, a lo que el poeta percibe como el afuera, el paisaje. El azul, tradicionalmente identificado con el cielo, el vuelo, el infinito, remitirá al mundo de los sueños, al ámbito espiritual; en última instancia, al adentro. Podría explicarse así la necesidad de utilizar dos alfabetos artísticos diferentes. Para el afuera, la foto; para el adentro, el poema.
Mímesis o salto al infinito
Aun cuando el autor quizá no se lo haya propuesto, subyace en el libro la discusión antigua y siempre viva sobre la naturaleza del arte.
Desde el principio de la cultura occidental han existido dos concepciones diferentes respecto a la creación artística. Aristóteles, filósofo del SV a. C., proponía que todo arte debía ser mímesis, imitación de la naturaleza y de la vida. Su maestro Platón, aún sin haberlo explicitado como preceptiva instaura, en cambio, una corriente no tan popular y sin embargo vigente hasta hoy. Se trata de una concepción de arte como un modo de remontarse a un sitio más alto que la realidad perceptible. Hay quienes sienten que al crear rescatan “el mundo de las ideas”. Ese sitio constituido más que por ideas por lo que hoy llamaríamos “ideales”, objetos similares a los que se presentan a nuestros sentidos pero con un grado de perfección desconocido en esta caverna desde la que aprehendemos la vida. Objetos perfectos, eternos, en plenitud. En tal caso, el arte no sería mímesis de la realidad y la vida, sino un mejoramiento de ella, un religare con el mundo de las ideas, origen de todas las cosas. Existe una vinculación intrínseca entre este “religar” y el que yace en la etimología de la palabra “religión”. En efecto, en esta visión del quehacer artístico existe, como en lo religioso, la creencia de que nombrar, en última instancia, crea realidades. “¿Y si escribiendo se construyen cosas?”, se pregunta el poeta.
 E inmediatamente responde: “Como esta duda…”
El nudo problemático omnipresente es la duda. La duda acerca de cuál es el ámbito que entregará el hallazgo. Porque si algo tiene esta  “experimentación” de Sapegno, es el carácter de búsqueda. Y la duda es dónde debe emprenderse la pesquisa de la  nova, de una estrella que seguir…
“Ser una cañita voladora o tener los pies de barro. Necesitaría cuatro vidas para entenderlo.”
El fin del poetizar
Confiesa la voz del poeta que no quiere renunciar a una búsqueda. A la de “Profundizar en el misterio”. A la de “descubrir una luz y seguirla”. Un intento de comprender, en el sentido más existencial del verbo: el amor, el dolor,  el deseo profundo del alma, la iluminación y, quizá, la incongruencia entre esa plenitud anhelada del azul y el ocre que ofrece la realidad.
El imaginario: agua y luz
La poesía ruega que “no se corte el flujo y el universo hable.” Ése es el anhelo que atraviesa el libro. Que el universo se diga, se revele a sí mismo en toda su hondura y en toda su extensión.  
Fluye lo que es líquido. Y no ha de ser casual que el texto comience con un poema en el que se exalta el elemento Agua. El hecho de que “Agua” no esté acompañado por una foto es una pista en sí misma: la dificultad que supone la concreción del anhelo en la realidad. Pero “Alguien tiene que saber” cómo hacerlo, podríamos permitirnos parafrasear…
Porque el ideal es que se nos revele el flujo universal, la fuerza que lo anima todo, que pone en marcha cada ser.  Que se revele y conduzca. Esa expresión dinámica de la fuerza, la voz del “Uno”, es la luz que desea el poeta descubrir para dejarse conducir por ella.  No es suficiente “descubrir una luz”,  también hay que “seguirla”. Contemplación y acción sólo en el hallazgo, sólo en el fluir de la luz, se integrarán. Si el universo fluye, entonces se irán “sumando kilómetros y palabras”, avanzando tanto en el afuera, como en el adentro.
La palabra “universo” en aquel deseo de que “el universo hable” es, ni más ni menos, que la expresión de la unidad en un conjunto múltiple.  La angustia frente a la multiplicidad, a la disyunción, a los caminos que se bifurcan responde  a esta misma vocación de unidad. El placer y el deseo multiplican, alejan de la unidad. “Por el placer y el deseo, no debería perder tiempo. Los días me pasan”. Conducen a la sensación de ser arrastrado por el tiempo, por las circunstancias, por lo accidental.
Una serie de poemas que sobrevienen promediando la obra retratan la decepción del sujeto lírico al sumergirse  en la experiencia. Y la incapacidad del mundo visible para saldar sus expectativas. En las fotografías que acompañan prevalecen los contrastes de colorado y gris, expresiones cromáticas del deseo y su contracara, el hastío.
Perdiéndose, se encuentra
Se preguntarán ¿Por qué no el dolor o el negro como contracara del deseo?
Pues porque los sinsabores de la experiencia son camino firme hacia la luz. El dolor comienza a tener un sentido en el cuadro total. “Pozos de agua oscura hondos como ojos” dice el poema. La visión profunda de la vida se relaciona con un agua oscura, con la experiencia del dolor.
La vida, como el poemario, es dual. Y en ella también el sufrimiento puede actuar como escala para el ser consciente. Se acepta aquí la idea de que el saber proviene más de esos trances que de la calma. La voz lírica desafía una objeción potencial: “Veremos si un mar en calma trae algo a la costa”. Errar se torna el mejor maestro.“Hoy traté de ser bueno y fallé. Hacer eso me trajo hasta acá”. La visión y la sabiduría son perlas oscuras.
Esta lección se ha aprendido. Las torres de palets en la última foto nos manifiestan el ascenso de la mirada.
Ouroboros, la serpiente que se come su cola, está a punto de mostrarse…
No es más que el cierre de un ciclo para que comience otro. La circularidad de la estructura nos regresa a la duda, inquietud irrenunciable. Duda, dualidad, en el alfa y en la omega. Simplemente porque es el único modo de transitar el mundo para quien tiene despierto el ojo y oye la poesía interior.  De esa actitud vendrán las nuevas creaciones. “Si me afanan la certeza, serán más ideas que antes.”
“Cómo hacer una [esta] noche hermosa?”, se pregunta. ¿Cómo soportar la inquietud y el hastío?  La misma poesía lo responde: “Llenar el vacío y la duda dibujando. O escribiendo…”
“El placer y el goce de la creación. Esas golosinas” serán paliativo. Herramientas para sobrevivir. Refugio seguro en el costado dulce de la vida.

Nota para "Me sangra la poesía por la boca" de Sergio De Matteo


Presentación Me sangra la poesía por la boca  de Sergio De Matteo (Caldenia, La Arena, 24 de diciembre de 2017)

Me sangra la poesía por la boca es una recopilación de textos críticos sobre asuntos diferentes aunque todos ligados al quehacer cultural.  Esta diversidad de autores y fenómenos artísticos incluye el análisis de obras como las de Olga Orozco, Bustriazo Ortíz, Edgar Morisoli, Margarita Monges, Olga Reinoso, Miguel de la Cruz; productos del grupo “Desguace y Pertenencia” y  otros poetas emergentes de las últimas décadas. Pero el autor también se anima a la observación teórica de pintores, escultores, cantantes… La política, la explícita visión ideológica que sostiene, también se manifiesta en los estudios, aunque siempre desde un punto de vista de la crítica cultural e histórica.  A veces, hasta filosófica.
No sería extraño este conjunto, en virtud de la actividad del autor que se ha debatido desde hace tiempo entre la crítica literaria, la actividad político-cultural, y la creación poética.  En definitiva, se mueve en el formato del ensayo académico, producto de la razón y la lógica, trabajo sistemático y científico. Aunque, también en un género muy distinto: la poesía.  De lenguaje abierto, impreciso, suscitante, la lírica no posee como célula el concepto,  sino la imagen. Una metáfora, un símbolo, esos son los ladrillos del poeta.
Ahora bien, debajo de tanto ramaje proliferante ha de haber una raíz común. Hallar la raíz que aúne y alimente ramas tan diversas  es lo que inspira este artículo.
De Matteo nos ofrece algunas pistas. En las primeras páginas señala explícitamente,  […] para el filósofo alemán Heidegger ´la poesía funda la casa del ser´”. 
En la poesía debiéramos sondear, entonces, la raíz que se nos esconde.
Luego, cita a Walter Benjamin  “La crítica debe hablar el lenguaje de los artistas”.
Si se habla de poesía, de creación, pues entonces habrá que hablar poéticamente.
Como lectores obedientes, aunque no por eso menos suspicaces, hemos sido convidados a observar qué hay de código poético en la obra.
Lo primero que salta a la vista son los paratextos, el título, los epígrafes y detalles que componen al libro sin ser su propio cuerpo. Muchos autores utilizan deliberadamente esos elementos como claves de lectura.  Si éste fuera el caso, observarlos nos permitirá intuir en imágenes poéticas lo que luego se desplegará teóricamente en el cuerpo del texto.
La elección de la cita que da título a la obra no es de ningún modo casual. Se trata de un poema de Francisco Madariaga, poeta correntino, a quien se estudiará en estas páginas también. Además de ser el título escogido para el libro, esa cita −extendida un verso más− aparece como epígrafe.
“Tengo ganas de leer algo hoy.
Me sangra la poesía por la boca.”
Amén de la fuerza que posee este último verso, la vinculación con el anterior es sugestiva. El poeta Madariaga confiesa estar deseando leer.  La operación de leer es un modo de incorporar algo externo a uno. “Beber o abrevar de las fuentes” son expresiones tópicas para hablar de la lectura y de la asimilación de lo leído. 
Sin embargo, este deseo es seguido por una expresión que supone la dinámica contraria: el hacer emerger de uno mismo el líquido que lo habita, lo oxigena, le da vida. La sangre, sin la cual es imposible la supervivencia. Se trata de una paradoja.  Por más que plantee una relación antitética, no lo es, más que en apariencia.
Porque sangrar por la boca sería dejar salir lo más vital de uno mismo. Quizá, por medio de la palabra, de la oralidad. El mismo De Matteo nos advierte este dato, desviándose sospechosamente del asunto que viene tratando, cuando nos revela que la poesía es un género ligado a la oralidad, al ritmo sonoro, a la música.
La aclaración nos conduce a pensar que tiene bien presente el carácter oral señalado en el título: no será sólo expresar el interior, sino expresarlo por la palabra oral.  “Lira” era el instrumento con el que se acompañaba en la poesía medieval toda producción de este tipo. Así, la expresión de sentimientos era un volcarse en imagen creando un sortilegio de ritmo, música, sonoridad verbal y estímulo a la imaginación. Por eso llamamos Lírica al género mayor de la Poesía. Hoy el público consume mucha poesía a través de cantantes, bandas y artistas y no siempre los asocia con el mundo literario.
En consecuencia, sangrar por la boca bien podría retratar el ejercicio poético en lo que tiene de genuino volcarse. De genuino y doloroso volcarse en imagen. Perder sangre es también un modo de debilitarse.
La pregunta que cabe hacerse es ¿por qué sangra la poesía? Y allí es donde entronca la visión crítica de De Matteo respecto a la realidad. El cantar duele. Duele porque la realidad no es lo que debiera. Ni el mundo, ni el país, ni la región son lo que debieran.  El poeta lo sabe y tendrá la misión de denunciarlo.  Así lo propone otro de los epígrafes de la obra: “El pensador y el artista tienen una misión intransferible,  superior a su voluntad, que es la de revelar lealmente aquello que suscitan en él las cosas del mundo en que vive.”[1].  Los otros dos epígrafes invitan a la vehemencia y el compromiso romántico con esa misión poética y existencial, por más que duela.
El  “sangrar por la boca”, el dejar salir nuestro líquido vital por el habla,  remite a un desnudar, tal vez demasiado, lo que nos habita. Y si el verso anterior se refiere a leer, entonces estamos frente a la clave de este estudio.
 El autor lee a otros poetas como un modo indirecto de leerse a sí mismo. Las reflexiones estéticas que despliega a propósito de cada artista  van armando el rompecabezas de su propia cosmovisión.  Y lo hace sutilmente, con la modestia del que no desea ser el centro y sin embargo anima y completa, con su visión, a quienes estudia.
No es el primero que, como Marechal, desea mirar desde arriba al laberinto para poder comprenderlo. Cantidad de artistas ejercen el oficio de críticos, de estudiosos, de teóricos sobre la naturaleza de su arte. No es una actividad diferente a la de la escritura creativa. Borges solía decir que leer y escribir son una misma actividad. Y dadas las transformaciones literarias que operaron en el Siglo XX, todo lector se torna una pieza fundamental para el cierre y la consecución del texto. El intérprete termina cargando de contenido experiencial las metáforas o símbolos propuestos por el poeta y también le da su pincelada final.  
Leer y escribir, entonces, son −como propone Madariaga− la misma actividad. Dante, Boccaccio, Shakespeare, Edgar Allan Poe, Maupassant, Mark Twain, Rubén Darío, Horacio Quiroga, Borges, Lugones, Cortázar y otros tantísimos creadores generan sus propias preceptivas, sus propias reflexiones sobre la génesis y naturaleza de la actividad escritural. Y lo hacen, en muchos casos, comentando la obra de un artista admirado o bien mediante una invectiva contra un poeta al que desmerecen.  Abordan la reflexión estética de terceros porque es el modo de profundizar, descubrir y revelar la visión particular del mundo y de las cosas que sostienen.
Están haciendo literatura también. Literatura que explica abiertamente las tendencias de sus creaciones puras.
¿Cuáles son las tendencias aquí? ¿Qué cosmovisión revelarán las piezas dispersas de este rompecabezas?
La Tradición y el Estilo
El concepto más sondeado en Me sangra la poesía por la boca es el  modo misterioso en que el artista combina su propio sentir con la “Tradición”.
La “deglución de otros autores” en la búsqueda del  “estilo propio”es uno de los mayores intereses de este estudio. Ese proceso es, para De Matteo, un diálogo con todo el pasado literario. Un diálogo nutricio que lleva al poeta a beber y rechazar, a reelaborar las fuentes con verdadera conciencia de lo que hace y del puesto que ocupa frente a la belleza. Un diálogo en el que se conoce, se mide y se define a partir del contacto con lo que han hecho otros.
La naturaleza de la poesía
Pero detrás de todo, descorriendo todos los velos, vemos una concepción particular de la poesía. Ya no expresada solarmente, con la luz expansiva e insoslayable con que el ensayista denuncia los males sociales.  En sombras, en expresión lunar, se descubre la poesía tal la concibe la tradición órfica, como la piensan muchos poetas: puente al trasmundo, a regiones que no se perciben con los sentidos, apertura a una realidad más amplia, quizá, más inmutable y real.
Es la Poesía como ejercicio cognoscitivo, como búsqueda de una verdad que no se nos dice del todo.  El poeta persigue el Verbo primero. Esa palabra dicha por un Creador que, al pronunciarla, da vida a lo nombrado.
El poeta se ilusiona con hallar ese sonido que pueda, como la fuerza generadora de todo lo visible, pronunciar para dar vida a algo.
¿Qué desea animar, con ese Verbo? Un sitio mejor. Una y otra vez intenta hallar la “palabra mesiánica”, ese Verbo que con sólo ser pronunciado,  sea capaz de crear lo anhelado, de reconstruir el paraíso perdido.
Tal es la sedienta búsqueda del artista, que desea beber y, en cambio, sangra…


[1] Ezequiel Martínez Estrada.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Las mil y una noches. Obra teatral

Las mil y una noches
Acto I
Escena I
Sherezada: ¡Padre, sé muy bien el riesgo que significa entregarme esta noche! Pero confíe en mí. Ya ha hecho todo lo que pudo.
Visir: Hija mía, no lo permitiría jamás si no fuera porque tienes razón. Se han terminado las jóvenes. Todo el día estuve intentando cumplir la orden del Rey Shariar, pero ya no quedan doncellas.
Doniazada: Padre, hace más de cinco años que el Rey desposa a una niña cada noche para matarla al amanecer. No habrá población  que pueda aguantar estas exigencias para siempre.  Ha llegado nuestro turno.
Visir: (se cubre la cara con las manos) ¡Qué dolor, hijas mías!
Doniazada: ¿Tanto odio provocó en su majestad que su esposa favorita lo haya engañado? ¿La repulsión que tiene por las mujeres puede durar para siempre, padre?
Visir: ¡Silencio, Doniazada! Sherezada, ¡educa a tu hermana! Si el rey te oyera decir esto, nos mataría a los tres en un instante.
Sherezada: ¡Llévame ya mismo, padre! Confíe en mí…  ¡No se desespere!

Escena II
Rey: ¡Adelante, visir, trae a la chica de una vez!
Visir: Señor. (baja la cabeza con profunda reverencia)
Rey: ¿Y dónde está ella?
Visir: Señor…
Rey: (mirándose las uñas) No me hagas pensar que has fallado por primera vez en cinco años…
Visir: No, señor…  (con miedo) Es que…
Rey: (Gritando) ¡Habla!
(Entra Sherezada. Se arrodilla a besar el manto del rey)
Rey: ¡Levántate! Quiero verte (hace un ademán como para que se aleje y tener perspectiva para verla de cuerpo entero). ¿Qué sucede con tus ojos, tonto visir? Después de cinco años me traes el mejor manjar del reino? Explica por qué no vi esta doncella antes… ¿Estás loco?
Visir:  Señor. ¡Es mi hija! La última doncella del reino ha muerto esta madrugada por voluntad de su majestad.
Rey: ¡Miserable, sal de mi vista! Me ofreciste a cualquiera antes de entregarme esta belleza? ¿Qué clase de fidelidad me tienes? ¡Debería matarte ahora mismo! (Sale apurado el visir)
Rey:  Ven, aquí. Dime tu nombre…
Sherezada: Sherezada me llamo.
Rey: Pues Sherezada, serás mi esposa esta noche.
Sherezada: Seré su esposa y su juglar.
Rey: ¿Qué quieres decir con eso de juglar?
Sherezada: Si su majestad me permite, antes de desposarme, quisiera entretenerlo con un relato, como lo hacen los juglares.
Rey: ¿Qué invento es ése? (pensativo) Está bien, esos ojos bien valen el permiso. Adelante.
(Atrás una escenografía con una luna de fondo que va corriéndose hasta aparecer el sol)
Sherezada: Mire esa luna, majestad, e imagine que la misma luna veía un hombre de El Cairo cuando cayó dormido plácidamente… Soñó un sueño maravilloso en el que un tesoro inmenso lo aguardaba en la ciudad de Isfahán. Cuando despertó le dijo a su esposa Benni que partiría de inmediato hacia Isfahán.
Rey: ¿Qué dijo su esposa?
Sherezada: Benni estaba acostumbrada a las fantasías de Asdrún… Y se lamentó por esta nueva locura, pero no se opuso a que partiera. Juntaron lo necesario y Asdrún montó una vieja mula y partió hacia Isfahán al amanecer. Llegó a la ciudad y no encontrando dónde dormir, se echó junto a una mezquita con su mula y sus alforjas. 
Rey: ¿Volvió a soñar algo bonito?
Sherezada: No, esta vez el sueño le jugó una mala pasada. Estaba profundamente dormido cuando lo sorprendió la guardia policial y lo capturó. Los hombres lo llevaron entre golpes ante el jefe policial.
Rey: ¿Y qué ocurrió?
(Pasan las bailarinas: se va la luna y se instala el sol)


Sherezada: Y el pobre Asdrún tembló de miedo antes de ver entrar al Jefe policial, como yo misma, mi Rey, tiemblo porque la noche ha concluido y el sol asoma por el horizonte. (Se inclina como ofreciéndole la cabeza) Haga usted conmigo lo que deba hacer.
Rey: (A los guardias) Llévenla al harem, y aguarden las órdenes de Mustafá. ¡Mustafá!
(Entra Mustafá.)
Mustafá: Señor (Se inclina)
Rey: He enviado a la mujer hacia el harem.
Mustafá: Pero, señor, le ha llegado la hora. La horca está preparada y todo listo para su muerte.
Rey: No, Mustafá. Espera. Esta mujer es una serpiente, como todas ellas, pero me ha contado una historia tan interesante que una larga noche se fue en un segundo… Y el sol es inoportuno hoy, porque no quiero que el día acabe con ella antes de que termine de contarme el asunto de Asdrún. La intriga de saber el final no me dejará vivir en paz, si ella muere.
Mustafá: No sé qué desea, mi Señor. Pedirle al día que se detenga es un poco difícil. Alá se enojará si nos negamos a seguir su ritmo…
Rey: Sí, tonto, no era eso lo que pensaba. Escucha: haremos ahora una excepción. La mujer no morirá hoy, sino que la liquidaremos cuando amanezca mañana. Entonces, habrá terminado de narrarme esa historia. Llévatela ahora y tráemela en la noche otra vez…
(Apagón)
Rey: Adelante, Sherezada.
Sherezada: Mi señor, ¡Cuánto debería hacer para agradecerle las horas preciosas de vida que me concedió hoy como un regalo increíble!
Rey: Siéntate, y no demores más el relato. Debes contarme cuál fue el destino de aquel hombre. ¡Cuéntame ya qué pasó con Asdrún!
Sherezada: Asdrún, aterrorizado, vio entrar al jefe policial y se pensó perdido… Pero la vida es un enigma a veces, su Majestad.
Rey: ¿Por qué lo dices?
Sherezada: Cuando Asdrún declaró ante el jefe policial que sólo dormía junto a la mezquita porque era extranjero, el jefe le preguntó qué hacía en la ciudad. Y el bueno de Asdrún le contó que había tenido un sueño en el que un tesoro lo aguardaba en Isfahán. El hombre se rió con ganas. ¿Qué tan delirante hay que ser para andar a mula tanta distancia sólo por haber soñado algo?─le dijo─.  Él mismo soñaba siempre con una mujer del Cairo llamada Benni en cuya casa, a cinco metros de la higuera había enterrado un tesoro inmenso. Lo soñaba continuamente y jamás se le había ocurrido ir hasta el Cairo.
Rey: ¿Benni? ¿De El Cairo? ¿No se llamaba así la mujer de Asdrún?
Sherezada: ¡Claro, mi rey! Asdrún oyó eso y en cuanto fue liberado voló hacia El Cairo. Y adivine qué hizo en cuanto encontró a Benni en el jardín.
Rey: Déjame adivinar… ¿Buscó una pala y cavó a cinco metros de la higuera?
Sherezada: ¡Bravo, mi rey! Eso hizo.
Sherezada: Y así es como Asdrún se hizo rico. Su mujer estuvo tan sorprendida cuando la pala golpeó con un baúl enorme lleno de oro que literalmente se desmayó.
Rey Shariar: ¡Magnífico! ¡Magnífico relato! Señorita, (ríe estridentemente) Claro: el hombre había soñado que debía ir a Isfahan a buscar un tesoro, pero allí sólo estaba el hombre que le revelaría dónde estaba ese tesoro… Y ¡estaba en su propia casa, junto a la higuera! (ríe estridente, otra vez)
Sherezada: Exacto, mi Rey. Usted supo interpretar muy bien la historia. Y vea, en este cuento hay una riqueza mayor que el baúl. El verdadero tesoro es el sueño.
Rey Shariar: ¿El sueño?
Sherezada: ¡El sueño! El jefe de policía tenía ese tesoro, pero no lo supo nunca. En cambio, Asdrún viajó hasta Isfahán sólo para descubrir lo valiosos que podían ser sus sueños. El baúl podrá vaciarse, pero Asdrún aún tendrá sus sueños…
Rey Shariar: ¡Maravilloso! ¡Maravilloso!
Sherezada: Su Majestad, ¿me concedería una copa de licor para festejar la alegría que mi historia le ha provocado?
Rey Shariar: ¡Desde ya! (en alta voz) ¡Visir! (Entra el visir) Envíe dos esclavos con bebidas y dátiles.
Visir: ¿A esta hora, mi señor?
Rey Shariar: (a los gritos) ¡A esta hora! ¿Se atreve usted a cuestionar la hora en la que deseo festejar?
Mustafá: (hundiendo el mentón en el pecho) No, señor. Es que todavía no despunta el amanecer pero no falta tanto. (Como en confidencia con el rey y a espaldas de Sherezada) ¿No es tiempo de llevar a la muchacha a su destino? La horca está preparada.
Rey Shariar: ¡No! ¡Deme unos minutos para brindar y luego regrese!
(Sale el Visir)
(Se sientan Sh y el Rey en los almohadones, toman una copa, el rey sirve a ella y luego a él)
Rey Shariar: (ya la mira como encantado) Señorita…
Sherezada: Sherezada.
Rey Shariar: Sherezada.  Su nombre suena como su voz al relatar. A la salud de esta esposa que me ha contado una historia magnífica.
Sherezada: A su salud, Majestad. (Ambos beben)
Sherezada: ¿Sabe usted que su aposento y sus mismos vestidos me recuerdan a un hombre que tenía una esposa muy esforzada y buena? Él deseaba complacerla en todas las necesidades, pero era pobre…
Rey Shariar: ¿Quién era él?
Sherezada: Pues, quizá usted oyó hablar de él, su nombre es Alí Babá.
(Entra el Visir detrás de Mustafá que, con una soga en la mano, le hace señas al rey)
Sherezada: (disimula haber visto al visir) Era un hombre muy bueno, humilde y honesto…
(El rey hace señas al visir para que se vaya)
Escena II
(Vienen caminando por un bosque)
Luznoche: Hasta aquí te acompaño, querido.

Alí Babá: ¿Estás segura de quedarte aquí? No estaré tranquilo si sé que tienes miedo de estar sola, aguardándome. Te llevaría, lo sabes, pero no llegaré a vender esto si no apuro el paso.

Luznoche: Querido, no te preocupes, ve tranquilo. Allí, donde comienza el bosque te espero. Hay una piedra que me servirá de asiento y podré coser mientras vuelves.

Ali Babá: ¡Cuánto quisiera que no tuvieras que surcir tanta ropa! ¡Si pudiera darte todo lo que necesitas!

Luz noche: Tranquilo, querido, siempre hemos tenido dificultades y no será la primera vez que las superemos.

Alí Babá: Es cierto, pero es que no quiero verte trabajar tanto, mujer. (Le toma las manos) Tus manos tienen muchos más años que esos ojos que me enamoraron. Han trabajado tanto…

Luznoche: No te preocupes, haces todo lo que puedes… Algún día Alá se acordará de nosotros.

Alí Babá: (como abatido) Sí, claro. Bueno, es hora de partir, debo atravesar el bosque para llevar la ropa que has surcido al mercado, se hará de noche antes de que regrese si no parto ya.

Luz noche:  Ánimo, Alí, que la suerte alguna vez se cruzará con nosotros. No te demores. (lo besa y sale)

(Apagón)

Escena III

(Alí camina por el bosque, se escucha un estruendo, se esconde detrás de un árbol. Entran siete hombres, con palos)

Ladrón I: ¡Apuren el paso! En cuanto entremos, vacíen las alforjas con cuidado. Más tarde podremos venir a contar el botín y a repartirlo.

Ladrón II: Sí, pero yo no saldré hasta que vea a todo el mundo fuera. Si quedara uno de nosotros dentro… Sabré cómo resolverlo (acaricia su sable sarraceno).

Ladrón III: Basta de palabrerío. Dí, de una vez, las palabras clave.

Ladrón I: ¡Tiene razón! (con tono más alto) ¡Ábrete, sésamo!

(El telón de atrás se abre y se ve el fondo como una región pedregosa: es una cueva en la montaña. Entran todos y se cierra el telón detrás del último.)

Alí Babá: (frotándose los ojos) ¿Acaso es cierto lo que he visto? ¿Quién puede explicar lo que he presenciado? ¿Estaré delirando? (sale de atrás del árbol) Yo creo que debo haberme dormido, no puede ser cierto lo que vi. (Recorre con la vista todo el escenario y luego repara en el telón de atrás. Se acerca, se queda unos segundos observándolo). Sólo hay una forma de averiguarlo:
(En voz bien alta) ¡Ábrete, sésamo!

El telón de fondo, de pronto, se abre. Alí Babá ingresa.


Escena IV

Rey Shariar: ¡Ábrete, sésamo! (ríe estridente)

Sherezada: Su Majestad, su ruego no abrirá más que el cielo. El sol asoma por el horizonte y mi condena está cerca. (Se arrodilla a sus pies con la cabeza gacha) Disponga usted de mi vida, ahora que arribó la aurora.

Rey Shariar: (hace una pausa, como si estuviera despertando de un sueño) Sherezada… (la toma del mentón y la obliga a subir la cabeza y mirarlo a los ojos. Se quedan así sosteniendo la mirada entre ambos) Ignoremos la mañana, querida. Hagamos de cuenta que no ha llegado, que la noche persiste…
(Ingresa el visir)

Visir: Señor. Es tiempo.

Rey Shariar: Espera, visir. Haz de cuenta que es la luna la que alumbra.

Visir: Señor, embajadas de dos reinos lo esperan. Las citas no pueden aguardar. Los hombres vinieron desde lejos para hablar con usted.

Rey Shariar: ¡Maldita aurora! ¡Mustafá! (grita) (entra Mustafá y toma a Sherezada y la hace levantar, hace el gesto de llevársela) Alto ahí. No. Vamos a detener la ejecución hasta la aurora de mañana. Devúelvela al harem. Esta noche ella, Ali Babá y yo tenemos una cita (le sonríe, cómplice a Sherezada)

Sherezada: Ella sonríe al rey y baja el mentón. Salen
(Cierra el telón.)



Escena V

Alí Babá: (Entra por el telón de fondo. Lleva una bolsa de tela)¡Ciérrate, sésamo!  Se arrodilla y comienza a sacar los tesoros. Cuenta. (Monedas, collares de perlas y piedras preciosas). (Gritando) ¡Con esto podré darle buena vida a mi Luznoche adorada! ¡Luznoche, Luznoche adorada!
(Entra Luznoche)

Luznoche: ¡Alí Babá, querido mío! ¡Cuánto se alegran mis ojos de verte!

Alí Babá: ¡Luznoche! ¡Vengo tan feliz! ¡Alá nos tuvo en cuenta, querida! ¡Por fin, la suerte nos ha elegido!

Luznoche: ¿Podrá ser? ¿Has vendido las prendas que arreglé a buen precio?

Alí Babá: No, no es eso.

Luznoche: Pero, ¿las entregaste?

Alí Babá: ¿Entregarlas? No, en realidad no…

Luznoche: Pero, ¿cómo no las entregaste? El comerciante que me las encargó me matará. Tenía por plazo esta tarde…

Alí Babá: Olvida al comerciante… No trabajarás un día más para ese cerdo codicioso.

Luznoche: ¿Qué estás diciendo, te has vuelto loco?

Alí Babá: (Mostrándole el contenido de la bolsa) ¡Mira, mujer, tus manos descansarán! ¡Tendrás todo lo que quieres sin necesidad de sacrificio. Alá se acordó de nosotros, te lo dije!

Luznoche: ¿Estás seguro de lo que dices?

Alí Babá: Claro que sí. Si no me crees, pesemos el oro y verás que alcanza para que nuestros hijos y nietos vivan también sin necesidades ni sobresaltos.

Luznoche: ¿Cómo lo pesaremos?

Alí Babá: ¿Acaso tu hermana no tiene una balanza en donde pesa los pasteles?

Luznoche:  ¿Amelia? (duda) mmm, puede ser.

Alí Babá: ¡Pídesela! Pesaremos todo. Pero debemos hacerlo en secreto. Si todos supieran de nuestro tesoro correríamos muchos riesgos.

Luznoche: ¿Qué sugieres?

Alí Babá: ¡Ve pronto a buscarla, yo te esperaré aquí, pero pídele a Buzac que te acompañe! Para cuando regreses al bosque estará oscuro. Trae lumbres y vengan con él.

Luznoche: ¿Estás seguro? ¿A Buzac?

Alí Babá: Sí, mujer, ¿quién más? Él es valiente, es fuerte y no podrá contarle a nadie nuestro secreto… ¿olvidas que los hunos le han cortado la lengua?

Luznoche: ¡Pobre Buzac!, ¿cómo olvidarlo?

Alí Babá: Pues, ve, mujer, apresúrate y trae la balanza.

(Sale Luznoche) (Cierra el telón)


Acto III

Escena I

Kassim: Dime, mujer, ¿para qué vino tu hermana aquí?

Amelia: No es nada, hombre, no es nada. Olvídalo

Kassim: Mujer, te conozco. A mí no me engañas… Jamás viene sin doble intención

Amelia: No digas eso. Mi hermana es incapaz de tener segundas intenciones. ¿Olvidas que nos ha ayudado cada vez que tus locuras nos metieron en problemas?

Kassim: Bah, parece que insistes en recordarme los pequeños errores que cometí…

Balquis: ¡Ja, pequeños errores! ¿Llama pequeños errores a estafar al dueño de la curtiembre que le ha dado trabajo a todo este pueblo desde siempre?

Kassim: ¿Cómo dice, suegra?

Balquis: Nada, nada…

Kassim: ¿Quién puede aguantar una lengua venenosa como ésta?

Balquis: ¿Qué dices? (A Amelia) ¿Qué dice tu esposo, querida?

Amelia: (haciéndole un gesto de callar a Kassim) Nada, madre.

Kassim: Bueno, basta, dejen de cambiar de tema. ¿A qué vino tu hermana, Amelia? (Amelia voltea haciéndose la disimulada plumereando un mueble) (A Balquis) Dígame usted, ¿a qué vino su hija?

Balquis: ¡Deja de insistir!

Kassim: (tomando de los hombros y zarandeando a Amelia) ¡Dímelo ya!

Amelia: (asustada) A… a buscar…

Kassim: ¿A buscar qué?

Amelia: A buscar una balanza. Me ha pedido prestada la balanza.

Kassim: ¿La balanza? ¿Para qué querría una balanza tu hermana? (Piensa) ¡No es tu hermana, sino él! ¿Alí Babá se la pidió?

Amelia: Creo que sí.

Kassim: ¿qué tiene entre manos ese tonto? En algo anda… (Llamando a los gritos) Abbás, Abbás.
(A Amelia) Y tu, larga todo lo que sabes!

Amelia: Sólo oí que hay un sitio que se abre con las palabras mágicas: “Ábrete, sésamo”

Kassim: ¿”Ábrete, sésamo”? ¿Y qué sitio es ése?

Amelia: No lo sé, sólo sé lo que te dije, hombre.

Abbás: Señor…

Belquis: (Aparte) Señor… seguro, si éste es un Señor, yo soy una tortuga…

Kassim: ¡Ya está destilando su veneno! (A Abbás) Niño, Alí Babá está misterioso, tenemos que descubrir qué se trae entre manos. Lo seguriremos y averiguaremos qué cosa quiere pesar con la balanza de Amelia, y qué es eso que se abre con las palabras mágicas.
Abbás: ¿Pesar? ¿Se pueden pesar las palabras?
Kassim: Que no, que hablo de pesar en la balanza…
Abbás: (Interrumpiendo) Ah, una balanza mágica!
Kassim: No, niño, escucha: Alí Babá tiene algo entre manos
Abbás: (Alarmado )¿Pesaremos las manos de Alí Babá? (A los gritos) ¿Tendremos que cortarle las manos a Alí Babá?
Kassim: (Desesperado por callarlo) ¡Calla, niño! ¡Calla! ¡Que esta venenosa (por Balquis) nos oirá! (Lo toma del brazo y van saliendo)
Abbás: (Casi fuera del escenario) ¿Una balanza venenosa?



(Cierra el telón)

Escena II

(Se ve a Alí Babá, que dice las palabras mágicas y entra a la cueva. Dos segundos después sale con una pequeña bolsita y se va cantando. Kassim y Abbás observan escondidos)

Kassim: Vamos, es nuestro turno. (Ante la puerta) ¡Ábrete, sésamo! Ingresan.

(Tres segundos después, se ve que llegan Amelia y Belquis y se esconden tras el follaje. Salen Kassim y Abbás, con una bolsa inmensa, que arrastran entre ambos)

Abbás:  Señor, no entiendo…
Kassim: ¡Ja, qué novedad! Tú nunca entiendes! Tienes que retener una sola idea: ¡somos ricos en unos instantes!
Abbás: No, ya lo imaginaba: ¿alguien nos comerá?
Kassim: ¿Qué dices?
Abbás: Usted dijo que somos ricos, yo no quiero ser sabroso para nadie, ¡tengo miedo!
Kassim: No, niño tonto, quiero decir que acabamos de hacer una gran fortuna! ¿No lo ves?
Abbás: Señor, yo no puedo hacer esto…
Kassim: ¡Cállate, tonto y camina, no sea cosa que nos encuentren antes de esconder el tesoro! (Salen por la derecha con la bolsa).


Amelia: ¿Qué es esto? ¡Explícame, madre!

Belquis: ¿Necesitas explicación, niña? ¿Tan ciega estás con tu marido? Pues acaba de obligar al niño a robar… ¿No has visto la alforja ingente que cargaban?

Amelia: Ay, madre, no puede ser… Kassim ha cambiado, él me ha dicho que nunca más robaría…

Belquis: ¿Cuándo comprenderás que estás casada con un bribón, Amelia? ¿No te basta haber visto cómo robaba…? (Se oyen pasos, ambas se esconden)

(Vuelven los siete hombres con palos.)
Ladrón I: ¡Ábrete, sésamo!

Amelia: ¿Quiénes son esos hombres, madre?

Belquis: Shh, silencio
(Entra Kassim, se para frente al telón)

Kassim: Ábrete, sésamo. (Ingresa)
(Por el lado derecho entra Luznoche)

Luznoche: ¡Amelia! ¡Madre! ¿Dónde se han metido? (Aparte) Alá querido, haz que aparezcan… ya anochece, no pueden permanecer en el bosque más tiempo o morirán… ayúdame a encontrarlas…

(Belquis chista, se suma Amelia, Luznoche oye y busca con la vista, Belquis sale del escondite y la invita con la mano a esconderse)


(Dos segundos después se oyen voces, peleas, golpes y se abre el telón de atrás y cae el cuerpo de Kassim, que queda muerto allí)

(Siempre escondidas tras el follaje, se oye un llanto ahogado de Amelia, Belquis le tapa la boca)
(Salen por el telón que entraron tres ladrones y Abbás, lo llevan a la rastra)

Ladrón II: ¡Confiesa, niño, o te mataremos como a él! ¿Adónde llevaron los tesoros que faltan?

Abbás: ¡No, yo no hice nada!

Ladrón I: Habla o te atravesaré con mi sable…

Abbás: No, no sacamos tesoros. Nosotros sólo seguimos a Alí Babá hasta aquí, él sí entró y sacó una pequeña bolsa.

Ladrón III: Mucho más que una bolsa! Faltan muchas cosas de nuestro botín. Y si no las devuelves, te mataremos.

Ladrón I: Alto, tranquilos, el niño dijo lo que necesitamos. Alí Bbá es quien nos ha estado robando. (A Abbás) Dí dónde vive ese bandido…
(Sueltan un poco al niño, que empieza a cantar o silvar y se va escabullendo por el escenario)
Ladrón II: ¿Qué logramos con saberlo? El hombre estará muy prevenido si es quien nos robó…
Ladrón III: ¿Qué haremos, entonces?
Ladrón I: (Piensa) ¡Lo tengo!(con ademán de haber tenido una ocurrencia)
 (Los tres advierten que el niño se escapa y lo toman de nuevo)
Ladrón I: (A Abbás) Nosotros te seguiremos y tú nos mostrarás la casa, pintarás una cruz junto a su puerta y cuando sepamos cuál es…
Ladrón II: ¿Qué?
Ladrón I: No lo sé…
Ladrón III: Pues nos esconderemos. En esa casa se hacen pasteles para toda la ciudad. Interceptemos la entrega de los toneles de harina, será fácil ingresar en ellos sin que nos descubran.
Ladrón I: ¡Excelente!
Ladrón II: Suelta al niño, entonces, que marque la casa de inmediato… (Lo sueltan, sale desbandado a una velocidad increíble, salta por delante del escenario y se pierde entre el público, sigue actuando mientras vuelve al escenario.)
Ladrón III: ¿Y lo que nos han robado?

Ladrón II: No se preocupen, cuando estemos dentro y desenvainemos nuestros sables estos cobardes dirán todo lo que saben sobre el tesoro hurtado.



Escena III
(Las mujeres y los ladrones ya no están. Entra Alí Babá, cantando, feliz, y se detiene abrupto al ver el cadáver de Kassim.)

Alí Babá: ¿Qué es esto? (Lo mira de cerca) Pero si es mi cuñado, Kassim! (Se inclina sobre él y llora)
¡Alá, acaso he atraído con mi codicia esta muerte! ¡Perdón! (llora) ¿Cómo habré de reparar esto, Señor? ¡Mi arrepentimiento será una carga de por vida! (Continúa llorando) (A Kassim) Amigo, todas tus faltas han sido olvidadas para mí… hoy te debo una noble sepultura, aunque me exponga a que los cuarenta ladrones me sorprendan aquí mismo con la muerte… (Lo toma de los pies y lo arrastra hacia fuera de escena)

(Se cierra el telón)



Escena IV

Rey Shariar: ¿Por qué detienes, Sherezada mía? ¿Qué ocurre?

Sherezada: No soy yo quien hace girar la tierra, Señor. Y el sol asciende otra vez por el horizonte.
(Hace una reverencia) Le ofrezco este baile, por despedida, mi Rey…
(Baila árabe)

Rey Shariar: (Va transformando su cara… se ve embelesado, cada vez más absorto)

Sherezada: (Terminado el breve baile, hace una reverencia.) Su Majestad, ha llegado mi hora…

Rey Shariar: (Con un alarido) ¡Visir! (Entra el visir) Suspenda mis actividades para hoy, no hay nada más importante que esta jornada, que estar junto a mi nueva esposa…

Visir: Pero, señor, cuestiones de Estado lo esperan… A las 8, visita de….

Rey Shariar: ¿Está sordo usted? ¡Salga de mi vista! Y extienda doble cortinado sobre cada ventana, que ni mi amada ni yo sepamos que terminó la noche…

Sherezada: ¡Mi gratitud, Señor mío, por concederme unas horas más de vida…! (se sienta a sus pies) Mi rey, ¡Usted es tan generoso conmigo! Sé que es un atrevimiento pedirle algo, pero tengo un último deseo antes de que llegue la muerte para mí. Deseo ver a mi hermana Doniazada. Ella ama, quizá como usted, mis historias, permítale que se quede aquí a oír el destino del pobre Alí Babá.

Rey Shariar: Concedido, Luz de mis ojos… (Gritando) ¡Visir!
Visir: Señor (reverencia)

Rey Shariar: Trae a tu otra hija, hoy pasaré esta noche artificial con tus dos hijas juntas.

Visir: ¡Señor! No lo haga, ¡por favor, se lo pido! ¿Por qué me condena a ver morir a mis dos hijas en un mismo amanecer? Se lo ruego…

Sherezada: Señor visir, padre mío, entregue, como corresponde, la mejor riqueza a Su Majestad… ¿qué otra cosa debe hacer un servidor?

Visir: (Mira a Sherezada con terror)

Sherezada: (le guiña un ojo. Luego se acerca, y le dice al oído) Tranquilo, sé bien lo que hago… ¿cómo crees que tantos días después de haber llegado sigo viva? Tráela, pero dile que tarde hasta el atardecer en llegar, recién entonces retomaré el relato.

(Sale el visir)

Rey Shariar: ¡Ven aquí, Sherezada! Dime qué le pasó al pobre Alí Babá luego de enterrar a Kassim…

Sherezada: Se lo contaré si me permite hacerlo mientras lo peino. Recuéstese…

Sherezada: (Mientras lo peina, habla cada vez más bajito, intentando que él se duerma) Alí Babá, era un hombre honrado, mi Señor, pero la necesidad lo había llevado a tomar riquezas que no le pertenecían. En su interior sabía que no había hecho bien, pero como todos los hombres se entregó a la justificación maligna de sus actos… Se dijo que robarle a un ladrón le daría cien años de perdón… (El rey ronca)
(Apagón)

(Misma escenografía, ahora Sherezada echada a un lado del Rey, ambos en la cama, dormidos.)

(Entran el visir y Doniazada)
 Visir: Señor, Señor

Rey Shariar: (Despertando, se despereza, silencio dos segundos) ¡Visir!

Visir: Señor, ¿recuerda que ha solicitado la presencia de Doniazada, mi otra hija?

Rey Shariar: Sí, sí, Doniazada… ¡Que entre! Tendremos todo el día para oir a Sherezada…

Sherezada: No, mi señor, el día se ha fugado, usted y yo hemos dormido un sueño reparador, y ya ha llegado su momento preferido: la noche.
(Entra Doniazada)

Sherezada: ¡Hermana mía, ven aquí! (Corre Doniazada y se estrechan) (Al Rey) Perdóneme, Su Majestad, es que la alegría me embarga… pensé que jamás volvería a ver a mi pequeña…

Doniazada: ¡Sherezada! ¡La casa sin tí es como un desierto sin voces! ¡Te extraño tanto, hermana!

Rey Shariar:(El Rey, se muestra conmovido) Basta ya, dejen de hablar de tristezas, ya no hay motivo, esta noche, señorita Doniazada, tendrá todas las horas para disfrutar a su hermana… Hasta el amanecer, claro está.

Sherezada: (A Doniazada) Siéntate, querida hermana… Ha llegado el tiempo de contarle a Su Majestad lo que ha ocurrido con nuestro héroe Alí Babá. Deja que te cuente, también a tí, lo que le sucedió luego de que Kassim muriera…

Acto IV
Escena I

(Alí Babá con escenografía de la casa, entra el niño Abbás, corriendo, desesperado)
Abbás: (Tartamudeando) Alí li bababa, tetengo unana notiticia queque darle…
Alí Babá: ¡Dime, niño! (Se le cuelga tipo coala) Y le va diciendo al oído, mientras Alí Babá pone cara de interesado y alarmado y van saliendo de escena.
(Se bajan las luces. Sacan la cabeza los tres ladrones por encima de los costales.)
Ladrón I: Eso es, ya estamos dentro, muchachos. Nadie sabrá que estamos aquí hasta que sea medianoche…
Ladrón II ¿Y cuando sea medianoche?
Ladrón I: Pues saldremos y….

Ladrón III: Saldremos y haremos pedazos al dueño de casa. Alí Babá estará durmiendo plácido y lo mataremos.

Ladrón II: ¿Lo mataremos? ¿Quién nos dirá dónde está oculto todo lo que nos robaron si lo matamos?

Ladrón I: Tienes razón. Debemos capturarlo vivo… Y luego llevarlo hasta el escondite para que devuelva todo el botín.
 (Se meten dentro, tapan los costales.)

(Entran las mujeres. Amelia, Belquis y Luznoche, traen cucharones y cucharas de madera. Atrás entra Abbás, que se agacha a abrazar el primer costal, Buzac abraza otro y el tercero, un hombre más.)
(Alí Babá se ubica al centro del escenario y habla bien fuerte)

Alí Babá: Ya que las mujeres han concluido las tareas, apagaré las lámparas y me iré a la cama. Ya es casi medianoche, mañana debo levantarme temprano para regresar al bosque… hay algo importante para hacer…

(Se ven las cabezas de los ladrones levantar las tapas, ansiosos)

Alí Babá: Sólo una lámpara más…. (Las mujeres se ubican detrás  de cada barril con las cucharas de madera en alto, él les es hace señas) Eso es, ahora sí, me voy… Me estoy yendo… un paso, otro paso, me fui…
(Al mismo tiempo se paran los tres ladrones y las mujeres los apalean dentro de los barriles, con violencia…
(Música. Se cierra el telón)

Escena II

Sherezada: Es que, Su Majestad, nadie debería fiarse de la ingenuidad de las mujeres… No serán esos ladrones los únicos hombres engañados por el sexo femenino (Mira a Doniazada y le hace un guiño)…

Rey Shariar: No me lo recuerdes, siquiera. La noche que decidí tomar esposa tras esposa para ahocarlas al amanecer fue porque mi más querida concubina, la que yo creía más piadosa y pura, me engañó… desde entonces, detesté a las mujeres…

Sherezada: Lo sé, Su Majestad… Pero no olvide que Alá es el dueño de esta rueda, y en su gobierno no escasean las sorpresas…
Eso pensó Aladino, cuando halló lo que halló… (A Doniazada) ¿Sabes quién es Aladino, querida?

Doniazada: No lo sé. Quizá Su Majestad sí lo sepa.

Rey Shariar: No, yo no lo sé. (A Sherezada) ¡Cuenta, querida, quién es ése al que llaman “Aladino”!

Sherezada: Pues era un joven apuesto pero siempre apenado por su pobreza. Todas las noches soñaba con desposar a una princesa… No a cualquiera, mi Señor, Aladino estaba enamorado de Jazmín, también llamada Badrulbudur. Pero su condición humilde convertía su sueño en un imposible.

Doniazada: ¿Era un amor imposible?

Sherezada: Lo era. Pero luego no lo fue.

Escena III

(Entra Aladino en escenografía de bosque y ve colgado de un árbol una especie de lata cilíndrica. Se acerca, la hace girar)

Aladino: ¿Qué eres? ¿Acaso una colmena?

Lámpara: (Voz en off) No lo soy.

Aladino: (Se da vuelta y mira hacia todos lados) ¿me hablas a mí?

Lámpara: ¿Hay alguien más a quien hablarle?

Aladino: ¿Quién eres?

Lámpara: ¿Me harás un interrogatorio antes de descolgarme de aquí? ¡Ni siquiera rompiste el ridículo envoltorio en el que me encerraron… te ordeno que me descuelgues!

Aladino: (Comienza a descolgar el objeto y se sobresalta con un estruendo. Entra el Brujo)

Brujo: (tétrico) Si yo fuera tú, no tocaría eso.

Aladino: (titubea) Pero, ¿por qué?

Brujo: Pues quien nada sabe, ¡nada debe tocar!

Aladino: ¿Y qué debería saber? ¿Qué es esta colmena que cuelga del árbol?

Brujo: (ríe sarcástico y tenebroso) No es una colmena, tonto.  Pero sí tiene un tesoro tan dulce como la miel

Aladino: ¿Tesoro?

Brujo: Te diré…  No, no, olvídalo. Olvida lo que te dije… Eso es pura cáscara vacía…

Aladino: Espera, no te vayas… (Sale el brujo riendo)

(Aladino se sienta sobre una roca y mira la colmena. Una y otra vez la mira)

Aladino: ¿Algo dulce? ¿un tesoro?

(Entra el brujo por detrás, sin que lo vea Aladino, que mientras se acerca y extiende la mano hacia la colmena)

Brujo: Ja, caerás en la red… Vamos, despacio, tócalo de una vez… Corre tú los peligros, tonto,  y yo me quedaré con todo! Hay que ser estúpido: el mundo sabe que una maldición caería sobre el que osara descolgar esa colmena y descubrir lo que hay adentro!

Aladino: Algo dulce, un tesoro… El dulce tesoro con que yo sueño es mi linda Jazmín… (melancólico, se vuelve a sentar)

Brujo: Pero, ¿qué pasa con este bobo que se demora. (Aladino vuelve a pararse junto a la colmena y extiende el brazo) ¡Bájalo de una vez, imbécil!

Aladino: (Lo toca y una red cae sobre su cabeza y lo atrapa…) ¡Ay, ay! ¿Qué sucede?

Brujo: Esto sucede (le quita la colmena. Y extrae de ella una lámpara). Acabas de darme mi mejor riqueza, tonto. Ahora el poder es mío y tú serás alimento de las fieras dentro de esa red en que te abandonaré. Pero antes te cubriré de ramas para que ningún cazador pueda rescatarte, no sea que te libres de tu condena, estúpido pueblerino. (Toma dos ramas de palmera y se las echa encima y sale como en busca de más) ¡Soy el dueño de la lámpara! ¡Soy el amo de la fortuna, quien se cruce conmigo que halle antes dónde guarecerse!

Aladino: ¿Una lámpara? Pero si es una lámpara tendrá un efrit… Ahora lo entiendo, no era la colmena sino el genio que duerme dentro de la lámpara quien me respondía… Efrit, Genio de la lámpara, respóndeme… Te ordeno que salgas de allí ya mismo.

(Cortina de humo) Aparece el efrit.

Efrit: Aquí me tienes. Quien me ha invocado es ahora mi dueño. Manda lo que quieras, amo!

Aladino: ¿Lo que quiera? Pues por encima de todo deseo, más allá de los sueños más altos de mi conciencia, más bello que el mismo paraíso, duerme mi querida Jazmín…

Efrit: ¿Acaso has pedido algo? Recuerda que he sido creado para dar satisfacción a los deseos de un amo. Si desaprovechas tus palabras y nada pides, otro será pronto quien me ordene.

Aladino: No, no, espera. Quise decirte que deseo tener a Jazmín. (Apagón, humo. Aparece Jazmín dentro de la red con él.)

Jazmín: Ahhhhh (grita insoportablemente) ¿Qué es esta red en que estoy metida?

Aladino: Efrit, No, deshace este deseo, regrésala a su palacio.

Efrit: Concedido (Apagón. Humo, Aladino solo dentro de la red)

Aladino: Eschuche, señor Efrit: Quiero, mejor, que me libere…

Efrit: Concedido. Ya puede salir (Aladino levanta su propia red)

Aladino: Ahora, libre ya, quiero riquezas y el amor de Jazmín, pero no me la traigas así, a la fuerza, quiero merecer su amor, Efrit, deseo que me quiera por mí, por mis virtudes… Eso es, lléname de virtudes, gran Genio!

Efrit: Concedido.

(Cierra el telón)

Escena IV

Jazmín:  Trae aquí, madrina. Muéstrame los sellos de esa carta.

Madrina: Déjame leerla de nuevo, Jazmín…

Cuatro mujeres: (ríen) ¡Lée, lée!



Jazmín: Shhh, dejen de avergonzarme!!!!!

Madrina: Ah, si la avergüenza es porque lo corresponde… (Risas)

Mujer I: ¿Quién es el pretendiente que escribe tan dulcemente, niña?

Mujer II: (Arrebata la carta de manos de la madrina, hace una pausa mirando el papel) Un tal Aladino!

Jazmín: Basta, tonta! Le diré a mi padre que en cambio de servirme se divierten sonrojándome!

Madrina: No le dirás nada a tu padre si no quieres que las cartas que te ilusionan se terminen.

Jazmín: (Cambia el semblante, se pone triste) ¿Tú crees que mi padre prohibiría este correo si lo supiera?

Mujer III: Pues, ¡Claro! ¿Qué duda te cabe, niña? Tu Padre debe tener prometida tu mano a un jeque, y nada le gustarán estos cortejos…

Mujer II: Y menos si viene de un joven.

Mujer I: De un joven y pobre…

Jazmín: Pero aún no sabemos nada de él. Quizá Aladino mismo sea un Jeque de gran riqueza.

Madrina: Ay, niña  ingenua… Si lo fuera jamás te abordaría a tí antes de hablar con tu padre. Este pretendiente sabe que tu padre no lo aceptaría, por eso te escribe a tí, directamente…

Jazmín: Mujer malvada… ¿cómo puedes derribar esperanzas con tanto descaro?

Madrina: (Se acerca, apenada) Niña, ¿acaso existen esas esperanzas en tí?

(Jazmín se cubre la cara y llora. Las mujeres sueltan una risita)

Madrina: Cállense, pérfidas y salgan de aquí ahora mismo. Si la lengua de una de ustedes osa mencionar la carta a alguien, sepa que no vacilaré en cortársela. (Salen las tres mujeres) Tranquila, Jazmín, no desesperes, si así lo quieres arreglaré un encuentro y verás con tus propios ojos al joven. Pero calma, primero tendré que averiguar si tiene la fortuna necesaria para pedir tu mano.







Escena V

Sherezada: Y el dolor de Jazmín, que suspiraba, aun sin conocerlo, por su enamorado no se compara a la pena que yo siento, mi señor, porque se acerca el momento de alejarme de usted.
Tomará mi vida, y eso ya no me importa, mi Rey… Sólo quisiera vivir más para estar junto a mi amado.

Rey Shariar: ¿Tu amado? Sherezada, ¿estás hablando de tí?

Doniazada: Su Majestad, no habla de ella solamente, sino de Usted también.

Rey Shariar: Ven aquí, estrella mía, ven para que te abrace… (Sherezada se acerca y se abrazan sentados en la cama)

Doniazada: Hermana mía, se acerca la aurora, sigue tu relato sin desatar los nudos de ese abrazo Real.

Sherezada: Lo haré, querida, lo haré… Aladino le había pedido al Efrit que lo vistiera de las más ricas telas y que lo introdujera en el palacio para pedir la mano de Jazmín… Pero antes sucedió que quienes se amaban en palabras por fin se vieron cara a cara…

Escena VI

(Aladino y el Efrit esperan en una escena de bosque. Ingresan la Madrina y Jazmín)

Aladino: (Al Efrit, al ver entrar a Jazmín) Concédeme la fuerza para que mis piernas no flaqueen… Mírala, me siento morir…

Efrit: Concedida.

Madrina: (A Aladino) Joven, aquí la princesa… Sea breve, ¿sabe usted los riesgos que enfrentamos al eludir la custodia del palacio y escabullirnos hasta aquí? ¡Diga lo que tenga que decir y libérela!

Aladino: Está bien, sólo impongo una condición… Necesito un instante solo con ella, sin usted, sin mi compañero.

Madrina: ¡De ninguna manera! Me he confundido con usted. Aquí se acabó el encuentro. Adiós (voltea y la toma fuerte del brazo a Jazmín para llevársela.)

(Jazmín la mira seria y no se mueve. La Madrina la interroga con la mirada)

Jazmín: ¡Déjannos solos!

(Salen el Efrit y la Madrina. Se miran J y A largamente a los ojos, y luego él se ubica a sus espaldas, le toma el pelo y se lo pasa por las mejillas como acto de adoración. Le toma la mano más cercana y la hace girar hasta quedar de nuevo enfrentados.)



Aladino: (Nervioso, la mira) necesito decirte algo. Es que… (se queda prendado de sus ojos) No me mires así, me cuesta respirar si lo haces…

Jazmín: (suspirando) Aladino…

Aladino: (la mira sorprendido y sonriente) ¿Lo entiendes? ¿Es que sientes lo mismo que yo?

Jazmín: No lo sé… (Dulcemente) ¿Qué sientes?

Aladino: Siento que no… (titubea) Que no hay palabras para decir…

Jazmín: ¡Es lo mismo, entonces!

Aladino: Entonces, sólo esto puedo decirte: ¡Cásate conmigo!

(Se besan y sostienen el beso. Detrás se ve el Efrit, distraído y entra el Brujo)

Brujo: (Con la lámpara en la mano) ¡Maldito Efrit! ¿Qué haces holgazaneando en el bosque, cuando tienes que complacerme tantos deseos! (Señala la lámpara) Mira qué tengo… 
(El Efrit mira a la pareja, que permanece absorta y abrazada) y se va empujado por el Brujo que lleva la lámpara como si fuera una ballesta apuntándolo)

(Suena la música y comienza la danza entre Aladino y Jazmín.)

Escena VII

(Entra la Madrina)
Madrina: (A ambos) El Rey, padre de la princesa Jazmín, le ha concedido una entrevista. Vístase de sus mejores ropas y muestre sus más altas virtudes, y el Rey, que es un hombre piadoso, le concederá la mano de su hija.

Aladino: Allí estaré si Alá me acompaña.

Madrina: (Aparte) ¡Que lo acompañe, porque si no, el Rey acabará conmigo también!
(La madrina toma del brazo a Jazmín y ella se queda agarrada de la mano de Aladino mientras la madrina la tironea, ella lo mira a él, hasta que se suelta y salen, siempre mirándolo)


Aladino: ¡Efrit! ¡Efrit! ¿Dónde estás, mi Efrit? No te escondas…
(silencio) ¿Qué clase de broma es ésta? Ah, querrá asustarme… ¡No te daré el gusto, genio torpe!
(Silencio). Efrit, yo no bromeo. No puedes esconderte ahora, que tengo que conseguir una fortuna, buena ropa, piedras preciosas y seis camellos para pedir la mano de mi adorada Jazmín! ¡Regresa! ¡Regresa!!!!!!!!!!!!



Escena VIII

Doniazada: ¿El brujo se llevó la lámpara? ¿Justo cuando Aladino debía convencer al Rey? ¿Y qué hizo, Sherezada?

Sherezada: No te alarmes, querida. Es cierto, el Efrit no pudo ayudarlo. El brujo lo había atrapado nuevamente en la lámpara y sólo lo liberaba para cometer hechos horrorosos. Pero Aladino se atrevió igual a entrar al Palacio, y llegó hasta el mismo Rey.

Doniazada: ¡Ay, por Alá! Y ¿cómo hizo Aladino?

Escena IX

(Madrina, Rey, cuatro mujeres, dos custodios, un trono, una alfombra roja atravesando el escenario)
(Entra Aladino)

Aladino: (A la madrina) ¡Aquí estoy!

Madrina: ¡Ya lo veo! ¡Por Alá, está hecho un pordiosero! ¿Cómo se le ocurre presentarse ante el

Rey así! ¡El rey lo mandará a matar si lo ve pisando sus tapices!

Mujer I: ¡Hombre! ¡Está loco! ¡Cómo se atreve!

Mujer II: ¡Y así! ¡Es un mendigo!

Mujer III: ¡Joven, salga pronto, antes de que el rey pregunte quién es usted!

Mujer II: ¡Huya! ¡Huya ya mismo!

Jazmín: Mi amor… (estira los brazos como para alcanzarlo simbólicamente, llora)

Rey: (Oye y mira hacia las mujeres) A ver, a ver, ábranse, chusma, déjenme ver quién está allí… (se pone los anteojos) ¿Y este mendigo? (A los gritos) ¿Quién ha dejado entrar a este mendigo?

Guardia: Señor…

Rey: ¡Alarma, alarma! ¡Debe ser un ladrón! (Sube el tono) ¡O un asesino!!!!!!

Guardia: ¡Arréstenlo! ¡Al calabozo! ¡Al calabozo!!!

 (Cierra el telón)

Escena X

(Escenario casi a oscuras. Entran la Madrina, con una lámpara de gas, detrás el brujo y las cuatro mujeres)

Brujo: (Abrazando la lámpara) ¿Adónde me conduce, señora? ¿Tan lejos está el tesoro del Rey?

Madrina: Usted sabe que el Rey es un hombre precavido, pero le aseguro que las joyas estarán en sus manos en un segundo. Usted las tendrá en cuanto nos ayude a liberar a Aladino…

Brujo: (Por lo bajo) Seguro que lo liberaré… espera sentada, tonta matrona…

Madrina: Ya falta poco, sólo unos pasos…

(Queda a oscuras el escenario)

Brujo: (Se agacha) Pero si esto parece un baúl de joyas…

(Una de las mujeres le saca la lámpara, las demás lo empujan dentro y lo encierran)

Al encenderse las luces, aparece el Efrit.

Efrit: ¡Vamos a ver quién encierra a quién, maldito hechicero!

Madrina: ¡Rápido, Efrit, libera a Aladino!

(Cierra el telón)

Escena XI

Doniazada: ¡Aladino en el fondo de la prisión! ¡Pobrecito!!!!!!¡Pero el efrit lo liberó, ¿no es cierto?

Sherezada: Pues, claro, querida, y le dio a Aladino un traje precioso. Pero él lo rechazó.

Rey: ¿Lo rechazó? ¿Oí bien?

Sherezada: Oyó bien, mi dueño y señor. Aladino quiso presentarse ante el Rey con sus babuchas raídas, tan pobre como siempre…

Rey: ¿Eso hizo? (Ríe bonachón) ¡Me gusta Aladino!

Doniazada: ¿Y por qué lo hizo, Sherezada?

Sherezada: Pues porque deseó que Jazmín supiera que era un héroe. Que no necesitaba ayuda de ningún efrit para conquistar su mano.
Doniazada: ¿Y qué ocurrió?
Rey Shariar: ¿El Rey lo perdonó?
Sherezada: ¿Conviene a un soberano magnánimo perdonar a un condenado, Su Majestad?

Rey Shariar: Pues yo creo que sí, si lo que anima al joven es el  Amor.

Sherezada: ¡Lo era, Su Majestad! Aladino amaba a Jazmín con todo su corazón…

Rey Shariar: Pues entonces, que lo perdone, y le conceda la mano de su hija…

Sherezada: ¡Lo mismo dije yo, Señor Mío…! Pero en ocasiones los Reyes no son tan buenos…

Rey Shariar: Pues que lo sean, querida, no quiero terminar esta noche apenado con noticias tristes.

Sherezada: Tiene razón, amado Rey, no debiera ser éste un amanecer de luto. Y no lo fue para Aladino, porque el Rey vio en ese joven valiente el esposo que quería para su hija.

 Doniazada: ¿La dejó casarse con él?

Sherezada: ¡Claro, Doniazada! Jazmín supo derramar tres lágrimas mágicas que ablandaron el corazón de su padre… ¿No te he dicho que el amor mueve montañas?

Doniazada: ¿Siempre mueve montañas?

Sherezada: ¡Siempre! (Le guiña un ojo a Doniazada)

(Entra Mustafá)
Mustafá: ¡Señor! Ha amanecido…

Rey Shariar: Sí, Mustafá… Por fin ha amanecido. Se ha hecho la luz en mis ojos. Y, ¿sabes qué me ha enseñado esta esposa? Que el amor mueve montañas… ¡Llama al visir!

(Entra el Visir)

Visir: Señor. ¡Lo sé! Ha llegado la hora… Permítame despedirme de mis hijas… (Corre hasta sus hijas y se abrazan los tres, sobreactuando)

Rey Shariar: No digas tonterías, Visir, ve pronto y dispón todo para la mayor fiesta de casamiento que ha dado el reino. Beberemos y comeremos durante un año…
¡Sherezada será desde hoy mi mejor esposa!
(Gritando) ¡Que hasta los confines del Reino se oiga mi voz: “El amor mueve montañas” (Abraza a Sherezada)
(Se cierra el telón)

(En medio de la gente, el reflector lo apunta, el salón en penumbra todavía)
Abbás: (En el balcón, entre la gente) Bonito, bonito, ¡Bravo! Ja, Yo conozco algo que también mueve montañas… Creo que le llaman Astucia… ¿puede ser? Sí, sí, ¡Astucia!. (Sigue contando monedas) Dos mil novecientos dos, dos mil novecientos tres…